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—Shh, mira ahí —señalo ella al animalito en su bolsa.

Si el mago supiera que ella había desobedecido a sus mandatos la dejaria atada a un árbol y le pondría gusanos de tierra encima.

Se encontraba mirando un par de tortugas enormes que paseaban por la pradera, un mini espacio libre entre tantos árboles. Escuchó el canto de un Ticté en el bosque, una criatura parecida a un dragón solo que en miniatura.

Bajó del árbol y caminó por un laro rato, centrando su atención en su alrededor, todo eran hojas, ramas, hierba bajo sus botas y todo era magico, la naturaleza le hablaba, le susurraba las risas de los niños en Eryn Lasgalen. Le traía el sonido de una hermosa voz, masculina.

Adarengoeranah quiáej orfda aníhjiq —.

Gilthîel se detuvo, esa voz.

El viento jugó una vez mas con su cabello y se alejó llevandose aquella voz.

Con una extraña sensación en el pecho Gilthîel corrió en dirección a su hogar temporal, estaba por oscurecer.

Lo que ella desconocía era que el dueño de esa voz, es un principe, uno con el corazón lastimado.

—✧—

Pasaron los días Gilthîel amó cada segundo en ese lugar tan bello tan cálido.

Pero entonces un dia pasó algo que no se esperaba, paseó por el sur del bosque durante todo el día y cuando el sol estuvo justo sobre su cabeza se encontró metida en problemas.

Era algo extraño, encontró una flor con la forma de un ave pero al ella acercarse esta soltó un gas que hizo a la joven toser, empezó a picarle el cuerpo y empezó a sentirse cansada.

Con aflicción a ese veneno regreso a su cabaña, callendo inconciente justo frente a la puerta.

Al abrir los ojos se encontró con sus cabellos estirados hacia el suelo. Habia una figura por ahí que parecía estar de cabeza. Se miró así misma y entonces se enteró que la que estaba colgando de cabeza era ella.

Suspiró.

—Radagast mi fiel mago del bosque, bajame por el amor de Erú —.

—Mi joven Dama, ¿Visitó el sur del bosque? —.

Evadió su petición, la elfa colocó sus manos en el piso y trató de empujar su peso intentando llegar a la soga que la sostenía.

—Si, lamento haber salido sin su consentimiento —.

—Eres muy curiosa Gilthîel, algun día esa curiosidad te jugará sucio y saldrás herida —el mago soltó un animalito sobre el cuerpo de la elfo y este subió hacia la cuerda la cual empezó a morder— a todo esto, ¿Ya sabes hablar con tu entorno, con la naturaleza?.

La cuerda se rompió, el golpe en seco del cuerpo sobre las hojas se escuchó junto a un suave quejido. Gilthîel evadió la pregunta sin intención alguna.

— ¿Porqué me colgó ahí y así? —.

—Tenías veneno de fribul, una planta pajaro y, eso pudo haberte matado. Debía sacarlo y así tu cuerpo lo sacó —la ayudó a ponerse en pie— es una planta originaria del sur del bosque. Solo crece en este sitio.

Caminaron hacia dentro de la cabaña, ella se sentó en una pequeña butaca y miró sus armas tiradas en una esquina cerca de un poco de pasto seco. El mago tenia un buen argumento, pero ya era la escencia misma en el interior de la medio elfo ser curiosa en ciertas ocasiones.

—Trae tu animalito, ya debes dejarlo ir, debes hacerle entender que no puede quedarse contigo —exclamó el anciano tomando un ave de uno de los nidos.

Gilthîel miró hacia su bolsa tirada junto a sus armas, entonces la mini figura del animalito se removió entre la fina tela del bolso con extraña forma.

—✧—

—Si no quería que me quedara con la ardilla, ¿por que me la entregó? —preguntó la joven elfa mientras se encontraban nuevamente sentados frente a la cabaña.


—Le encantaba refregarse en tus manos, ¿Cierto? —preguntó el señor, Gilthîel asintió y el mago metió las manos en su bolsa dispuesto a buscar algo— ¿te desagradaba que lo hiciera? —.

—No, en realidad me sentía en paz —.

El mago sacó un pichón de su bolsa y cogió su sombrero para depositarlo ahí.

—Los elementos de la naturaleza están conectados entre sí, una mísera parte invisible los une y convierte en una cosa extraordinaria —volteó y conecto su mirada con la joven— los elfos se conectan a esos elementos por que crecen entre ellos, viven en bosques.

—Crecí en uno —respondió Gilthîel y posó su mirada en el pajarito que intentaba abandonar el sombrero del mago.

—Pero tu bosque no era como todos los demás, sus elementos yacían opacados por otra clase de vida —respondió colocando su dedo frente al ave para que el pequeño pichón subiera.

Una vez ahí se incorporó y depósito al ave en la rama de un árbol. Ambos lo miraron sacudirse y agitar las alas para luego salir volando torpemente.

—Si queremos vivir en paz debemos tratar con amor a lo que nos rodea, por que de ellos vienen recursos que nosotros utilizamos —exclamó nuevamente el mago.

Gilthîel no dijo nada y bajo la mirada pensativa, entendía el punto.

—Entonces, la ardilla la dejé contigo unos días para que despertara una parte importante en tu instinto elfico —continuó y suspiró para mantenerse en silencio unos segundos— Bueno, ¿Quieres ir adentro a comer algo antes de dormir?.

ELVESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora