[OS Volkacio] Valió la pena

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Contexto: cuando Volkov patrulló en la LSPD



Escuchó la puerta cerrar, así mismo que algún juego de llaves caer por alguna parte de la mesita de entrada. Horacio dejó de beber la copa de vino, aunque recién lo empezaba, esperando a que su pareja entrara a la cocina.

Había tenido noticias interesantes por parte de sus agentes, pero hasta no verlo con sus ojos, no lo creería.

Y como un balde de agua fría, su decepción se vio plasmada cuando el ruso entró con una sonrisa y llevaba la ropa de la LSPD en su torso.

Apretó su mano en puño, suspirando. Siempre era lo mismo.

—Solntse, ¿has preparado una velada? -inquirió, asombrado por la mesa preparada. No había visto todavía la mueca en el rostro del menor. —Se ve delicioso.

—Come tú, iré a descansar. Tuve un día pesado.

Volkov alzó la vista. Confundido por sus palabras y notando el tono de voz frío venir de él. —¿Estás bien?

Asintió, despeinando su cresta y pasando a un lado, sin tocarlo. Volkov notó que estaba distante, agarrándolo del brazo e impidiendo su marcha. Horacio se mantuvo quieto, con la cabeza gacha.

—¿Pasa algo?

Negó con un gesto. —Quiero ir a dormir.

—Cena conmigo.

—Ya comí. -mintió.

—Entonces vamos a dormir. —susurró, el de cresta giró, ofendido de dejar su comida desperdiciada.

—No, come y luego vas a descansar. 

Volkov se rehusó, soltándole y brindarle un pequeño gesto cariñoso en su mejilla. —Puedes regañarme si quieres, lo veo en tus ojos. Anda, dime algo.

Y fue el detonante para que Horacio lo apartara, visiblemente molesto y más aún con la sonrisa del ruso. —¡¿Te parece gracioso burlarte de eso?! Eres una rata traidora.

Los insultos provocaban que el mayor aguantara la risa con una mueca, intentando mantener la seriedad. —¡Y te sigue dando risa!

—Horacio...

—¡No! Escúchame ruso traidor, luego de que te ofrecí estar en el FBI a mi lado, mi casa, mi amor ¿y así me pagas? Vete donde Kovacs, no me interesa nada y hoy duermes en el sofá.

Ahí Volkov dejó de sonreír, comenzando a acercarse al federal con cuidado y tomando su mano. —No... Vamos solntse, no puedes hacerme dormir ahí, ya lo viví la primera noche y fue incómodo.

Soltó su agarre, cruzando sus brazos y bufando. —Te lo aguantas, rata.

—Solo patrullé, no he aceptado volver. -justificó, sin temer a otro rechazo y lo abrazó por detrás, apoyando su mentón sobre su hombro y girando para mirar su rostro. Sonrío, luego hundiendo su cara en el hueco de su cuello y aspirar su aroma. Había salido recién de la ducha. —Luego te quedas sin almohada a la que abrazar.

—He dormido solo durante mucho tiempo, me las ingenio.

—Pero te acostumbraste a mi.

Merde (mierda). 

Horacio ya no pudo resistir al agarre cariñoso del ruso, tampoco al saber que no todo el tiempo se mostraba así y aflojó sus brazos, girando lento y aferrarse a él, hundiendo su rostro en su pecho. —No quiero que te alejen de mí... No quiero saber que estarás en peligro, quisiera poder protegerte siempre.

Volkov lo arrulló en sus brazos, acariciando lento su espalda. —No me vas a perder, estaré siempre a tu lado.

Horacio sabía que no sería así por siempre, pero se dejó caer en esas palabras. La vida ya le había demostrado lo contrario, pero está vez creyó.

Suspiró, sin abandonar el abrazo. —Te quiero, ¿tú a mí?

—Te quiero Horacio. Siempre.

[•••]

Disfrutaron de la cena entre risas, dejaron atrás el motivo de su discusión, centrándose en el presente y en sus manos enlazadas sobre la mesa luego de limpiar todo. Ante la oscuridad y la luz de la Luna colarse por la ventana, estaba ambos. Mirándose, perdidos en sus propios mundos, sus ojos. Volkov tenía la vista más preciosa que vio en cuando posó sus ojos en aquellos bicolores que brillaban intensos, como si de una galaxia se tratara y sus pecas retrataban el firmamento en sus mejillas y nariz, invitándolo a delinearlo con su dedo, en cambio Horacio, parecía perderse en el mar tranquilo de sus ojos azules, diciendo todo en solo mirar. Un cielo sin tormenta, sin caos, solo él.

—¿Sabes qué pensé cuando te vi por primera vez? -la pregunta irrumpió los pensamientos del menor, pero no dejó de admirarlo en silencio. Aquel negó con la cabeza. —Que eras muy raro.

Horacio rió, frunciendo el ceño. —Qué romántico, eh.

—Déjame terminar. -pidió, el agente guardó silencio con una sonrisa en el rostro. —Pero no raro como lo piensas, te vi como un ser que merecía todo y a la vez nada, que debías ser tratado como deseabas, alguien que jamás pensé en admirar de lejos y decir que eres tan perfecto como para aparecer en mi vida. Valiente, leal y sincero. Y me enamoré, ¿sabes? Sin pensar lo hice.

—Pero...

Sonrió, con tristeza y aferrándose aun más a la mano de Horacio. —Pero no era el momento. Ni siquiera sabía lo que quería y te perdí. Dos veces. Esta vez no te dejaré ir.

Horacio tragó saliva, sonriendo. —¿Sabes qué pensé cuando me rechazaste aquel día? -el ruso negó con la cabeza. —Que me odiabas, que no me querías cerca, que todos los momentos que creía que me correspondías fueron mentiras. Incluso me dije a mí mismo que algún día volverías y me querrías tal como soy.

—Y volví.

—Y me quieres tal como soy. Valió la pena esperar.






N/A

Esto salió de mi corazoncito, algo de drama al principio, pero terminando algo bonito

Lamento por tan poco

-Ker

-Ker

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