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Haldîr saludo con esa reverencia singular de los elfos y luego se retiró, no sin antes sonreirle a Gîlthiel.

—¿Nuevos amigos? —preguntó el anciano de ropajes gris.

—Mithrandir —saludó ella al anciano a quien no habia prestado atención al llegar.

—He vuelto Dama de Fangorn y esta vez para llevarte a tu proxima aventura —los reyes hicieron acto de presencia con ellos.

—El bosque verde espera —escuchó a su tío.

—Siempre es mas como una prueba a ti misma, vencer el miedo ahí, será el ultimo peldaño para que seas como los tuyos —continuó la Dama.

Ella no se negó.

Y tras un par de horas se encontraba lista para partir, le acompaña una capa elfica originaria de ahí, un traje confeccionado para ella una blusa y un pantalón, botas y lo mas importante.

Nuevas y hermosas armas como regalo de su familia.

Dejando cualquier deceo de quedarse partió a pie con aquel señor. Era mas importante su transformación que una despedida momentanea.

|°…

—Bienvenida a El Bosque Verde, hogar de los elfos sindar, hogar de la belleza —señaló el anciano.

Gîlthiel miró el bosque, hermoso y verde, con singulares árboles.

Cinco horas después de estar caminando dentro, ella se sobresaltó. Algo se deslizaba entre las hojas del boque, saltaba y causaba un escándalo.

Posicionó una flecha en su arco, no sabia como disparar mas sin embargo le pareció algo facil cuando vió a Haldîr y Elí hacerlo.

Mithrandir la dejó hacerlo, el ya sabia quien les estaba rodeando, de igual manera no temió en que ella lo lastimaria pues era imposible ya que con simplemente ver el agarre de sus armas supo que no había problema y entonces se sentó en una roca a fumar de su pipa.

Cuando el escandalo se escuchó llendo es esa dirección, ella disparó. Pero la flecha solo quedó clavada el el árbol a su izquierda.

—¡Heeee, hooo!, alto, alto —se escuchó una voz y finalmente un par de liebres saltó de entre los arbustos y luego cuatro más tras estas.

Apareció un trineo y un señor sobre el.

—¡Mithrandir! —exclamó feliz de verlo.

El mago sonrió y señalo con la cabeza a la elfo, el señor escudriñó en su bolsa antes de acercarse a ella.

—Bueno, joven elfa, bienvenida a mi bosque —sus manos guardaban algo y esperaban a que las de la joven lo recibieran.

—¿Usted es el Rey de aquí? —preguntó y extendió sus manos dispuesta a recibir lo que fuese que el anciano queria entregarle, ambos ancianos rieron.

El señor depositó suavemente aquello en las manos de la joven. Gîlthiel inmediatamente miró aquello. Un pequeño animalito se acomodó en sus palmas.

—¿Que es? —.

—Una ardilla del piso, una ardilla bebé, de esas que se mantienen mas en el suelo que en los árboles —respondió— bueno respondiendo a su pregunta —caminó hacia Mithrandir y sentó junto a el— no soy el Rey, soy el protector de la fauna del bosque. El Rey vive mucho más al norte con su hijo, rubio ojos azules, engreído

—Si te escuchara ahora mismo te cortaría la cabeza Radagast —le contestó Mithrandir.

—No le temo a Thraundil y la bola de engreidos que le rodean —volvió a repetir, bajó la voz mientras la joven veia atenta a la ardilla en sus manos— además a dejado que las plagas infecten el bosque, el hogar de miles de criaturas.

—¿De que hablas viejo amigo? —.

—Arañas de Dol Guldur se han expandido en las faldas de las montañas y su extensión se está apoderando del bosque —…

—Entonces —interrumpió la voz de Gîlthiel— ¿Cual es la lección con esto?, por que lo unico que me hace saber es que el sueño es contagioso—.

—Bueno, la lección es aprender a conectar con la naturaleza —.

—¿Tendré que criar a esta cosita? —preguntó.

Ambos señores asintieron, algo más chilló entre los árboles y entonces el mago Gandalf se acercó a ella y la empujó suavemente para que caminara.

—¡Vamos corran! —exclamó Radagast— ¡Fue mala idea vernos cerca de estas tierras! —.

Gîlthiel arrancó la flecha del árbol y se echó a correr tras Mithrandir y tras ellos les siguió el mago en su trineo.

—¿¡Que son!? —preguntó Gîlthiel.

—¡Arañas, inmensas y horribles arañas! —contestó Mithrandir.

|°…

Resonaba la agitada respiración de los dos. Mithrandir y Gîlthiel quienes corrían a todo dar.

Pero tras una mirada atrás Gîlthiel tropezó con una roca y calló. Una de esas cosas saltó desde lo alto y se dispuso a picarla pero un horrible chillido se escuchó y seguido como todo sonido se alejaba. La araña calló cerca de los pies de la joven.

—¿Que? —Gîlthiel se levantó y sin consiencia alguna sus manos se habian vuelto duras como roca.

Ella le clavó la espada la cual era estrangulada en su mano derecha.

El mago le sonrió y la pequeña ardilla en su mano izquierda chilló.

—Vamos, no es seguro aquí —les llamó Radagast.

|°…

Una puntada mas y estaba listo. El señor volteó y se lo entregó a la joven elfa.

—Esto puedes atarlo aquí o colgarlo aquí —señalo su abdomen y le entregó un pedazo de tela mal cocida.

—No servirá de mucho —respondió ella.

—¿Y si tejo un sombrero para ti? —volvió a decirle el señor.

—Ya se —Gîlthiel tomó un trozo de tela y una aguja e hilo.

—Bueno, quedate aquí dentro haciendo eso y yo iré a dar una vuelta —Radagast tomó su sombrero y salió.

La pequeña ardilla en el nido despertó al igual que el ave en el siguiente nido.

Ella sólo se dedico a tejer lo que quería. Una pequeña bolsa que pudiera atar a su cadera para guardar ahí lo que quisiera aunque por el momento sería para la ardilla.

Escuchó el trineo del mago irse y seguido silencio. Completo silencio.

Al rededor solo se escuchaba el viento y las hojas sacudiendose. Tomó lo que tenía y se sentó afuera. Miró todo al rededor, la luz del sol se colaba entre los arboles y bañaba ciertos puntos haciendo un paisaje hermoso ante ella.

Hyellen.

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