[OS Volkacio] ¿Sabes lo que me gusta...?

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VOLKACIO SOFT



El silencio envolvió su alrededor, creando un momento cálido y relajante en ambos cuerpos que yacían unidos sobre la cama, acariciándose y disfrutando del descanso merecido tras unas semanas llenas de tensión en la ciudad. Horacio se removió, inquieto, atrayendo la mirada cansada de Volkov instintivamente y lo aferró sus brazos, escuchando una risita por su parte.

El peligris tomó su rostro entre sus manos, acariciándolo con la yema de los dedos, intentando encontrar el motivo de su risa y Horacio habló.

—¿Sabes? Ante mis ojos eres el ser más precioso que pudo existir en el mundo, con tu particular manía por acariciar mis mejillas, por la forma en que tus claros ojos me miran con amor, por la forma en que me abrazas. ¿Cómo no amarte, Volkov? Imposible.

El nombrado rió con nervios, soltándolo y escondiendo su rostro en el cabello de su amante que yacía recostado sobre su pecho. Horacio apoyó su mano sobre su pecho sintiendo los latidos de su corazón, trazando con sus dedos suaves movimiento en él y provocándole cosquillas. Momentos íntimos y que solo ambos entenderían.

Nunca imaginaron estar así, los dos, juntos y sin necesidad de nada más que ellos dos. Manos juntas, corazones latiendo con la misma intensidad, risas nerviosas y sentimientos mutuos.

Se sentían como niños jugando en la nieve, felices y amándose a cada segundo.

Había momentos donde la situación les llenaba, desatando discusiones sin sentido y enfadándose por horas o días, creando un ambiente tenso para su alrededor e incapaz de dar el brazo torcer, sin embargo, ambos lo arreglaban al sentir la ausencia del otro, a la costumbre de ser los dos y no solo uno. El amor todo lo puede, era lo que se repetían cada vez que discutían, intentando superar con creces sus problemas.

—¿Y sabe lo que más me gusta de usted? – Volkov habló sin dejar de tutearlo, lo más favorito de Horacio. —Me encanta su ser, es alegre, es libre, es todo lo contrario a mí y eso me llena de felicidad y me abruma, porque me ayuda a ser mejor y me pregunto qué hice para merecerlo en esta vida. –susurró cerca de su oído, acongojando el corazón del menor.

—Yo te escogí por ser tú, por tu hermoso corazón congelado. –Viktor rió y negó con la cabeza, divertido. —Por tus ganas de trabajar, por tus sentimientos puros y sinceros, Volkov.

—No fueron sinceros... -confesó recordando aquel primer rechazo, siendo un recuerdo que nunca olvidaría. Horacio despejó sus pensamientos tocando su mejilla, Volkov bajó la vista hacia sus bicolores ojos y tomó su mano, besándolo. —Perdóneme.

—Basta de pedir perdón, el pasado no importa. Yo quiero un presente y futuro contigo. –enfatizó, levantándose un poco y Volkov lo volvió a atraer a su pecho, abrazándolo. —Necesito ir al baño.

—Hace frío.

—Pero me estoy meando, ¿acaso quieres que te moje la cama? –con fastidio lo soltó, mirándolo de forma divertida sin dejar de cruzar sus brazos en su pecho. —Regreso en breve.

—Ve, contestaré mensajes pasados. –asintió. Volkov sintió frío cuando lo abandonó.

El celular de Volkov se encendió de inmediato, rodando sus ojos por arruinar la calma que tenía junto a Horacio y pasar lejos del estrés de comisaría. Apenas se conectó con la señal y la red, los mensajes llegaron a montones y muchos de Conway, otros de Robert y varios de la malla. Informes que revisaría el lunes a primera hora, Robert que tomaría unos días de vacaciones y que sería informado en recursos humanos, otros donde preguntaban de su regreso. Conway solo molestaba para salir un rato, olvidándose de las palabras del comisario que no estaría disponible para nadie.

Apagó el celular una vez leído todo, dejándolo sobre la mesita de noche y esperó a que Horacio saliera del baño en breve, decidió levantarse para caminar un rato y visualizó por el ventanal de su habitación gran parte de la ciudad encendida pese a ser pasada las doce, suspiró pesadamente antes de sentir un par de brazos rodearlo con ternura, un aliento rozar su cuello y besos húmedos repartirse por él. Sus hombros se relajaron de inmediato, sonriendo y mirando el reflejo de la cresta despeinada de Horacio.

—Vamos a dormir. –aconsejó Horacio con un toque de picardía y Volkov asintió. Horacio no quería dormir, en sus ojos se leyó otras intenciones y rodó los ojos con obviedad.

Aunque el ruso creyó que dormirían de verdad, se vio envuelto por los feroces besos del menor antes de apagar las luces. No pudo decir que no.

Muchas veces Volkov pensó si esto era real, el sentimiento, lo que vivía y cómo la situación cambió para ambos. Pensó que estaba soñando una realidad que pudo haber pasado en caso de seguir en coma, una realidad alterna que su cerebro había montado para demostrar lo que pudo ser y no fue.

Pero no, todo indicaba que era real.

Pudo ver el cambio de Horacio a un agente federal de piedra, altanero y poco agradable para todos, inclusive llegando a odiarlo por su forma de actuar y el resentimiento del pasado pesar en sus hombros. El sentimiento fue mutuo al instante, pero nadie podía mentir que en los ojos de ambos se ocultaba una verdad y anhelo de volverse a hablar sin tener que discutir.

Pero no podía mentir, había extrañado su extrañeza, verlo, hablar y observar con detalle de nuevo esos ojos bicolores que lo cautivaron la primera vez. La voz suave y tierna que lo envolvía en esos momentos. Los toques y caricias que nunca creyó sentir sobre su piel y la calma que lo envolvía.

Él conoció al nuevo Horacio, pero también trajo de vuelta al sensible y animado chico de cresta del cual tanto extrañó.

Olvidaron el pasado,  se perdonaron mutuamente y decidieron empezar de nuevo, siendo personas nuevas y creando un lazo que creían incapaces de romper. La conexión era fuerte, las risas verdaderas y el amor más genuino y puro que pudieron crear con el corazón de ambos.

Soltando una suave risa y suspiro, abrazados con las sábanas cubrir su cuerpo y con una sonrisa en sus labios, deseando que nunca terminara la magia entre los dos, Volkov soltó las palabras que cambiaría su mundo para siempre.

—¿Se quiere casar conmigo? –murmuró sin dejar de observar a Horacio, quedándose algo petrificado por lo repentino para tiempo después esbozar una hermosa sonrisa boba y asintió frenéticamente, besándolo de inmediato reviviendo la pasión y sonriendo entre besos.

—Sí, comisario bombón. Si quiero casarme con usted.





N/A

Ay mira que bonitos mis padres.

I miss u :C 

-Ker

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