[OS] Una noche de tragos

530 54 4
                                    


—Y si te digo que te quiero, y si te digo que te amoooooo. Que eres el amor de mi vidaaaaa.

Los gritos eufóricos de Horacio se escuchaban por todos los altavoces del bar, haciendo reír a cada uno de los presentes mientras disfrutaban del espectáculo que el agente del FBI montaba, cantando con sentimiento frente al escenario, muchos uniéndoseles en coro o aplaudiendo, igual de borrachos como para importarles perder cara.

A un lado de la tarima estaba Collins y Ebaristo, ambos habían asistido por petición de Horacio para festejar su cumpleaños, aunque hubiera pasado ya una semana de él. "Es mi cumpleaños hoy y se festeja", fue el único argumento del agente para que los dos hombres asistieran.

Estaba atentos, bueno uno de los dos, el otro estaba silbando al "cumpleañero" y apoyándolo con gritos eufóricos, mientras que Horacio continuaba cantando a todo pulmón, desahogándose esa noche con una letra que no era, pero acoplaba al ritmo de la música.

—Te extraño todo el díaaaa, me pregunto cuando vuelveeeesss a miiii.

—¡Estoy harto, joder! -Collins se levantó, molesto y sacó su celular, marcando un número en específico. —No sé cómo tú lo haces, pero yo no aguanto, mis oídos sangran.

—Pero vamos a ver, ¡es su no-cumpleaños! -exclamó Ebaristo, riendo con las ocurrencias de su amigo. Jaló del brazo de Collins para sentarlo de nuevo, sin conseguirlo. —No llames al aguafiestas, déjalo ser feliz.

—Será más feliz con él a su lado, créeme.

No tardó más de cinco minutos en intercambiar palabras por celular, sentándose cómodamente en su silla y tomando de su copa, sonriendo divertido mientras Ebaristo lo observaba con sospecha.

Horacio no se detenía, continuó cantando más canciones, inventándose la letra mientras otros borrachos se abrazaban a sus lados, balanceándose de un lado a otro y a su mismo compás, tarareando como completos borrachos en pleno despecho amoroso.

—Devuélveme el corazón! No quiero vivir asíiiiiii.
Las puertas del bar se abrieron de par en par, la música no paró, todos estaban demasiados borrachos para asustarse que las dos autoridades de la LSPD estaba presentes a altas horas de la madrugada en el bar más problemático de Los Santos. Ambas autoridades escanearon el sitio detalladamente, encontrando el gesto de copa alzada de Collins y su dedo señalando el escenario.

El más alto de los dos miró de inmediato al escenario, escuchando la risa de Kovacs a su espalda y éste llevando su mano a su rostro, negando con la cabeza.

Horacio se dio cuenta de las nuevas personas en el bar, brillándole los ojos al verlo a él en específico y, entre tambaleos, saltó del escenario, cayendo de rodillas y riendo. Volkov corrió de inmediato a auxiliar al borracho, mientras que Collins aprovechó para empezar a grabar.

"Esto será un goce", pensó.

—Volkoffff -arrastró la última letra, acercándose al rostro del comisario, quien lo alejó y lo aprontó a levantarse. Lo hizo, sin poder mantenerse en pie por mucho tiempo y sosteniéndose de los hombros del ruso. —¡Es mi cumpleaños!

—¿Cómo? Si lo fue hace unos días. -las manos de Horacio tomaron el rostro de Volkov, aquel comenzó a ponerse nervioso. —Horacio...

—Lo quiero mucho.

Aquel sonrió. —Lo sé.

—¿Me quiere? -asintió con paciencia, mirándolo fijo tras sus gafas.

—Lo quiero, venga, necesita dormir.

—¿Me ama? Porque yo sí, ¡hasta el fin del mundo! -exclamó abalanzándose hacia el comisario, frotando su mejilla en su hombro, respirando el perfume de Volkov. Aquel alzó sus hombros, sintiendo cosquillas. —Huele rico.

—Horacio por favor. -pidió en un susurro, volteando hacia Kovacs, este con una mano en la boca, intentando aguantar la risa. —Y usted deje de burlarse y ayúdeme a llevarlo al coche.

Asintió, pero Horacio insistió en quedarse junto a sus nuevos amigos, quienes con la mirada gélida de Volkov les indicó que no se acercaran. Acataron la orden. Collins también dejó de grabar, retirándose detrás junto a Ebaristo, quién decidió irse por su lado a descansar de una vez.

Horacio tambaleaba en el camino, siendo sujetado por el mayor en todo el rato, sin dejar de escuchar lo mucho que lo quería. Un Horacio fuera de su faceta dura, uno que Volkov conocía y ahora, conociendo al menor, iba a morir de vergüenza mañana. Y estaría ahí para recordárselo.

Volkov dejó dentro al agente, volteando hacia los dos oficiales. —Bien, me lo llevo.

—¿Está seguro de no necesitar ayuda luego? Horacio pesa un montón.

Collins rió, palmeando el hombro del otro comisario. —Venga, deja que se encargue de él, al fin y al cabo, es su esposo.

El rostro de Volkov se sonrojó, aun no se acostumbraba de ese término.

Volteó a observar el rostro dormido de Horacio en el vehículo, sonriendo y soltando un suspiro.

Al subir, comenzó a manejar en dirección a la casa del menor, donde se estaba quedando últimamente, aun estaban en proceso de comprar su nueva casa y por mientras pretendían usar la del menor como punto fijo hasta irse a su sitio ideal. 

Sin dejar de observar la carretera, llevó su mano hacia su rostro y apartó algunos mechones de su frente con suavidad, escuchando los murmullos que soltaba de vez en cuando. Sonrió, recordando sus últimas palabras.

—Yo también lo amo, hasta morir, H. 


Un poco de OS's ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora