[AU Volkacio universitario 3/3] Recuerdos

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Ocho años después.


Actu: por qué cojones le puse tantos años... weno, ahí queda




La música sonó en los altavoces de la radio, el único artefacto que Víktor conservaba con vida desde que se lo regalaron sus padres, sorprendiéndose por agarrar emisoras que creyó no encontrar, tocando canciones actuales.

"Bueno, las radios no se iban a quedar atrás".

Intentaba terminar de arreglar sus maletas en el pequeño armario de su departamento, finalizando su último equipaje y suspirar, tumbándose un rato en la cama y observar con atención el techo, perdido en sus pensamientos.

Finalmente había vuelto a Los Ángeles.

Alcanzó su celular a un lado de las sábanas, mirando los últimos mensajes de Jack recordándole de su primer día de trabajo en su empresa, recién llegado de Rusia, tenía madera para ayudarle un poco en administración y luego buscar su camino en otra parte. No iba a mentir que no estaba entusiasmado, pero también estaba nervioso.

Había abandonado su país por un motivo: la libertad. Sus padres impusieron sus estudios y no los odiaba, encontró algo bueno estudiando administración y su talento. Pero no lo agradecía del todo.

Encontró amigos en quien confiar, que demostraron que no le importaba de dónde venía, sino quién era y cómo actuaba con ellos, que en la actualidad los continuaba conservando. Y encontró el amor, un amor que no supo cuidar en su tiempo, sin embargo, no dejaba de estimar al moreno que le mostró más colores de lo que él pudo imaginar alguna vez en su vida.

¿Si se llegó a enamorar luego de él? Lo intentó, pero no fue lo mismo y decidió mantenerse en soledad. No podía mentir a su corazón, continuó extrañando a Horacio cada día de su vida.

Giró su cuerpo, dejando caer su vista en aquel paquete extraño que Horacio le entregó en un momento a solas tras su regreso y que no abría aún, sin evitar recordar su trato, tan distante y a la vez cercano. Había esperado todo este tiempo para entregarle y tras ello se esfumó, ni tiempo tuvo de admirarlo. En sus ojos notó que no sabía cómo actuar frente a él, mientras Volkov lo único que esperaba era un abrazo, estaba ilusionado con su encuentro, pero no recibió nada que le permitiera mantener esperanzas de recuperar lo perdido.

Así sea su amistad, lo quería a su lado.


—Acéptalo. -susurró, entregándole el pequeño obsequio. Horacio lo miraba con tristeza, sin comprender lo que pasaba.

Volkov recordó ese mirar cuando se fue del baile, cuando le dedicó la última sonrisa que vería de él antes de marcharse y su cuerpo tembló. Lo aceptó.

—¿Qué contiene? -susurró con un leve temblor en su voz. El Periodista rascó su cabeza, notando que había dejado de teñirse el pelo y dejándolo crecer, volviendo a su cabellera castaña clara y su peinado de lado. Tal cual lo conoció el primer día.

Horacio había sentido libertad cuando estaba con Volkov, de ser el mismo y fue a su lado cuando se hizo la cresta, pero cuando se fue, decidió borrar todo rastro de esos recuerdos, aunque le doliese el corazón.

—Un detalle, ábrelo cuando estés en tu departamento.


Volkov se levantó, dispuesto a rasgar la cinta sobre la caja y pronto deseó no hacerlo. Los recuerdos llegaron de golpe al ruso, abrumándolo y notando a un costado algo brillar con intensidad, plateado, un dije del sol.

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