[OS Volkacio] My sunshine

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Aquí NO suceden los hechos de spain (disparos de Pogo), historia independiente a ello. Mundo InfamesRP



El sonido de las máquinas electrocardiogramas monitoreaban las constancias vitales del cuerpo inconsciente del comisario que descansaba en la camilla, a su lado, un hombre yacía agarrando una de sus manos con cuidado, acariciando con sus pulgares encima, como si sirviera para que regresara a su lado.

De vez en cuando, aquel moreno de cresta castaña acariciaba el delicado rostro de comisario de Los Santos, Víktor Volkov. En su mirada mantenía una tristeza indescifrable, mordisqueando sus labios y esperando un milagro. Observó su perfil, la mascarilla de oxígeno ocupaba la mitad de su rostro, notando el vapor y asegurándose de que respirara todavía. Su mano fue a su mejilla, sin poder tocarlo como deseaba, bajó hacia su pecho, colocando la palma sobre ella con cuidado y sintiendo el golpeo de su corazón.

—Sigue conmigo, por favor.

Desde un mes que Horacio no faltaba, ni un solo día, a acompañar a Volkov al hospital, sentándose a su lado día y noche, hablándole, comentándole lo que sucedía en comisaría tras su ausencia, la justicia a quienes lo dispararon y lo mucho que los oficiales lo extrañaban.

Fueron segundos los cuales casi lo perdía, las balas que dispararon aquel francotirador tocaron partes vitales de su cuerpo, especialmente cerca de su corazón y pulmón, fueron disparos directos por un franco. Horacio aun recordaba el momento exacto que las balas perforaron el chaleco de seguridad, hiriéndolo y deteniendo cualquier movimiento del mayor, todo frente a sus ojos.

—¡Volkov! -el grito desgarró su garganta, corriendo a auxiliarlo sin importar las ráfagas de balas a su alrededor, notando como intentaba aguanta. —Resiste, por favor, ya mismo acaba. -susurró.

—Estaré bien. -susurró del mismo modo y un hilo de sangre resbaló por su boca. Horacio se horrorizó.

Pronto los EMS llegaron, priorizando al comisario y arrancando el chaleco de su cuerpo, intentando estabilizarlo. El rostro de las enfermeras era preocupante. —Necesitamos llevarlo al hospital urgentemente, lo perdemos.

Horacio escuchó atento, intentando acercarse y fue O'Conner que lo detuvo, con fuerza. —Necesito estar ahí.

—Señor Horacio, deje que lo atiendan, si interrumpe, solo será peor.

—¡No voy a dejar que muera!

—Horacio. -Kovacs apareció, ayudando al investigador y jalándolo lejos, aquel agente continuaba mirando cómo se lo llevaban a la ambulancia. —¡Horacio, coño mírame!

El moreno lo hizo, inquieto y con pesar en su mirar bicolor. —Va a estar bien, es fuerte, ¿sí?

Y confió.

Pero apenas llegó al hospital, notó la gravedad del asunto, lo habían inducido al coma para tratar sus heridas y, ahora, dependía de Volkov el despertar y las ganas de continuar con vida. No estaba a su alcance y sintió que lo estaba perdiendo.

Se derrumbó, aquella noche donde lo vio conectado a varias máquinas para mantenerlo con vida, su corazón dolió y el sentimiento de no volver a ver sus ojos grisáceos o escuchar el llamado de su nombre salir de sus labios lo carcomía vivo, llorando sin consuelo.

Los comentarios volaban, muchos consideraban al comisario muerto, otros tenían fe que volvería a tiempo. Pronto Horacio organizó un operativo para capturar a los causantes de su estado, la rabia lo cegó y no le importó las normativas, incluso desafiando a las advertencias de otros federales, logrando tener a cada uno de la banda a su merced, mandarlos a la cárcel y él, recibir las suspensiones por desobedecer, pero era lo que menos le importaba.

