[OS] Horacio y Elena (amistad)

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Basado en mi idea: 

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AU Horacio y Elena (amistad e.e)

La alerta roja se decretó en la ciudad de Los Santos, preocupando a cada civil ante la nueva amenaza de peligro y los riesgos que corrían al estar envueltos en un nuevo operativo contra las mafias. Aun así, la LSMS, tanto norte como sur, estaban preparados para recibir a los nuevos abatidos, esperando en la entrada de emergencia, entre ellas Elena Caselli. Su mente divagaba en cuanto al operativo, solo pensaba en una persona que estaba en eso y temía por su vida.

Había escuchado que el FBI también actuaría en conjunto con la LSPD y LSSD, ahora que conocía la verdadera identidad de su nuevo amigo y lo que hacía, los nervios a flor de piel por preocuparse por él se intensificaron. Recordaba perfectamente aquella conversación donde él preguntaba el motivo del por qué trabajaba, si era feliz, si lo escogió por voluntad propia, escondiendo su dolor tras sus palabras.

Ella apretó sus manos en puños, siendo consolada por su esposo, Gianmarco, con una sonrisa como solía hacerlo y besando sus mejillas antes de desaparecer para atender a un accidentado.

Aunque consiguió calmarla, estaba en la expectativa de cualquier indicio de su presencia y atenderlo de inmediato. Había sido designada por él y su jefa, pese a que su área de trabajo era otro en esos momentos.

Esperó por tres horas, tres interminables horas donde la angustia crecía, se distrajo con otros pacientes y ayudando a quien fuera en las calles, sin llegar a ser suficiente.

Por otro lado, la policía entraba y salía del hospital, traían a heridos de gravedad y entre ellos no estaba Horacio.

Los sheriffs hacían lo posible por sacar de en medio al agente del FBI que se encontraba moribundo, intentando apenas mantener su postura agachada y sin dejar de apuntar al frente por si los últimos mafiosos que quedaban lo atacaban. Tanto Miller como Collins, dos de tres sheriffs en pie, lo vigilaban.

—¡Horacio atrás! –gritó el rubio con cierta preocupación, auxiliándolo y abatiendo a otro sujeto, según tenían conocimiento, ya quedaban dos por abatir y eran los francotiradores situados alrededores. Collins se acercó al malherido cuerpo de Horacio, intentando sacarlo de ahí, pero la insistencia del agente en quedarse fue más.

—¡No! Me moveré de aquí hasta que todos hayan muerto. –sentenció con una mueca de dolor, sosteniendo su vientre y ejerciendo presión para que la herida dejara de sangrar. Los ojos horrorizados de Collins lo obligaron a tomar una decisión.

—Vamos, estas muy herido, si sigues así no aguantaras. –protestó, recibiendo una negación con la cabeza. —Horacio, no quiero verte morir aquí, no hoy.

Una sonrisa apareció en el rostro de él en medio de su dolor, mirándolo detrás de su pasamontaña. —No moriré, lo prometo.

Pero las promesas se rompen... ¿no?

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