advertencia: contenido sugerente.
Tiempo después desde tus charlas con Hange y de un abrumador juicio, saliste del encierro en aquel pequeño lugar sumido en la soledad y desesperación bajo su propio cargo, y también el de un soldado azabache que te intimidaba con sólo mirarte.
Ahora te hospedabas en una de las habitaciones del cuartel de aquella división que Hange comandaba, además de que tenías deberes que cumplir y audiencias que hacer frente a los altos mandos aún.
La castaña mayor nunca perdió su atención en ti, al fin y al cabo con el tiempo transcurrido desde tu captura, tanto ella como tú habían logrado entablar un vínculo, basado en una extraña confianza de hecho; tomando en cuenta que eran el enemigo de la contraria.
Y es que sí, realmente lo único que hiciste, viéndolo como tu mejor opción en la posición juzgada en la que te encontrabas y como tu oportunidad de librarte de las garras de Marley, y sobre todo claramente sin detenerte a pensar en las represalías que tendrían aquellos contra tu padre, al final te remidiste ante la isla de "demonios"; proporcionando toda la información que tenías al respecto de ellos, desde su armamento hasta su manera de ataque, gánandote una pequeña libertad sobre los mismos que te habían capturado.
Fue entonces que la mayor parte del tiempo la pasabas junto a Hange, y te agradaba que así fuera, ella no permitía que fueses víctima de ningún abuso o maltrato bajo su vista, y además siempre que permanecías junto a ella sentías como tu corazón se sentía genuinamente aliviado, como si aquella calidez y protección que estuviste buscando durante mucho tiempo finalmente hubiese llegado a ti, siendo ella la que te lo proporcionaba.
Tener esos sentimientos y emociones por ella estaba completamente mal, y eso sería por lo menos de decir, era terrible y debías suprimirlos cuánto antes, sin embargo, un sólo movimiento te haría fallar en ello.
En una noche cualquiera en la oficina de Hange, en que la habías estado ayudando en su inmenso papeleo que debía hacer, ambas sentadas en el mismo escritorio, una frente a la otra.
Para este punto Hange se negaba rotundamente que algún soldado estuviese vigilando tus pasos con una escopeta apuntando tu cabeza todo el día, por lo que prácticamente estaban totalmente solas en las altas horas de la madrugada.
De vez en cuando notabas como te miraba por el rabillo del ojo, tú pensando en que quizá realmente estaba alerta a cualquier movimiento o acción extraña que pudieses hacer; pero no podías estar más equivocada con tus deducciones.
Hange era consciente de que había desarrollado atracción por ti, algo igual de inaceptable a como tú lo veías. Ella pensaba que eras inteligente, agradable y sabía perfectamente que toda tu vida no había sido más que un engaño, siendo tú una víctima de una guerra interminable; claro, también sentía compasión por ti, fuera de los sentimientos que ella poseía, también lograba verte y sentirte como a cualquier otra persona.
— ____ — te llamó de repente la mayor, rompiendo aquel silencio en el que ambas estaban.
Levantaste tu vista para mirarla fijamente en busca de una respuesta, e inmediatamente sentiste como su semblante te atravesaba hasta lo más profundo de tu alma, una mirada que jamás habías visto en ella.
Hange permaneció en silencio, aquel contacto visual sin duda era demasiado intenso.
"¿Porqué carajos me ve tanto?", pensaste fugazmente, sin lograr detener el color rosado que subía a tus mejillas.
— Acércate — entonces te ordenó.
Su mirada te negó totalmente cuestionarla por lo que enseguida te levantaste de tu lugar y a pasos lentos rodeaste el escritorio que las dividía, llegando pronto a su lado en la silla en la que estaba sentada.
Su postura en el asiento era vaga y descuidada, pero su ancha espalda postrada en el respaldo con sus hombros tensos y firmes la hacía verse tan dominante, que era todo lo contrario a ti, que ni siquiera eras consciente de que prácticamente estabas escaneándola de arriba a abajo y también parecías nerviosa.
Aunque ciertamente lo estabas, tan sumida en tus pensamientos que apenas notaste cuando Hange estiró sus brazos al cuello de tu camisa y te tomó de allí atrayéndote a ella, impactando sus labios con los tuyos.
Tu cabeza se quedó en blanco cuando te diste cuenta de lo que ocurría y tus sentidos engañándote cuando le seguiste el beso y tus manos comenzaron a moverse solas hasta sus hombros, tomándolos en un ligero apretón para acercarla más a ti.
Porque sí, querías esto, lo habías anhelado tanto que probablemente te hubieses quedado en seco a como siguieras pensando en cómo sería besarla a ella. Y ahora finalmente que sus labios se unieron con los tuyos lo sabías.
Pero cuando se separaron en busca de aire; aquella brecha que se formó entre ustedes permitió que tus normas y morales te atacaran ferozmente, deteniéndote un segundo, ese mismo en el que sus agitadas respiraciones chocaban entre sí y en el que ambas necesitaban volver a unirse con desespero pero sólo podías pensar en lo mal que estaba besarla.
Hange buscaba tu contacto, y gruñó cuando no se lo permitías, pero tampoco te alejabas. — ¿En qué piensas tanto? — dijo.
— En que esto está mal — respondiste, moviendo tus manos en la arrugada tela de la camisa que hace segundos sostenías firmemente —, muy mal.
— ¿Ah, sí? — empezó a decir — ¿Entonces porqué se siente tan bien? — su ronca voz impregnándose en tus oídos.
Jadeaste, ella tenía tanta razón. — Soy el enemigo.
— Como si eso fuera a importarme ahora que probé tus labios.
Y nuevamente sin aviso alguno, Hange te tomó con fuerza, entonces cayendo en su regazo y continuando el irresistible beso que ella te estaba dando.
Ya que, si ibas a seguir perdiéndote en sus labios de ésta forma, lo harías sin importar qué.