Capitulo sesenta y uno

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Gracias por
mi familia y su amor.

Era aterrador, escalofriante. Aixa apretó la mano de Eldarion cuando sus pies se deslizaron en una roca.

-Mira tío -señalo este a Legolas- luz.

Habia una grieta entre la montaña, olía mal, era fría.

-Quedate con ella, no se te ocurra seguirme Aixa -pidió- escuadrón siganme.

Sus pasos no hicieron escandalo. Eran livianos como hojas al viento. El sonido de varias cadenas les alertó y apretaron sus espadas.

-No quiero morir -lloró una voz.

-Lo lamento Celen -le contesta otra voz, suavemente.

-¿Nuestra princesa logró escapar? -escuchó otra voz.

-Aquí estoy -susurró una voz.

A Legolas se le pusieron los pelos de punta, sintió un dolor en su pecho. Era la voz de su princesa.

-Rapido avancen -pidió apresurando el paso.

-Daré mi vida, estoy dispuesta a darla para que regrese -por mas que Legolas caminaba, sentía que no llegaba a ningún sitio, era confuso saber de dónde provenia su voz- confió en que mi heredero usara su corona algún dia.

-Estúpidos elfos, hombres y enanos -les insultó otra voz, orcos.

Aixa tembló levemente escuchando como dentro de la cueva se recitaba la lengua negra. Quiso correr adentro pero los brazos de Eldarion le evitaron ir.

Gritos.

Ella cubrió sus oidos.

Cadenas.

Legolas corría por ahí con su compañía. Finalmente llegó al sitio, mesas de piedras, cuerpos.

Su flecha se soltó y clavó en la cabeza de un orco. Su compañia atacó.

No había miedo solo adrenalina, ¿Donde estaba?.

Su espada se cubrió en sangre y su corazón acelerado le pedía atacar hasta que no hubiese ninguno con vida.

|°...

Después de todo no habia sido en vano la decisión de explorar mas allá de Mordor. Las montañas del sur.

Sus manos acariciaron las mejillas rojas de su princesa. Estaba ahí, viva.

Entre la emoción y enojo trató de romper las cadenas de sus manos pero no pudo.

-Estas aquí -susurró ella mirandole con cansancio, a fuerzas- al menos pude verte de nuevo.

-Escuchame -tomo sus mejillas al verla cerrar los ojos- te sacaré de aquí.

-No Legolas, yo no quiero que mi hijo sufra pero quiero que todo termine y vivan sin temor -exclamó cansada- el sigue aquí. Aldaron debe tomar su corona.

Una pequeña lagrima mojó su mejilla, ya estaba cansada.

-Le daré mi vida a cambio de que vuelva. Solo la mía -.

-La nuestra -le secundó otra voz a su izquierda. Legolas lo miró, Elí.

Legolas negó. Miró a su alrededor, su compañía luchaba por liberar las cadenas. No era posible pues el palantir no las soltaba.

-Kelen guel irnin me -sollozó.

Cerró los ojos mientras lloraba.

-¡Madre! -gritó una voz de un joven.

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