[OS Volkacio] Amar no lo es todo

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Ah, el OS por el que casi me linchan en Twitter, que recuerdos :D




"Horacio se ha casado".

"Se lo ve feliz con ella, parece una linda chica".

Volkov sostenía con fuerza la copa de vodka frente a él, mirando desde lejos la pareja recién casada interactuando con naturalidad, alegres, felices y llenos de energía. Su postura encorvada ayudaba a esconderlo un poco de las miradas curiosas, seguramente de algún chismoso que supo de su relación. Conway a su lado conversaba con Greco sobre la felicidad que irradiaba el menor, aturdiendo al miserable comisario que se retorcía en su interior.

Lo sabía, sabía que algún día Horacio se cansaría de él, incluso aceptó cuando lo vuestro llegó a su final y se culpaba por ser tan frío, tan poco expresivo y perderlo. Pero jamás imaginó que el día llegaría.

Bebió lentamente de su trago, sin disimular el dolor que traían sus ojos azules grisáceos al ver la escena. Unos ojos que ya no lo admiraban a él y las caricias que tampoco tuvo derecho de sentir una vez más.

Recordó aquel momento donde se encontraban recostados en el sofá cama de su departamento y viendo una película que desconocían. Estaban más concentrados en amarse, en sentir sus pieles tocarse, en el calor que brindaban sus manos juntas. En los besos y la manera de mirarse. No solo uno, sino varios.

Despertar solo, luego de tantos años juntos, era una verdadera tortura que nunca imaginó pasar. No otra vez.

¿En qué momento se perdió la magia? ¿En qué momento se acabó lo suyo?

Apretó la copa con más fuerza, capaz de romperlo si no fuera por Greco que notó la ira del comisario, apartándolo y obteniendo su atención.

—Volkov, coño si no querías venir y sufrir, era que no aceptaras. -maldijo por bajo, aquel no respondió. —Venga, vamos a fumar.

—De aquí no me muevo, Greco. -pronunció lento y molesto, mirando a su superior y compañero. —Lo debo afrontar, a mi modo.

—Si tú lo dices.

Los ojos del comisario junto al resto se dirigieron a la pequeña tarima donde estaban sentados la pareja recién casada. Horacio incluso había cambiado su cresta por un corte más formal, dejando crecer su cabello a sus laterales rapados y miraba con un brillo indescifrable a su esposa, aquella se lo devolvía de la misma forma, rozando sus manos y viendo el anillo brillar.

Sintió envidia, odio, pero consigo mismo.

Volkov dejó de sentir rabia, permitiendo que la tristeza lo dominara de a poco al igual que sus recuerdos.


«Frente a la playa que murmuraron su primer te amo, ante al suave atardecer y la brisa marina recorrer sus cuerpos, Volkov sacó de su bolsillo aquel anillo plateado que, con tanto esmero, escogió y llamó la atención de Horacio, mostrándole la joya frente a él. Aquel lo observaba sorprendido, incapaz de murmurar alguna palabra para no romper el momento.

—No soy bueno hablando, pero haré mi mejor esfuerzo para que este momento sea nuestro, H. -se detuvo, buscando su mano con cariño, acariciándolo y mirándolo tiernamente. —Ante todo el tiempo que hemos estado juntos, ¿sería capaz de permitirme continuar a tu lado sin importar los demás para seguir amándote cada día más de nuestras vidas? 

Y la respuesta era clara. Horacio dio el sí, abalanzándose sobre el comisario y repartiendo pequeños gritos cerca de su oído y fundiéndose en un profundo beso que los dejó sin aliento.

—Claro que me casaré contigo, comisario bombón. Seré capaz de todo por ti.»


"Mentiroso", pensó Volkov y la voz de él inundó toda la estancia.

Por unos segundos Horacio intercambió mirada con el comisario, recuperando la compostura antes de hablar. —Quiero agradecerles a todos por asistir a esta pequeña celebración junto a mi querida esposa, desde el fondo de nuestros corazones estamos felices de pasarla a su lado, en familia. -la voz grave de él se colaba por los oídos de Volkov, llenándolo de incertidumbre. —Esto es una nueva etapa para nosotros y ustedes son importantes, así que solo esperamos que disfruten del banquete y se unan a nosotros a la pista de baile, muchas gracias.

Volkov desistió ante la idea de quedarse más tiempo, todos empezaban a dispersarse y muchos iban a felicitar a los recién casados. Él no podía, no tenía fuerzas ni de continuar respirando el mismo ambiente.

Así pudo haber sido su boda.

Pero lo arruinó, siempre arruinaba todo.

Se levantó de su asiento, rindiéndose de seguir un segundo más aquí.

Pero su voz, fue su voz lo que lo detuvo y le dio fuerzas, incluso su agarre se sentía lejano. Su cuerpo giró lentamente enfrentándose al chico que obtuvo su atención desde el primer momento, a quién se arriesgó a amar cuando el riesgo de perderlo era mayor. A quién entregó todo lo que pudo, sin llegar a ser suficiente. Quién llenó de dudas por su maldita forma de ser, pero ahí estaba, pidiendo una atención que no creyó merecer.

Horacio tampoco podía dejar de pensar en aquel hombre frío que llenó su corazón, que lo amó a su manera, lenta y dolorosa que creyó que podía soportar. Incluso, aun no podía olvidarlo. El primer amor nunca se olvidaría. 

El mundo se detuvo para los dos, ambos dibujaron una sonrisa triste en sus rostros. —Hola, Volkov. –murmuró el recién casado, sin esconder la tristeza en sus ojos.

Pero Volkov no podía aparentar más. Algunas lágrimas se habían deslizado por sus mejillas en cuanto su mano lo tocó. —Hola.

—Gracias... por venir. –agradeció en un hilo de voz. Tras dos años sin saber del uno al otro, los sentimientos seguían vivo en ambos, ardiendo en sus pechos. No se iban ni aunque el tiempo pasara. Pero Horacio no lo había detenido para agradecer, sino para entregarle algo que no merecía tener.

De su bolsillo sacó su mayor tesoro mejor guardado, aquel anillo de plata que le dio en la playa, que prometía amor y no pudo cumplirse. Volkov miró el objeto frente a sus ojos, incapaz de ocultar la realidad de lo que significaba eso.

No lo quiero, no...

—Sé que estoy casado, pero no he podido olvidarte. Yo necesito dejar las cosas en paz para poder amar a mi esposa como lo merece. –empezó Horacio, aclarando su garganta. —Es por eso que vengo aquí, a terminar con todo. A soltarnos.

No...

—Es correcto. –murmuró Volkov sin saber qué decir, no lo iba a detener, no podía. Estaba demasiado lejos de él y no se veía capaz de arruinar su nueva felicidad.

Horacio respiró profundamente antes de acercar sus manos temblorosas en busca de la mano de Volkov, depositando aquel aro frío sobre la palma y cerrarlo lentamente. Así permanecieron por unos segundos, mirándose fijamente. Una despedida que solo ellos entendieron.

—Espero que encuentres a alguien que te ame como yo lo hice. –deseó con todas sus fuerzas, apretando su puño antes de alejarse. La sensación de calidez se desvaneció de su piel. Horacio sonrió con tristeza, dejando que sus lágrimas brotaran de sus ojos. —Gracias por todo, Volkov.

Aquel sonrió, feliz y en calma. Ya no había dolor, en sus ojos solo había paz y era suficiente.

Y Volkov se rindió, sonriéndole de vuelta entre lágrimas.

Porque no es suficiente con amar, no es suficiente con tener a alguien a tu lado y que soporte todo de ti sin poner de tu parte. A veces, el amor no puede funcionar para curar las heridas internas de una persona, a veces, es mejor dejarlo ir antes de destruirlo aun más.

Y Volkov lo entendió, Horacio será aquel amor que tuvo y lastimó, comprendiendo que no todo se podía tener en la vida. 

No te obligaré a quedarte conmigo.

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