«Hey, querido, aquí estoy» -OS Volkacio [Ending]

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Y como diría el Roier: Y bueno, hemos vuelto gente
Ya, ambientado al rol actual (Creo) y pues el resto es no-canon porque ya no sigo el rol, pero me informo por twitter y quise crear algo angst por voluntad propia.

No he escrito en tiempo, así que lo que leerán a continuación es trabajo humilde.


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Advertencia:

Contendrá un momento de ataque de pánico/ansiedad, recuerden que esta situaciones pueden ser distintas en las personas, asi que pido comprensión.

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Finalmente lo que pensó que nunca tendría en su vida, después de tanto tiempo ahogado en el dolor, pérdidas y decepciones, una tras otra, su día llegó. Estaba sintiendo la emoción y el sentimiento profundo de estar haciendo lo correcto y su corazón latía rítmicamente a medida que sus nervios aumentaban de solo pensar que estaría en el altar. Rodeado de sus seres queridos, alado de él. 

Junto a Volkov, junto a aquel hombre que jamás esperó terminar de esta forma. 

Mirando su reflejo, creyó notar a aquel joven chico incrédulo de sonrisa despampanante con cresta rojiza posando orgulloso al portar su uniforme de policía en su primer día de trabajo, también vio como aquel chico se esforzaba en mantener esa sonrisa día tras día hasta que flaqueó y pronto se convirtieron en mueca, en alguien herido físico y mentalmente. Y después nada.

No hasta el inicio de su sufrimiento y reencuentros que pensó que se quedarían, pero lo abandonaron y sus fantasmas rondaban tras suyo.

Pero, también visualizó detrás suyo al hombre que llegó a por su ayuda, que incluso lo miraba con intensidad, un mirar que no identificó de primeras, también un ceño fruncido y arrepentimiento en sus ojos. Luego cambió al hombre que ama y que despertaba a su lado cada mañana y se veían juntos frente al espejo, deseándose buenos días y prometer volver al final de la tarde para descansar en casa.

Y hoy, oficializaba su ya creado hogar junto al amor de su vida con su unión ante el cielo y ante su familia. Tomando un suspiro, Horacio arregló los bordes de su traje blanco y sonrió con genuina felicidad ante su reflejo, esperando el coche que lo llevaría a la iglesia.

Sus pensamientos se dirigieron al último suceso que tuvo en una, sacudiendo su cabeza ferozmente y volviendo a retocar su cresta, no tenía que pensar en el pasado en este día importante. Ya lo superó, podía volver a pisar uno sin tener miedo de las represalias. Estaba a salvo, si era junto a Volkov se sentía seguro.

—Es hora de irnos, jefe. -la voz de Alanna se escuchó detrás de la  puerta, Horacio salió de sus pensamientos y suspiró una vez más, asintiendo a sí mismo por última vez antes de salir y prepararse. Alanna como siempre lucía preciosa, pero tan delicada y ansiosa como una niña pequeña que no contenía sus emociones. Más cuando sus jefes se casaban.

Para ella, los consideraba sus padres y el estar presente era un orgullo y una gran gratitud permitir acompañarles en su día. Le ofreció a Horacio su brazo y éste la aceptó, demostrándole sus nervios, sin embargo, la felicidad que desbordaba sus bicolores ojos era aun más notable. Llenos de amor e ilusión.

Como salieron de la casa, se subieron al coche, sin dejar de darse apoyo y esperando pacientemente su llegada a la iglesia que rebosaba de colores por las flores y decoraciones. La habían reservado con tanto tiempo que se permitieron decorarla un poco para ellos y sentirse cómodos. Detalles que se encargó Volkov mientras que Horacio detallaba lo demás. El federal miraba desde lejos como algunos invitados estaban terminando de arreglarse en sus lugares y otros conversaban fuera.

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