Capítulo 2

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Martina veía las paredes descoloridas del cuarto de hotel y se quejaba mientras aquel hombre lamía y succionaba sus pezones, ella agarraba entre sus dedos el cabello castaño que tenía cerca de su cara para apretarlo contra sí. Él no se detenía y ahora bajaba por su abdomen introduciendo la lengua en el ombligo hasta provocarle cosquillas y continuar con su camino hasta su vagina.

Ella sólo lo veía expectante, asombrada y deseosa ante su ímpetu y energía, que no le permitían ser comparado con otro hombre, porque ninguno le hacía sentir lo que él. Se arqueaba en la cama, justo como la última vez y sentía cada lametón y succión con intensidad haciendo que sintiera cerca su O, su tan preciada O que al parecer él había domado y controlaba a su placer.

-Al parecer soy el elegido- decía aquel entre dientes sin separarse de su centro del placer y Martina no sabía si reír o llorar ante esa aseveración, porque nunca pensó que alguien pudiera hacerle sentir de forma tan intensa.

-¿Cómo te llamas?- preguntó aquella queriendo saber qué nombre gritar porque eso era lo que deseaba hacer, sin embargo no conseguía respuesta

-¿Cuál es tu nombre? Volvió a preguntar, pero él continuaba en silencio, sólo levantó el rostro que antes se escondía entre sus piernas para mostrar esa sonrisa de satisfacción que tanto le había gustado.

Aquel se acercó y la besó en los labios deleitándola con su destreza. Martina continuaba quejándose de placer y llevó su mano hasta el falo de él, para tomarlo y masturbarlo y así corresponder el placer que él le estaba dando, porque realmente se sentía excitada, tanto o más que con cualquier hombre con los que había estado.

Él continuaba besándola y de repente se soltó del agarre que Martina le proporcionaba para acomodarse entre sus piernas, las cuales ella abrió gustosa y ansiosa, él se posicionó y la embistió haciendo que aquella se quejara de forma escandalosa, sus movimientos eran fuertes y constantes haciéndola estremecer y llegar al orgasmo como si sólo se tratase de apretar un botón que al parecer él sólo sabía en dónde se encontraba.

Martina se quejó y jadeo mientras se revolcaba en la cama ante el intenso placer, pero de repente una lamida en su mejilla la hizo reaccionar, abrió sus ojos rápidamente y vio las paredes blancas de su habitación, miró en todas direcciones sin entender qué había sucedido porque hasta hace sólo un momento estaba en aquel hotel, pero sólo reconoció que estaba en el mismo lugar en el que despertaba todos los días, y muy a su pesar se encontraba sola, todo había sido parte de un sueño, otro sueño con aquel hombre misterioso, con aquel gigoló que le había dado la mejor noche de todas, suspiró y se sintió extraña, mejor dicho húmeda, deslizó su mano hacia el interior de su pantalón de pijama y pudo constatar que estaba mojada, muy mojada, tanto que había traspasado su ropa.

-Genial- dijo mirándose los brillantes dedos -¿Pero qué me hiciste hombre sin nombre?- preguntó como si pudiera obtener una respuesta de inmediato -¿Por lo menos te hubiera pedido el número de contacto, así por lo menos me hubiera convertido en una cliente regular- De inmediato negó ante sus propias palabras, como si alguien más las hubiera puesto en su boca.

-Bueno, por lo menos esta vez me corrí antes de despertar- dijo mirando al techo blanco de su cuarto.

En ese momento sintió cómo la cama se hundió a su lado y una lengua húmeda pasaba otra vez por su mejilla. Esto la hizo voltear a mirar la hora que marcaba el reloj de color azul que estaba en su mesa de noche.

-¿Te asusté?- preguntó sin conseguir más respuesta que un jadeo cerca de su rostro.

-Estoy bien, sólo fue un sueño, uno muy bueno, por lo cierto, pero no es algo que tú debas saber, eso no es apto para tus inocentes oídos- le aclaro al que estaba a su lado. Éste ahora se acomodó tratando de empujarla

Martina en busca del ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora