Capítulo 28

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Martina sollozaba recordando todo aquello, contaba algunas partes a Owen y prefería no mencionar otras, sin embargo a él no le quedó duda de que ella nunca estuvo enamorada de ese hombre, la habían obligado a casarse y ese hombre nunca la hizo feliz.

-¿Es todo lo que tenías para decirme?- cuestiona él casi cruzando los dedos para que la respuesta fuera afirmativa, pero recibió una negativa por parte de Martina quien movió su cabeza.

-¿Qué falta por contarme?- preguntó presuroso a terminar ya con la situación que lo había colocado a él en una especie de confesionario, mientras ella le revelaba su vida

-Hace aproximadamente tres años yo me fui del lado de Alejandro, con Damián, pero por más que le pedí el divorcio, él jamás ha querido dármelo, así que legalmente aún estoy casada con él- y con esas últimas palabras ya no había más que decir, ya había descubierto su alma, sus secretos y sus dolores, ahora sólo quedaba por esperar su respuesta a una pregunta no formulada por sus labios, pero que salía a gritos desde su mente ¿Aun así quieres estar conmigo?.

Owen se levantó de aquel sillón que al principio le había parecido satisfactorio, pero que después de un tiempo le había incomodado al punto de querer alejarlo de su cuerpo tras cada palabra que escuchaba.

Caminó por la sala de forma lenta y pensativa, mientras de reojo miraba a Martina visiblemente dolida. Él ni en el más loco de sus pensamientos había esperado escuchar todo lo que había salido por la boca de su ahora novia, primero estaba lo de su hijo, que no era ningún bebé que requiriera cambiar pañal ya a la edad que el muchacho tenía debía cuidarse de no empezar a cambiar pañales por su cuenta y hacer abuela a Martina. Aquel pensamiento heló su sangre, porque ella era demasiado joven para experimentar algo así, además, no podía juzgarla como al parecer lo habían hecho todos a su alrededor por un error de juventud.

La observó de frente y pensó en que lo de su hijo realmente era el menor de los problemas, porque aunque jamás se hubiera imaginado en una situación así, no podía simplemente alejarla por eso, lo que ella le despertaba era más grande que cualquier prejuicio.

Lo que realmente le molestaba era que ella hubiera estado tan sola y desprotegida y que existiera un hombre que la hubiera atormentado por tanto tiempo. A sus ojos, aquel era el verdadero culpable de toda la situación, un canalla que sólo se había aprovechado de una chica inexperta y después había volcado su frustración en ella, al ser incapaz de asumir su responsabilidad.

Alejandro, ese nombre retumbó dentro de él sintiendo cómo a él se asociaba todo lo negativo que sentía en ese momento, ese nombre asociado a una imagen que desconocía, pero que seguía atormentándola a su placer. Aquello le hizo hervir la sangre, no era posible que sucediera, no estaban en tiempos antiguos donde la mujer no tuviera derechos y debiera permanecer al lado de un esposo, por el simple hecho de haber contraído nupcias.

Todo eso le molestaba, de verdad que le hacía enojar, tanto, que quería encontrar a ese hombre y con sus propias manos quitar cada garra con la que atrapaba a Martina como si ella fuera una paloma herida quien anhela volar, pero por ese ser desconocido y siniestro no pudiera hacerlo.

En ese momento tomó una resolución, él no la dejaría sola, él la protegería de todos y en especial de aquel hombre por más esposo o padre de su hijo que fuera.

Caminó hacia Martina, quien aún no levantaba la mirada, pero quien no había dejado de llorar, se sentó a su lado acercando mucho su cuerpo, levantó su rostro suavemente con su mano y con ésta limpio las tristes lágrimas que humedecían su preciosa piel.

-Gracias por contármelo- fue lo primero que pudo decir, porque si bien hubiese preferido escucharlo antes, entendía la razón de que ella hubiera callado –tú no eres culpable de nada- le expresó con un tono de voz tranquilo como si con aquel pudiera consolar su adolorida alma.

Martina en busca del ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora