Capitulo 40

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Sentado junto a Pamela había un hombre rubio y alto, de más o menos su edad. Era guapo, bronceado al estilo caribeño, llevaba lentes de sol y tenía un cuerpo con abdominales tipo barra de chocolate. Algo en él le resultaba muy familiar, y pasó un momento analizándolo. «¡Claro! Como no le iba a parecer conocido si era Daniel Bedoya-Agüero.» El hijo de Bartolomé.

Se inclinó sobre Pamela y la besó en la boca, luego retiró su silla y se puso de pie. Como no quería que se le escapara hasta que tuviera un poco más de información sobre este interesante giro en la historia, Lali abrió de golpe la puerta de vidrio.

—Aquí tienes, Pame —dijo, dejando el café sobre la mesa—. ¿Quién es tu amigo?
Las mejillas de Pamela tiñeron profundamente.

—Él... yo...
Mientras Pamela balbuceaba, él le tendió la mano.

—Hola. Soy Daniel Bedoya-Agüero. Tú debes de ser Lali Espósito.

—Lo soy. Y sentí mucho lo de tu padre —dijo, dándole la mano. Apretón firme, sin vacilación.

—Gracias. —Tanto su apretón como su mirada se tildaron durante un momento antes de soltar la mano y dirigir la mirada hacia Pamela—. Nos vemos en la comida, ¿cierto?

—Por supuesto, Daniel.

—Fue un placer conocerte, Lali —dijo, asintiendo. Le dio a Pamela otro breve beso en los labios, luego se perdió entre la gente que salía de las oficinas de lujo.

Eso sí que era interesante... y posiblemente muy útil. Lali tomó un sorbo de frapuccino de fresa mientras esperaba a que Pamela creara la versión que prefiriera o que se le acabara de ocurrir.

—Daniel es un viejo amigo de la familia —dijo la ex al cabo de unos minutos, mientras jugueteaba con el envoltorio de cartón que rodeaba su taza de café—. Es muy amable.

—Claro. A mí no me ha besado de esa manera. Es él quien te invitó al evento en el club, ¿no? —Aquello tenía sentido; si incluso Peter había tenido dificultades para conseguir invitaciones para el exclusivo evento, aun con más razón hubiera resultado imposible para alguien que llevaba tres años sin visitar Buenos Aires. Sobre todo para alguien con unos ingresos relativamente bajos.

—¡No puedes decirle nada a Juan Pedro! —soltó de repente—. El que esté sola no significa que esté interesada en Daniel. Sólo somos amigos.

—Eso ya me lo dijiste. —Lali frunció los labios. Era obvio que a Pamela le preocupaba la impresión que pudiera tener Peter de ella, pero Lali solía ver el otro lado de las cosas. Daniel Bedoya-Agüero, que vestía un polo blanco y shorts, parecía como si acabara de abandonar la cancha de tenis. En forma, relajado y descansado, pensando en comida y en mujeres... la mirada que le había dirigido a ella no había sido simplemente casual. Era un tipo al que le gustaba tener relaciones y que sin duda era en eso en lo que había estado pensando. En pocas palabras, un calentón.

Pero no le había dado la impresión de ser un hijo que acabara de perder a su padre, ni siquiera un amigo íntimo de duelo por un amigo. Tampoco parecía preocupado al poder pensar que lo sucedido con su papá pudiera sucederle a él.

—¿Dónde van a almorzar? —preguntó.
Pamela vaciló.

—A su casa. Lo estoy ayudando a organizar las cosas para el velatorio.

—Llévame contigo.

—¿Qué? ¡No!

—El padre de Daniel era... amigo mío —dijo cambiando un poco la realidad de las cosas. De haber tenido la oportunidad de conocerlo mejor, pensaba que eso podría haber sido cierto—. Me gustaría ayudar.

—No necesitamos tu ayuda. Dudo que hayas organizado una fiesta en tu vida.

—He ido a muchas. —Claro que había ido para poder examinar el lugar y robarlo después, pero eso no venía al caso—. Además, creo que tal vez podría ayudar a mi amigo, el detective Castillo. Lleva el caso de Bartolomé.

—¿Eres amiga de un policía? —Pamela levantó una de sus cejas delicadamente arqueada—. Qué fascinante.

—Fascinante cuanto quieras, pero vas a llevarme a comer.

—De eso nada.
Muy bien, ya era hora de dejar de andarse con delicadezas.

—Tengo el vídeo en el que sales cogiendo el anillo.
Ella palideció.

—¿Tie... ?

—Me lo llevé para protegerte y lo guardo para protegerme a mí misma. No me obligues a mandárselo a mi amigo el detective.
Pamela agarró la taza de café con tanta fuerza que saltó la tapa de plástico.

—No te atreverías.

—Me atrevería a hacer casi cualquier cosa. Lo único que quiero es acceso a esa casa.

—Supongo que no me queda elección, ya que me estás chantajeando.
¡Wow! sin duda esa era la palabra del día.

—Bueno, está bien. Te estoy chantajeando. ¿A qué hora te recojo?

—A mediodía. Me estoy quedando en el hotel Four Season. No entres. Me reuniré contigo en la puerta.

—El hotel Four Season. Qué bonito. Tiene un maravilloso spa. Nada de hoteles de lujo, ¿eh?

—En tus sueños —murmuró Pamela.

Dijo algo más mientras se llevaba el café a la boca, pero Lali no logró descifrarlo. De todas maneras, a Lali no le importaba en lo más mínimo qué fue; había hallado una forma de entrar en casa de Bedoya-Agüero. ¿Quién hubiera pensado que el hecho que Pamela Lanzani–Valente robara un anillo a final de cuentas le iba a ser útil?

Lunes, 10:48 a.m.

—Espero que no tengas pensado firmar esto —dijo Gastón Dalmau, hojeando el contrato de treinta páginas—. Este tipo tiene agallas. Me sorprende que se haya visto obligado a vender de este modo.

—Casi podría pensarse que intenta que sobrevalore Fittings-dom. Prepara nuestra versión del acuerdo y veremos si logramos que Lyon entre en razón. —Juan Pedro se recostó contra el respaldo de su silla, de espaldas a la mesa de conferencias y de frente a las oficinas de la zona—. Ha venido a Buenos Aires, de manera que está impaciente por entrar en razón. Excluye la cláusula indefinida, incluye un programa escalonado para empleados a largo plazo y presentemos a la junta directiva una contraoferta razonable que no me obligue a mantenerlos por el resto de sus vidas.

—Entendido.

Durante largo rato Juan Pedro no escuchó nada a excepción del susurro de papeles. En alguna parte, más allá de los edificios y de las copas de los árboles, oculta entre paredes de vidrio y acero, Mariana Espósito estaba al acecho. Debería haberse quedado callado. En cambio, al intentar demostrarle que podría vivir sin recurrir a sus viejas costumbres, la había empujado a hacer uso de ellas. Hablando de echar agua a su propia piscina, ahora debía asegurarse de que ella perdía la apuesta... por el bien de ambos.

—¿Has traído el informe de la policía? —preguntó al fin.

—Lo traje. Al comandante a cargo no le hizo gracia entregarlo. Empiezo a deber favores a la gente, Peter. Y eso significa que tú eres quien realmente los debe.

—Me ocuparé de ello. —Juan Pedro se dio la vuelta, agarrando la carpeta que Gastón le pasó—. ¿Algo interesante?

—No solíamos trabajar de esta manera.

—Las cosas cambian.

—Y yo me pregunto por qué. —Gastón exhaló sonoramente—. El informe no está completo, ya que la investigación está en curso.

—Han realizado muchos progresos.

—El homicidio tuvo lugar hace sólo un par de días. Deduzco por qué a Espósito le interesa; además, todo el asunto del robo, ella siente...

—¿Qué quieres decir con «todo el asunto del robo»?

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora