Capítulo 32

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-Carne fresca- esbozó abril entrecerrando los ojos

-Bonito espécimen- comentó Isabela ladeando el rostro

-No sabía que tenías una nueva mascota- expresó Calíope alzando una ceja.

Mientras tanto Martina sólo reía y no sabía si era por ver a Owen jugar con su Cariño o por los comentarios de sus amigas, a quienes había olvidado por completo, incluso que habían quedado de verse hoy para salir a beber.

-Ya, dejen de mirar a mi novio- trató de distraerlas para que no se lo comieran con los ojos, aunque para ella era algo gracioso.

-¿Novio?- entonaron al coro la pregunta mejor que un grupo de acapela. En ese momento los ojos de las tres mujeres se centraron en el rostro de la de cabello oscuro, quien simplemente levantó uno de sus hombros y sonrío feliz, no podía negar que aquella nueva situación le era sumamente placentera.

-Las mujeres caminaron hasta la sala siguiendo los pasos de Martina, quien sonreía al ver la cara de sorpresa de sus amigas, porque no les había contado ese detalle, todo lo que sabían era que follaba con su jefe de vez en cuando.

-Te lo advertí- señaló Calíope con el rostro contraído.

-No le digas eso- la defendió Abril muy sonriente –Es algo bonito- asintió reproduciendo la sonrisa de Martina - ¿Desde cuándo?- indagó

-Hace poco, muy poco, pero estoy feliz así que ustedes también tienen que estarlo- expresó aquellas palabras para todas, pero en especial para que llegaran a los oídos de la mayor del grupo, quien aún la miraba con los ojos entrecerrados y los labios estirados como si estuviera resolviendo un asunto importante.

-Yo te felicito- dijo Isabela antes de abrazarla, quien después simplemente bostezó y se acercó a la cocina por un vaso con agua, estaba realmente muy cansada y sólo la sostenía la fuerza de voluntad, sus turnos eran mortales e inhumanos, pero así era la vida de un profesional de la salud, así que simplemente suspiró y se dio animo mentalmente.

-¿Ustedes no me felicitan?- cuestionó la de cabello oscuro a sus dos amigas.

-Por supuesto- dijo Abril dándole un beso en la mejilla –y te envidio, vaya que te has conseguido uno bueno, está como para comérselo literalmente- soltó una carcajada que inevitablemente fue copiada de forma involuntaria por Martina al recordar que precisamente era lo que acababa de hacer hace unas horas.

-Sólo te digo que no confíes tanto, sabes que los hombres son animales sin corazón que hieren por deporte- expresó Calíope mostrando preocupación por su amiga.

-Son seres humanos como nosotras- le corrigió- y todos merecemos una oportunidad, además yo estoy feliz- expresó haciendo un pequeño puchero que no conmovía a Calíope, ella siempre ha sido la líder, la más dura, la mujer de hierro capaz de doblegar al hombre más fuerte, o por lo menos ese había sido su propósito al no confiar en ninguno.

-¡Ay!- se escuchó un grito y luego fue seguido de un estruendo que anunciaba una caída, las tres mujeres miraron en dirección al sonido y Martina abrió mucho los ojos al recordar que la zona del comedor aún no estaba completamente limpia y seguramente Isabela había ido ahí para sentarse a comer algo, lo cual no era raro en ella, siempre con sueño y con hambre.

Los pies se movieron rápido y las dos mujeres siguieron a Martina hasta llegar al lugar en el que Isabela se encontraba en el suelo sobándose un codo.

-¿Qué te pasó?- expresó Abril mientras Martina se apresuraba a levantarla del suelo.

-¿Se puede saber por qué hay helado en el piso? – cuestiono Isabela enojada, el golpe no sólo le había lastimado, sino que la había despertarla y lo peor de todo, el sándwich que se había preparado a la ligera se había esparcido por el suelo dejándola con su estómago insatisfecho, lo cual podía ser peor que el dolor en el codo.

Martina en busca del ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora