El sonido de las olas golpear en la arena, el tibio viento del atardecer a punto de dar paso a la hermosa dama de blanco frente a los melancólicos ojos de Horacio. Atrajo sus piernas hasta su pecho, abrazándose a ellos mientras apoyaba su mentón en sus rodillas y pensaba en todo un poco.
Su vida, sus amigos, su familia y en sí mismo.
Un suspiro débil escapó de sus labios al pensar en dónde estaba ahora, lo lejos que llegó y lo complicado que resultó el camino, lleno de obstáculos por superar y caídas dolorosas, teniéndose a sí mismo para levantarse. Entrecerró sus ojos, rememorando momentos que siempre llevaría en su memoria hasta que lo olvidara por completo.
Odiaba estar solo, los recuerdos lo ayudaban a mantenerse en pie y creando una esperanza en su ser de que algún día volvería a ser como él recordaba, alegre y lleno de problemas, pero siendo feliz y acompañado de quienes más quería.
Lamentablemente no podía ser posible eso.
Las olas dejaron de golpear con brusquedad, el mar parecía entender su dolor y la tranquilidad llegó lentamente, admirando el agua cristalina danzar lento y precioso, en perfecta calma.
—Dijeron que siempre estarían aquí... -susurró a la nada, deseando que el viento llevara el sonido de su voz e hiciera que ellos lo escucharan. El nudo en su garganta se hizo presente, intentando deshacerlo tragando saliva, sintiendo el picor en sus ojos y la tristeza abarcarlo. —Que nunca se irían...
Se refugió en sus propios brazos, sintiendo frío y notó un par de lágrimas caer en sus rodillas, apartándolas de inmediato y pasando sus manos cerca de sus ojos, borrando todo rastro de tristeza.
—¿Dónde están Gustabo y Conway? -preguntó mirando al cielo, tragando fuerte e intentando no quebrarse. Era uno de esos días donde su corazón decía que no podía soportar con el dolor, que explotaría en cualquier momento y nadie lo detendría, ni levantaría las piezas de él si lo hacía.
Se sentía tan solo, que, a veces, se preguntaba por qué continuaba aquí, desechando la idea de inmediato.
—¿Horacio? -una voz a su lado, susurrando su nombre preocupado y sintiendo sus pies hundirse en la arena, llegaron en medio de su desahogo, obligándose a mantener la vista fija en el mar. No quería verlo, estaba siendo débil en esos momentos.
Sentía mucha vergüenza mostrarse como era frente a él, tantas veces evitó que viera su decepción o dolor, pero estaba aquí, intentando consolarlo al verlo tan mal. Horacio deseaba que se fuera, pero internamente rogaba que no le hiciera caso y se quedara.
Sin esperar un permiso, el comisario dejó a un lado sus zapatos y se sentó a su lado, aun con su uniforme de trabajo puesto y admirando la hermosa luna hacer su aparición en un cielo despejado. Respiró profundamente, percibiendo la brisa marina y llenándose de paz. Horacio a su lado continuaba escondido, aclarando su garganta y obligándose a calmarse.
Un suspiro pesado salió de los labios de Volkov, girándose hacia al agente. —Sé que no hablamos mucho... pero sea lo que esté pasando, estoy aquí, puede confiar en mí, Horacio.
Horacio continuaba hundido en sus pensamientos, dejando que la tristeza abandonara un poco su pecho y sintiéndose mejor por llorar al menos un poco.
—¿Sabes a lo que esto me recuerda? -Volkov intentaba crear una conversación, sin dejar que el silencio reinara en ellos. Dolía verlo así, tan desganado y triste, él intentaría devolver ese apoyo que le brindó en sus brazos cuando perdieron a Torrente aquel día. —Cuando nos abrazamos... frente al mar, pero en un contexto donde yo necesitaba a alguien y usted estuvo a mi lado.
Horacio alzó la cabeza al escuchar aquella confesión, sonriendo a medias con tristeza, sin evitar recordar lo que vieron sus ojos. Suspiró débilmente, sin dejar de abrazarse. —Recuerdo... que pedía perdón por fallarle, por permitir que lo lastimaran, ahora, no quiero fallarle. No quiero dejarlo a la deriva, Horacio. -su rostro giró al observar su perfil, con un gesto de tristeza plasmada en su rostro. Volkov se acercaba lentamente, dejando que su cuerpo actuara a lo que deseaba hacer.
No fue rechazado, Horacio no se movió en ningún momento, estaba absorto en su propio mundo como para inmutarse de lo que el comisario hacía. Fue cuando sintió su calor cerca de él que lo observó de reojo, sorprendido por su acercamiento y su mano a un lado. El corazón de Horacio comenzó a doler.
Si lo abrazaba, no iba a aguantar.
—No.... no me abrace. -pidió en un hilo de voz, sin mirarlo, escondiendo su rostro entre sus brazos. Volkov la observaba triste, sintiéndose impotente. Relamió sus labios, sin saber qué decir.
—Horacio, no está solo. -volvió a repetir, intentando no quebrarse. No sabía lo que había vivido, quería comprender, pero nunca lo dejó entrar a su vida. Lo mantenía tan al margen que desconocía lo que era Horacio ahora. Su memoria lo reflejaba diferente, lleno de vida y ganas de salir adelante, pero verlo tan vulnerable, deseaba quitar esa tristeza de algún modo. —No se encierre, estoy aquí, no me iré, no otra vez.
Horacio apretó sus manos en puños, odiaba las promesas ahora y escuchar al comisario decirlo con tanta fe, dolía. Giró su rostro, sin ocultar el dolor que reflejaban esas palabras y el último muro de contención de Volkov se rompió al verlo tan roto.
—No me prometa cosas que no cumplirá, todos se van, nadie se queda.
—Horacio, yo no quiero irme de su lado, por favor, confíe en mí. Nos tenemos el uno al otro, nos conocemos. -rogó sin contener sus manos, posándolas sobre los brazos desnudos de Horacio, sintiendo su piel fría. El simple tacto de Volkov ardió para Horacio, sin alejarse. —Estoy aquí. -insistió.
Horacio lo comprendió, estaba aquí, soportándolo. ¿Qué tan difícil era arriesgarse de nuevo? Su mirada decayó en sus manos, luego en su torso y sin pensarlo se lanzó hacia a él, siendo sostenido por Volkov.
Su pecho comenzó a arder, las lágrimas empezaron a desbordarse por sus mejillas. Su desahogo era fuerte, sollozaba sin importarle quién lo escucharía, sintió una verdadera confianza refugiándose en los brazos de Volkov y éste solo susurraba palabras de aliento, acariciando su espalda dulcemente y evitar derramar lágrimas igual.
Podía sentir su dolor, rasgaba su corazón al escucharlo gritar lleno de impotencia.
Solamente se tenían ellos dos en ese momento, los único que entendían el porqué de cada historia.
Estando ahí, a la par, juntos.
Como en los viejos tiempos.
N/A
Solo sé que leer estos escritos me recuerdos al Volkov de inf antes de la pérdida de la memoria
/llora
-Ker
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Un poco de OS's ✅
FanfictionOS= Escritos cortos Generalmente oneshot's/au's de Volkacio. Libro acabado ♥ PROHIBIDO PLAGIAR LAS PARTES PUBLICADAS FRAGMENTOS ACERCA DE LOS PERSONAJES DE SPAINRP/INFAMESRP