Capítulo 17

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Martina se había demorado un poco más de lo previsto en el cuarto de baño, más que por darse una buena limpieza, por discutir consigo misma. Era como si se hubiera dividido en dos personas, una de las cuales exponía las ventajas de tener un compañero sexual como Owen, quien podía darle no sólo un orgasmo, sino varios en un solo encuentro, algo que por experiencia habría creído imposible; pero, la otra Martina discutía las desventajas, no podía enrolarse con su jefe, eso era algo indebido y si llegaba a enamorarse saldría muy herida, pero entonces la otra Martina refutaba y exponía que ella nunca se había enamorado, así que si lo llegaba a hacer, por lo menos sabría que eso tampoco es un mito.

No obstante, la Martina negativa seguí señalando lo inapropiada y confusa que podría ser ese tipo de relación. Así, se vio enumerando y sopesando los pro y los contra de aceptar aquello que Owen le ofrecía, y cuando se decidía por el sí resurgían preguntas que la hacían preocupar, y cuando terminaba decidiéndose por el no, sentía una gran desilusión en su pecho.

Todo aquello le parecía realmente molesto, si tan solo no hubiera cedido a sus impulsos o si tan sólo él no hubiera hecho esa claridad de que no sería nada formal, sino sólo sexo. Pero, entonces, recordó a sus amigas, qué dirían ellas en esta situación. Imaginó que Calíope tomaría un látigo y sometería a Owen hasta que él cayera rendido a sus pies, supuso que Abril lo seduciría con uno de sus bailes eróticos y lo dejaría a su merced, también recreó la imagen de Isabela, quien sin pensarlo dos veces sería capaz de firmar un contrato en el que aceptaría aquello convirtiéndola en una dócil sumisa.

¿Pero, ella como Martina qué debería hacer? Finalmente, envolvió su cuerpo con una bata blanca, se acercó al espejo y observó sus facciones, estaba igual que siempre, era el mismo rostro, pero la expresión que mostraba tenía algo diferente, sus mejillas aún estaban sonrojadas, no podía disimular una pequeña sonrisa en sus labios y sus ojos brillaban más de lo normal. Además, algo en la zona sur aún palpitaba y se sentía algo adolorida, pero como si estuviera en espera del siguiente asalto.

Suspiró y se regaló una sonrisa, una de esas sinceras que podría tener para pocos, y asintió tomando la decisión, la única que no le haría sentir que había perdido algo valioso recién encontrado. Así que la respuesta ya bailaba en su lengua dispuesta a expresársela a Owen.

Salió del cuarto de baño, aun goteando, descalza, con la bata puesta y una toalla alrededor de su cuello para secar con una de sus puntas el cabello que caía hacia un lado de su cara. Owen aún estaba desnudo y devoraba una manzana roja que había tomado del frutero. En ese momento Martina recordó cuando su madre la llevaba a la iglesia y la hacía observar las pinturas, porque así lo vio, casi como una de las imágenes que representan en la biblia, aquella donde le ofrecen a la mujer la manzana del conocimiento y del pecado a través de la voz seductora de una serpiente, pero en ese momento en su cabeza se recrea algo diferente, y una verdad le es revelada, que en realidad no había sido una serpiente, sino un pene el que había invitado a comer de lo prohibido a la mujer y el animal sólo era una representación simbólica de éste.

Aquí Owen era el que la invitaba a comer de la manzana y a pecar de formas que ni él se imaginaba, una de ellas se reducía a que ella aún estaba casada, pero no por que quisiera, sino porque Alejandro no había querido firmar los papeles de divorcio, así que si pensara en su familia y en especial, su madre, aquella no era nada menos que una gran pecadora que estaba a punto de caer en el fuego del infierno por aceptar aquella manzana de manos de aquella serpiente. En ese momento no pudo evitar mirar el pene en reposo de Owen, el cual le hizo relamerse los labios, caminar hacia él, quien era ajeno a todos aquellos pensamientos y se entretenía ojeando una revista sobre la encimera de la cocina.

Martina en busca del ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora