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— ¡Maldición! — nuevamente repunté el lápiz con el que escribía sobre el escritorio en el qué me encontraba de pie a un lado.
Estaba realmente frustrada de todo aquel papeleo qué Erwin me asignó y debía hacer por la tarde. Era demasiado y lo único qué quería hacer era descansar, sin embargo, me resigné a ello y seguí llenando desesperadamente aquellos papeles.
Estaba tan metida en mi cabeza formulando cada documento qué no dí en cuenta cuando Hange entró en la habitación y se acercó detrás de mí.
Con mi mirada aún fija en los documentos sentí como me tomaban de la cintura, reaccioné volteando rápidamente.
— H-Hange, no te ví entrar — mencioné cuando ví a mi novia tomándome —, ¿qué haces aquí?
— Vine a verte — respondió hundiendo su cara en mi cuello.
— Maldición — dije malograda en tono bajo para mí más que para ella, tratando de llenar el papeleo.
Aunque estaba agradecida por mi rango de líder de escuadrón dentro de la legión de reconocimiento, lo qué más odiaba hacer era llenar y formular papeleo.
Estaba tan concentrada en ello hasta qué sentí como Hange colaba sus manos dentro de mi blusa de botones.
— E-Estoy algo ocupada ahora... — dije soltando una leve sonrisa nerviosa volviendo mi vista hacia el escritorio.
— Luces bastante estresada, cariño — soltó Hange cerca de mi oído.
Me sonrojé notablemente al escucharla, no sólo por la manera en qué lo dijo, (la cual ya era suficiente para hacerlo sabiendo a qué se refería), si no también al escucharla llamarme de esa forma.
Siempre qué ella lo hacía podía sentir amarla cada vez más.
Sacó una mano de adentro de mi blusa para dirigirla a la mía y hacerme soltar el lápiz qué sostenía. Lo tomó ella colocándolo en una de las repisas cercanas.
— Tengo qué terminar esto, Hange — aclaré calmada disimulando mi nerviosismo y mi corta paciencia —, Erwin necesita esto para ante-es...
Hange me interumpió dando besos en mi cuello, pegándome más hacia ella.
— H-Hange — la llamé mientras trataba de sostenerme con mis brazos en el escritorio, sintiendo como sus manos empezaban a subir hacia mis senos.
Sentía derretirme ante ella por cómo me tocaba y me hacía empezar a sentir; seguía pensando en qué debía terminar el papeleo pero que mi novia no se detuviera lo hacía demasiado complicado.
Me tomó de la cintura sin dejar voltearme hacia ella y me trajo consigo hacia lo qué parecía ser el borde de la cama, al topar con ésta, cayó sentada y me jaló para hacerme caer en su regazo.
