Chapa militar [OS Volkacio]

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El silencio alrededor era ensordecedor y muy incómodo, causando estragos de inseguridad y torpeza al joven de cabellos rubios platinados, dando pasos a ciegas en medio de la densa niebla del bosque en busca de la persona que lo guiaba. Estaba solo, ni su madre, padre o hermanos podrán acudir a su auxilio.

"Es un sueño", se repetía en su cabeza, creyéndose de que lo era.

Pero era una realidad que deseaba despertar.

El graznido de los cuervos y sus alas revolotear a su alrededor moviendo las hojas de los árboles lo alertó, deteniendo sus pasos y dejarse caer al rocoso suelo tapando sus oídos como pudo. El entrenamiento era drástico para un inexperimentado joven de dieciocho años y nadie podía sacarlo, no podía escapar hasta prepararse y tener el visto bueno de sus maestros y para la sociedad, caso contrario, debía mantenerse más tiempo dentro de esta academia militar.

"Está en el gobierno, debe cumplirse".

Pero él nunca deseó esto, lo hizo por desesperación, por hambre, por su familia.

Tenía que pasar esto para poder encontrar trabajo, ¿a qué costo? ¿A su salud mental? ¿A su conducta? ¿A su personalidad?

¿A renunciar a su vida y a su yo propio?

Pronto el viento embraveció, levantando las hojas secas de su alrededor, moviendo bruscamente las ramas débiles de los troncos de árboles que lo rodeaban y entonces sintió miedo, miedo de sentir que moriría o no resistiría a ser muy débil, más que sus hermanos.

Sin embargo, vio una luz y esa luz le tendió la mano, justo que pensaba tomarla un sonido irritante sonó a su lado derecho.

Pronto se vio envuelto alrededor de su habitación en su minimalista departamento monótono, algunas lágrimas escapar por sus ojos a primeras horas del día, una alarma sin dejar de sonar y tras ello un trabajo al cual acudir como siempre. La misma rutina y mismo trato.

Soltó un cansado suspiro antes de incorporarse y quedarse sentado al filo de la cama, secando sutilmente sus lágrimas antes de impulsarse y continuar su día.

O tal vez no tanto.

Suaves toques en su puerta, seguido de unas risitas que logró alcanzar escuchar su colaron por sus oídos, en medio de su vestir y caminó con la camisa a medio abotonar, encontrándose con la imagen de un joven chico de cresta rojiza y tez canela, sonreírle con firmeza y trayendo entre sus manos un presente. Tenía el empaque de un costoso vodka que siempre frecuentaba beber, sorprendiéndolo.

—¡Buenas, comisario! Yo, eh, me enteré que ayer fue su cumpleaños y yo.... Deseaba darle un regalo, aunque sea un poquito tarde. –explicó, Volkov observó los orbes bicolores del menor brillar en cuanto alzó el regalo. —Acéptelo por favor, sé que le encantará su contenido.

El ruso, algo desconfiado, salió un poco de su departamento y observó a ambos lados del pasillo y notó que estaba solo, devolvió su vista al frente, esbozando una diminuta sonrisa al menor y aceptándole el presente. Había desaparecido desde ayer para no tener que soportar regalos y gritos deseándole un feliz cumpleaños adrede, más de su jefe y sus compañeros del CNP, pero no contó que uno de ellos fuera muy determinado y fuera hasta la puerta de su piso a entregarle su obsequio, uno que aceptaría sin dudar y Volkov solo podía sonreír.

Porque a ese chico no podía decirle que no, de algún modo lo veía tan dispuesto a todo y sin recibir un no como respuesta que lo obligaba a actuar de manera voluntaria a lo que necesitara, dependiendo de la situación en la que se encontraran.

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