Dejaste escapar un suave gemido.
A la par qué enredabas tus manos en los mechones dorados de Yelena y arrastrando una de ellas a su corte inferior; te encantaba aquello, e incluso recordaste las aveces en qué el pelo de ella era demasiado largo y te dejaba hacerle pequeños cortes de pelo.
La rodilla de tu novia empezó a rozarte el coño, tus jugos se impregnaron en su rodilla y en las sábanas.
El tapón que tenías dentro de ti añadía presión, por lo qué soltaste un sonoro gemido, Yelena aprovechó y deslizó su lengua dentro de tu boca; el beso se estaba volviendo acalorado y descuidado, las lenguas de ambas luchando por el dominio, pero ella finalmente ganando.
Gemidos y quejidos llenaban la habitación, también se escuchaban tintineos provenientes de los cascabeles.
Yelena se retiró con la necesidad de aire, se sonrojaba y se oían pequeños jadeos de ella; no tardó en empezar a repartir besos por todo tu rostro hasta llegar al cuello, donde mordió.
— Eres una sucia puta — dijo, frotando tu núcleo con su rodilla.
La alta rubia continuó besando tu cuello, mordiéndolo allí mientras tiraba de tu gargantilla.
— Quítatela, ahora — te exigió.
Tus ojos se abrieron de par en par, de alguna manera la encontrabas atractiva cuando era exigente; asentiste con la cabeza y el cascabel que colgaba de la gargantilla emitió un bonito sonido. Luego te la quitaste y Yelena te la quitó agresivamente de las manos para tirarla en algún lugar de la habitación.
— Estás impresionante con esas orejas de gato — comentó Yelena, haciendo que te sonrojaras ligeramente mientras escapaba una pequeña risa de tus labios.
Moviste la cabeza hacia un lado para que Yelena tuviera más espacio, ella comenzó a chupar con dureza el punto dulce en tu cuello y una vez que lo encontró, empezó a abusar de él, marcándote fuertemente el cuello, te besó por la clavícula, dejando más marcas rojizas que de costumbre.
Sonrió, se acercó a tu cara y te dio un suave beso en los labios para después besar nuevamente tu cuello y tu pecho, dejando a su vez un rastro de marcas y mordiscos.
Una vez que llegó a tu pecho, la lengua de Yelena se deslizó entre tus montículos, y dejaste escapar un débil gemido. Tus dedos se enredaron nuevamente en su pelo cuando ella tomó en su boca uno de tus pezones mientras retuerce el otro con sus dedos; ella rozó con sus dientes tu sensible pezón antes de chuparlo con fuerza, luego su lengua giraba alrededor de él. Ella estaba jugando con tus pezones y tu espalda se arqueaba al hacerlo.
Sus labios viajaron hacia abajo en tu abdomen, eventualmente dejando todo un rastro de marcas y grandes mordiscos por tu cuerpo.
Sus manos llegaron a tus piernas, fue entonces cuando te diste cuenta de que su rodilla había sido sacada de entre tus piernas hacía tiempo.
Yelena abrió tus piernas, admirando la humedad y sonrió. — ¡Estás muy mojada! ¿Lo he hecho yo? Todo lo que hice fue darte un par de besos y ya estás empapada.
Te retorciste totalmente avergonzada.
— Qué puta, primero te disfrazas de gato y ahora esto — continuó riéndose mientras empezó a besar alrededor de tus muslos, presionando suavemente sus labios contra tu suave piel.
Luego, pasó su lengua desde el interior de su muslo hasta el otro, te estremeciste, la penetración de la lengua de Yelena hizo que la sensación fuera extraña, pero a la vez increíble.
Ella había pasado por alto tu humedad a propósito para burlarse de ti, y tú estabas tan acostumbrada a sus constantes burlas que ni siquiera te molestó.
Fue entonces qué Yelena quiso ir directamente allí, sentiste cómo su lengua acariciaba tu sensible clítoris, enviando ondas de placer a tu cuerpo; te dio pequeños lametones mientras te acariciaba el interior de los muslos y te tiraba de la cola, añadiendo más placer.
Lamió tus jugos, actuando como si su vida dependiera de ello y después aplastó su lengua para lamer directamente tu humedad, haciéndote echar la cabeza hacia atrás al contacto.
Su lengua se deslizaba por tus pliegues, mojando aún más tu coño cuando su saliva se mezcla con tus fluidos; entonces sus manos separan tu coño para exponer tu clítoris y su pulgar lo presiona con dureza.
Te muerdes los nudillos para reprimir el volumen de tu voz al sentir su lengua rodando alrededor de tu sensible clítoris y en el momento, dos de sus dedos empujan dentro de ti para frotar tus paredes, estimulándote aún más.
Yelena resopla, moviendo sus dedos con brusquedad dentro y fuera de tu coño mientras tú te retuerces y gimes su nombre bajo su contacto. Ella te mira a los ojos y tu asientes aún con una mano en la boca para amortiguar tus fuertes gemidos, pero la rubia pensó algo más y añadió lentamente otro dedo sonriendo al sentir como la apretabas.
Empezó a meterte los dedos con rudeza una vez que sintió que te estabas adaptando bien. Tus paredes se aferraron con fuerza a ella cuando movió sus dedos en aquel punto, haciéndote arquear la espalda y gritar ante el placer.
— Mierda, Y-Yelena — gemiste, sintiendo que se formaba un nudo en tu vientre — ¡Ahí mismo!
Yelena asintió, yendo más rápido. Tus piernas empezaron a temblar y tus ojos tenían lágrimas en la esquina de tus orbes; intentaste contener el orgasmo, pero era difícil.
Los dedos de Yelena podían hacer que te corrieras en menos de un par de minutos, cosa que no te gustaba en lo absoluto, ya qué preferirías pasar más tiempo sintiéndola dentro de ti, follándote eufóricamente.
Empezaste a atragantarte con tu saliva, jadeando. — Lo estás haciendo bien, cariño — canturreó tu novia, viendo cómo te retorcías bajo ella.
Yelena no se detendría pronto, o eso creías; ella podía leerte muy bien, la forma en que tu cuerpo temblaba y cómo jadeabas, con las lágrimas rodando por tus mejillas y sintiendo que tus paredes se tensaban, ella lo sabía.
Cerraste los ojos, preparada para esa dulce liberación. — Y-Yelena, yo—... — te cortó las palabras tu propio orgasmo.
Ruidos lascivos y el sonido de tu asfixia llenaron la habitación, te temblaban las piernas y empezaste a jadear lentamente.
La rubia te frotó el interior de los muslos, dejando pequeños y suaves besos aquí y allá.
— Todavía no hemos terminado — soltó suavemente.