OS [VOLKACIO]Continuar

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Canción volkacio.

Contexto: Luego de la muerte de Gael y Pamela, donde Volkov volvería a ser aquel comisario frío de antes.





El silencio ensordecedor del hospital no ayudaba a calmar el tormento de sus mentes. Tanto Horacio como Volkov estaban sumidos en sus cabezas y en los hechos que vivieron, uno ver morir a sus compañeros sin poder hacer nada, otro recibir las noticias de sus dos agentes muertos, por culpa de la falta de comunicación.

Quizás se equivocaron, pero tarde o temprano iba a suceder.

Las máquinas fueron retiradas, solo quedó el oxígeno que continuaba siendo administrado por las gafillas en Volkov, creando leves suspiros mientras continuaban en silencio, en altas horas de la madrugada, sin ganas de hablar. No querían discutir, no ahora ni buscar más culpables, ambos cargaban con la suya y les pesaba en los hombros.

Horacio estaba atento a los mensajes de su celular, incluso trajo la tableta para revisar los informes de los decesos de Gael y Pamela, los análisis continuaban trabajándose y no determinaban una pista clara por el momento. Abrumado, apagó la pantalla y la habitación dejó de alumbrar, quedando con la luz de la luna asomarse por la ventana, dejando entrever el rostro del ruso, yacía con la vista fija en el techo, entrecerrando sus ojos de vez en cuando, pensativo.

Desvió la vista hacia su ropa, yacía doblada en una esquina de la camilla, sus ojos volvieron a su regazo, observando los guantes que llevaba encima. Se los sacó con cuidado, dejando entrever un plateado anillo en su mano izquierda, en su dedo anular. Lo acarició, luego volteó a mirar a quién se lo dió.

Volkov no estaba percatándose de las miradas, estaba demasiado perdido en su propia mente e intentando recordar algo que ayudara a hacer justicia, frustrándose y cerrando sus ojos por unos segundos hasta sentir una mano cálida cubrir la suya. Instintivamente giró, percatándose del brillo en los ojos de Horacio. Roto, herido, decepcionado y cansado. Podía leer lo que sentía, pero no saber lo que pensaba. Lo apretó también, tocando el aro frío. —H...

—¿Estás bien? -susurró por bajito. El ruso volvió a mirar al techo, sin responderle. —Volkov...

—No puedo dejar de pensar en ellos.

Horacio apretó aún más su agarre, obteniendo su atención y percatándose de sus ojos azules a punto de romper nuevamente. Buscó la silla cercana, sentándose y acariciando su palma lentamente, sin quitar sus ojos de él. —No fue tu culpa.

—Horacio. -lo llamó, había desviado sus ojos hacia algún punto de sus espaldas. —No puedo dejar de pensar en lo que hice, en que yo... prácticamente los llevé a su muerte. No te consulté, no te dije nada y eso me mata por dentro. Pamela y Gael no merecían morir, ni siquiera consigo recordar quién lo hizo, todo es borroso, pero todo era comandado por Carlo. Yo... solo sentí que... que volvía a ese tiempo, yo... no pude hacer nada. -se detuvo, cerrando sus ojos. Una lágrima rodó por su mejilla. —De nuevo está pasando, todo por ser tonto, por no medir mis palabras...

—No, no es por eso. Volkov, no pienses que-

—¿Qué no piense qué, Horacio? Solo jodo las cosas, joder, ¿qué clase de agente soy? ¡Ni siquiera sé que lo que hago está bien! -gritó, exaltándose y quejándose de inmediato por las heridas. Horacio lo observaba, sin soltar su mano.

Sus ojos volvieron a posarse en el del cresta, pero detuvo todo enfado cuando vio su entristecida mirada y piedad que imploraba. Horacio estaba herido, ver que tenía que ser fuerte por los dos lo estaba lastimando, quería que Volkov lo notara y viera que estaba jodido, pero debía continuar. Debían continuar juntos.

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