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Después de los incidentes ocurridos los días anteriores, la joven elfa no se había alejado mucho de la cabaña del mago, en ocasiones cuando ella quería ir más lejos, salía acompañada del mago quien con gusto viajaba con ella.

En uno de esos pequeños viajes Gilthîel encontró un sitio que le llamó la atención más que cualquier otro sitio visto en el bosque verde. Incluso el mago la había acompañado a quedarse unos minutos ahí pues la vio empezar a despertar otra parte importante en ella.

Pero para Gilthîel ese tiempo no fue suficiente pues había quedado impregnada en deceos por volver a ese lugar, por descubrir por que sentia que la llamaba.

La mañana siguiente el mago salió de la cabaña tallandose los ojos y bostezando. Había recibido la noticia através de sus aves, que en Rivendell lo necesitaban.

Debía decirle a la joven elfo. Pero extrañamente la encontró tranquila esa mañana, estaba sentada en una enorme roca con sus piernas flexionadas y sus ojos fijos hacia el norte.

Entonces aclaro su garganta y se sentó al pie de la roca buscando aquello que la elfo miraba. Ella no dijo nada ni reaccionó en saludar y eso confundió al mago pues ella siempre tenía un gran saludo para el mago.

—Esta despierto —susurró ella y el mago sintió un escalofrío extraño.

—¿Quien?, Querida elfo —preguntó el mago y se levantó para acariciar a sus liebres, para informarles que partirían pronto.

—No lo sé —contestó y siguió extrañamente en calma, parecia haber encontrado paz y tranquilidad— la voz susurra, esta despierto —continuó y esta vez miró al mago— lo repite una y otra vez.

Ambos guardaron silencio, el mago miró en todas direcciones buscando algún sentir extraño pero no había captado ninguna energía extraña en el bosque.

Entonces recordó lo que tenía por anunciarle a la joven.

—¿Te gustaría ir a un viaje largo? —preguntó  y la joven lo miró curiosa, aquello la había emociónado pero esta vez no había sido expresado— me han informado que Lord Elrond necesita de mi en Rivendell.

Gilthîel lo pensó, sentía aquella emoción pero desistió cuando escuchó una voz en el viento.

—Creo que esta vez voy a declinar —respondió y bajó sus piernas para deslizarse y aterrizar al pie de la roca.

—¿Te sientes mal? —preguntó el mago mirándola en alerta.

—Mi salud está bien pero, prefiero quedarme a cuidar de sus criaturas en su ausencia —respondió y el mago asintió satisfecho.

Ya había despertado el amor de la joven por la fauna.

—Esta bien, quédate —concedió— pero no vayas a alejarte demasiado, menos tan al norte —exclamó pues ahí estaba el sitio que impregnó en la joven.

Los labios de la joven mostraron una suave sonrisa, ella no quería decir nada ante algo que no estaba segura de cumplir.

El mago volvió a la cabaña y Gilthîel solo caminó hasta el trineo del mago y se aseguró que estuviese bien atado.

—Debo partir cuanto antes —le escuchó hablar mientras guardaba una que otra cosa en su bolsa.

Sacudió su sombrero, se acercó a la joven y le regaló una sonrisa.

—Que la gracia de Erú le acompañe —exclamó Gilthîel mientras veía al mago subir y sujetar las riendas de su trineo, el le sonrió.

—No estaría demás controlar esa curiosidad mi joven elfo —le recordó— volveré lo antes posible.

ELVESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora