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—¿Âdar? —interrumpió la voz de Legolas.

El rey Thraundil se irguió un poco más y su mirada se transformó a una autoritaria, aún inspeccionaba a la elfo.

—¿Me mandó a llamar? —interrumpió Tauriel ascendiendo por las escaleras.

Llevaba en sus manos las armas de Gilthîel. Thraundil asintió y se acercó lentamente para poder tomar la espada de la joven.

Desenfundó con elegancia la brillante y afilada espada e inmediatamente supo de donde provenía.

—Comunidad Eldar —dijo y Legolas tensó la mandíbula— armas forjadas para los descendientes de los grandes líderes.

Tauriel miró con asombro a Gilthîel, pues está no tenía indicios de ser alguien importante pues no vestía telas finas ni joyas que indicaran su procedencia y rango.

—Te daré la oportunidad de excusarte, sin embargo vas a tener que decirme un pequeño detalle y creo que sabes cuál es —.

Gilthîel curvó el entrecejo, sabía que el rey cuestionaba por qué los enanos estaban cruzando su bosque.

—Os aseguró mi señor, no represento ningún peligro para ustedes ni mucho menos mis amigos enanos —se atrevió a defender.

—Los elfos Eldar son demasiado benévolos, dan la mano sin saber que trato están cerrando —dijo el rey y deslizó sus manos por las plumas de las flechas— pero tú no eres Eldar.

Gilthîel se tensó al escuchar aquello, su corazón empezó a bombear veloz con temor a ser expuesta o a que algo más se descubriera.

—El sello personal de Lady Galadriel y Lord Celeborn yacen en ti —dijo nuevamente— ellos no tuvieron descendencia aún, pero tú llevas armas que fueron forjadas bajo luz de luna y que fueron un regalo para la descendía del pueblo de Lothlorien. ¿Quien se trata de ocultarse ante mi?, ¿A quien tengo frente a mi está noche?.

Gilthîel se mantuvo callada retando con la mirada al rey, no podía exponerse, no ahora.

—Soy capitana de la guardia de Lady Galadriel y Lord Celeborn, mis señores me honraron con estos regalos —.

El rey elfo se mantuvo firme pero su mente trataba de atar cabos sueltos para tratar de saber por qué la elfo estaba con los Eldar si no pertenecía a esa comunidad o eso exponía su escencia. Además ella tenía el sello de la familia real, algo muy extraño ocultaba.

—¿Por que acompañas a los enanos entonces? —preguntó Legolas.

Gilthîel giró un poco el rostro para tratar de mirar a Legolas quien sujetaba sus brazos desde atrás.

—Tengo una misión que cumplir —.

Gilthîel bajó la mirada con cansancio, le hormigueaban las piernas y le dolía el pecho. Sin desearlo su postura flaqueó y se precipitó al piso, Legolas afirmó su agarre y la sostuvo por lo que la elfo quedó de rodillas.

—Esta muy agotada mi señor —dijo Tauriel mirando a la elfo con el rostro gacho y débil— ella no es como nosotros ni como cualquier otra raza elfo.

Thraundil se encargó de pensar delicadamente en como proceder hasta que luego de unos segundos se decidió.

—Llevala al calabozo —pidió a Legolas— Tauriel consíguele un poco de agua.

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