Capítulo cincuenta y cinco

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Su llanto se escuchaba opacado ya que su rostro se encontraba sobre el pecho inerte de su esposo.

-Vuelve, no puedes irte aun debes ver crecer a nuestros hijos -sollozó.

De pronto escuchó pisadas frente a ella elevó su rostro lleno de lágrimas. Frente a ella se encontraba Iâni con una sonrisa incomoda, arrepentida, asustada.

-Deja de fingir, solo esta inconsciente no muerto -exclamó la pelinaranja, lo pensó unos segundos y al ver que ella no reaccionaba ni dejaba de llorar se arrodilló y tocó su brazo, completamente frío.

-Lo mataste -exclamó Gîlthiel con rabia y entre dientes, los ojos de la pelinaranja se cristalizaron.

-No lo hice, juro que no fui yo -exclamó al borde del llanto- Si, alguna vez quise terminar con el pero juró que cambie de opinión cuando vi lo feliz que era cuando jugaba con sus hijos. Mi objetivo jamás volvería a ser el.

Ambas permanecieron en silencio mientras las lagrimas rodaban por sus mejillas. Gîlthiel sujetó la mano de Legolas y lo miró a la cara, sus rosados labios estaban pálidos, sus ojos cerrados impidiendole ver sus iris azules.

-Nî Kelwêi irnîn me -susurró y beso su frente una vez más.

-Ahora entiendo -escuchó la voz de la pelinaranja- el siempre te amo, un amor real y yo solo me encontraba celosa por que yo no tenia nada. Nada hasta que encontré a tu abuela, ella siempre me habló sobre la benevolencia y me instruyó con ella. Me dijo que detuviera mi odio por que cuando lo hiciera ya sería demasiado tarde y habría perdido a mis seres queridos y así fue. Cuando cumplí un año yo escuché una conversación de mis padres, el decía a mi madre que debiamos irnos ya que tu padre convenció al rey de algo que no hizo y creo que desde ese entonces empeze a formular odio en mi, luego de unos dias lo encerraron en los calabozos y cuando tenia cinco años y tu debias tener la misma edad lo sacrificaron en una batalla, luego a los quince perdí a mi madre y ahora a Legolas -sollozó con fuerza y lo miró- ahora entiendo que yo no lo amé, solo estaba obsesionada con hacerte daño y el era mi mejor opción, Perdóname...

Parecía una hipocresía.

Pero la verdad algo dentro de ella habia sido liberado, algo habia vuelto a vivir, los lazos que la ataban habian sido cortados.

-Aun no termino de comprenderte y no entiendo tus razones por que eso no justifica nada -respondió con voz suave debido a su llanto- siempre trataste de hacerme daño y lo haz conseguido, sin embargo, te perdono, se que Legolas estaría orgulloso de saber que no cambiaré, que no guardaré rencor jamas en mi corazón.

Iâni asintió y arrasó su mano hasta colocarla sobre la de Gîlthiel, en el instante empezó a caer una feroz tormenta y el cuerpo de Legolas empezó a empaparse.

Gîlthiel se inclinó y tomó el cuerpo de Legolas. Iâni trató de ayudarla pero ella se negó y cargó el cuerpo en su espalda.

La pelinaranja corrió inmediatamente hacia todos lados observando alrededor.

-Hacia allá -señaló- una cueva, podemos quedarnos ahí.

Gîlthiel elevó su mirada y entonces observó como el cabello de esta se tornaba oscuro, oscuro chocolatado exactamente parecido al de ella.

-¡Cuidado! -exclamó Iâni y se interpuso tras ella rápidamente deteniendo el ataque con su espada la cual se deslizó en la del oponente y aquella figura saltó de su dragón y aterrizó en el suelo frente a Gîlthiel- Tauriel basta.

Gîlthiel sintió su cuerpo helarse al escuchar a quien tenia enfrente. Esta se río y sacó sus dagas. Estaba mas joven que aquella vez en la que fue custodio de la joven Gîlthiel.

-Entregamelo -pidió dirigiendose a Iâni y luego señaló el cuerpo de Legolas.

-No -exclamó con voz adolorida esta.

Tauriel ya no era aquella joven dulce que vivia en el bosque verde cuando aconteció el retorno de los enanos a Erebor.

-Fue mal momento para liberarte -exclamó Tauriel- hola princesa -se dirigió a Gîlthiel- dame a tu esposo, de cualquier manera ya esta muerto, no sabes cuanto lamento no haberme aparecido antes -guardó sus dagas y tensó una flecha en su arco- estoy segura que si Legolas me viera, todo el amor que me tenia volvería, como sea, dejálo al piso.

-Muerta -respondió Gîlthiel firmemente.

-Eso se puede arreglar -apuntó al anillo de Gîlthiel y soltó la flecha.

Nênia emitió un destello y se rompió, Gîlthiel sintió inmediatamente su cuerpo convertirse en la carga pesada bajo el embrujo, entonces calló, calló con su esposo a su lado bajo aquella feroz lluvia.

En alguna otra parte del bosque en una cueva calló un rayo uno muy poderoso y allí surgieron cuatro magos.

Quienes se observaron entre sí, la reina miró su mano y suspiró, tomó su cetro en el piso y salió seguida de los demás magos.

Volviendo aquel sitio, Tauriel tomó el cuerpo de Legolas pero Iâni la atacó y lanzó lejos, Tauriel queria llevarse a Legolas para hacer sufrir al rey con la incertidumbre de que habia pasado con su cuerpo. Culpaba al rey de la muerte de su amado enano y de toda la comunidad de ellos por haber negado su auxilio, además de que en algún momento le negó estar con Legolas solo por ser nadie a sus ojos.

-Detente Tauriel esto no le hará bien a nadie -exclamó Iâni- ni siquiera a ti.

De pronto se escuchó el llanto de un niño y de entre las oscuras nubes descendió un dragón y su jinete.

-Lidereza tenemos al heredero -exclamó el horrible orco.

-Damelo -tauriel tomó al pequeño en brazos y lo observó, tenia los rasgos de su padre- acaba con la elfa y trae el cuerpo de el príncipe.

Caminó y subió sobre su dragón. Aldaron lloraba y se retorcia en brazos de ella.

-Iône, âdar -exclamó con su suave vocecita mirando a ambos en el piso- Mami, papi.

-Shh, ya pasó -la pelinaranja acarició el cabello del niño- tu mami y papi quieren que vengas de paseo conmigo.

-Yo no voy a ir -exclamó cruzandose de brazos y haciendo un semblante enojado- ese animal me sacó de mi cuarto y golpeó a mi tía dejé sola a mi hermanita, ustedes son malo.

-Que lastima que pienses así -suspiró- vamos, tu destino espera -aldaron manoteo y abofeteo a la elfa.

-No has oído, a dicho que no -ella elevó la vista y entonces sonrió pícara.

-Hola Piln merû -exclamó-Fallaste tu misión Saig -este negó- dejaste morir al gran guerrero y su esposa.

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