—Kovacs dijo que extraña tus regaños cuando agarraba tu vodka a escondidas, ¿sabes? Ahora está que los conserva como un trofeo, diciendo que así podrás contarlos y que pedirá permiso a la próxima. -contó, sonriendo divertido. Observó el rostro pálido del comisario, como si solo durmiera y pronto le diría que se callara. —Jack se acostumbró tanto a su saludo mañanero que no puede evitar repetirlo cada mañana inconscientemente, pero luego se disculpa y se dedica a trabajar en lleno.

Hizo una pausa, apretando sutilmente su mano. Los latidos de su corazón se observaban en la pantalla, evidenciando con continuaba vivo todavía. —En el norte, también se preguntan diariamente por ti, incluso te visitan y brindan por tu pronta recuperación.

"Y muchos han perdido la fe", pensó.

Se levantó, caminando hacia el ventanal y abriéndolo ampliamente, notando los rayos del sol entrar y llegar hasta el regazo de Volkov, Horacio sonrió, mirándolo de reojo y luego posar su mirada al cielo despejado de la mañana. Suspiró.

—Como nunca el sol hizo presencia, ¿qué significará?

No obtuvo respuesta, aun así, imaginó que Volkov le sonreía, negando con la cabeza.

Porque eso haría.

[•••]

Como costumbre, Horacio regresó al día siguiente, con un pequeño ramo de flores en sus brazos, junto a una pequeña radio para que el silencio no fuera lo único que lo rodeara durante el día, acomodando las flores en el jarrón y percatándose de que el respirador fue retirado del rostro del comisario, aliviándose.

"Solo te falta despertar".

Se acomodó a su lado, abriendo un libro que pilló de la biblioteca de su oficina, en un intento de no aburrirse y comentarle en bajito lo que pensaba. Reiteradas ocasiones le pidió disculpa a Volkov por ser tan hablador, sin embargo, creyó que hacía bien y siguió haciéndolo.

La suave melodía de una guitarra acústica se empezó a escuchar por la radio, percatándose de lo familiar que sonaba esa canción y sonrió, continuando su lectura.

—"You are my sunshine, my only sunshine, you make me happy when skies are gray..." -tarareó, mirándolo de reojo. Su ánimo decayó un poco, sin lograr continuar la lectura y dejándolo. —¿Algún día vas a despertar?

Horacio deseaba que lo hiciera pronto, extrañaba su mirar molesto sobre él, las sonrisas que le dedicaba tras cada patrullaje, las salidas a beber algo en un tiempo libre, pasar un tiempo en su departamento, debiendo de una copa de vodka, aunque no le gustara ya. Lo soportaba.

Aquellas costumbres estaban desapareciendo y odiaba, no sabía qué hacer, no quería volver a la monotonía.

Y es que Volkov abarcó cada rincón de su vida sin querer, eran los dos o nada, no podía continuar sin él a su lado.

—"In all my dreams, dear, you seem to leave me when I awake my poor heart pains" -volvió a susurrar las últimas estrofas de la canción, antes de que terminara, tomando su mano. Agachó la cabeza, en un intento de rezar.

Sus sentimientos hacia al comisario continuaban tan puros como el primer día, no le molestaba ser solo amigos, así acordaron hace un tiempo atrás y estaba más que feliz, porque podía seguir siendo igual sin que algo en los dos cambiara. Y por eso, con más ganas, pedía que volviera.

—"Please don't take my sunshine away". -susurró mirando al cielo, luego a Volkov.

Pronto, el agarre de su mano lo asustó, llenándolo de esperanza y volteando a observarlo, deseando que lo volviera a hacerlo.

—Por favor. -rogó y unos segundos bastaron, para que sintiera de nuevo el apretón. —¡Volkov!

Horacio salió disparado de la habitación en busca de los médicos, al mismo tiempo que los ojos del comisario se abrían lentamente.

El moreno volvió, los médicos se percataron que había despertado y la emoción del agente no pudo más, gritando en alto su nombre.

Volkov dirigió sus ojos hacia a Horacio, estrechando su sonrisa aun más. 

Quedaba Volkov para mucho más.




N/A

AYYYYY QUE BONETOOOO (si, que bomnito)

Pero lo prometido es deuda.

-Ker

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