La joven mujer de cabellos castaños permaneció sentada en un completo silencio en aquella banca mientras era consumida por pensamientos horribles.
"¿Alguien cómo yo?", esas palabras estaban atacándola sin piedad alguna.
Levantó su vista hacia el grupo con el que venía acompañada, se fijó en su novia.
Ella se veía siendo tan feliz, disfrutando de estar rodeada de sus compañeros e incluso la expresión en su rostro se veía tan calma y amena.
"¿Ella se verá así cuando está conmigo?", no evitó preguntarse.
"¿Con alguien como yo?".
____ recordó fugazmente las continuas expresiones que su novia mostraba cuando estaba junto a ella; expresiones de preocupación, angustia y pena era lo que ella había visto.
Empezaba a llenarse de preguntas, ideas e insultos sobre ello, su cabeza ni siquiera quería recordar aquellas veces en las que una cálida sonrisa o una expresión de cariño se veía en el rostro de Pieck; no, todo lo que recordaba era terriblemente negativo.
— Imbécil — la mujer se murmuraba a sí misma, las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos, el dolor sofocante de todo aquello que pensaba le estaba pasando factura —, deja de llorar.
Con sus manos quitó agresivamente las lágrimas que ya caían por su rostro y con las fuerzas que le quedaban se concentró en tranquilizar su respiración; estaba en un sitio público y su novia estaba cerca por lo que tenía que recomponerse.
Además, ella no debía dejar que nadie la viera así, siendo tan débil. Ella aún debía aparentar que era una mujer fuerte, aunque aquel sentimiento ya la había abandonado desde hace tiempo.
Una vez que se calmó, se levantó con dificultad de donde estaba sentada; claro era que seguía cansada y su brazo dolía de haber tomado la muleta bajo éste durante la mayor parte del día.
Se dirigió a su novia, quién aún estaba junto a sus compañeros en un alegre momento.
— ____-san, ¿dónde había estado? — preguntó Gabi al verla llegar junto a ellos — ¡Se perdió todo!
La castaña esbozó una pequeña sonrisa. — Ella necesitaba descansar, Gabi — respondió Falco por ella —, te lo dije pero estabas comiendo.
Pieck al escuchar eso la miró, notando como esa sonrisa que ella se esforzaba por mostrar no era más que para quitar cualquier preocupación que pudiera provocar. Después de todo, ella sabía leer a su novia; ciertamente la conocía bastante bien, aunque con los comportamientos que últimamente había estado mostrando no lo hacía.
— Cariño — la llamó acercándose a ella para tomar su mano —, ¿estás bien?
Sin duda, esa pregunta iba a terminar sacando de sus cabales a la castaña algún día.