Capítulo 23

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Ahora observaba a Martina, semidesnuda, salvo la tanga negra y los altos tacones a juego, ya había retirado el maquillaje y había limpiado sus labios para quitar cualquier rastro que los besos de aquel hombre pudieran haber dejado.

Una determinación posesiva invadía su cuerpo, tanto que incluso él mismo se sorprendía, quería marcar a Martina como suya, reclamarla ante el mundo y destruir a cualquiera que osara quitársela, eso estaba fuera de toda discusión, porque nadie podría hacerlo, ya que se había enamorado de forma intensa e irremediable.

Martina se dejaba limpiar con la toalla húmeda, tenía la vista en el suelo y podía percibir sus mejillas sonrojadas, se estaba excitando, no había duda de ello. Mojó un poco más la toalla, pero no la puso sobre su piel, la tomó de la mano y la llevó hasta el inicio de las escaleras, ahí la ubicó contra uno de los tubos que subían de piso a techo para acentuar la decoración industrial, aflojó su corvaza oscura hasta quitársela por completo.

Ella lo observaba con ojos curiosos, pero no decía mayor cosa, se había resignado a que no recibía respuesta a sus preguntas, pero en su defensa debía decir que no podía hacerlo, porque estaba embriagado de celos y deseo al mismo tiempo.

Alzó sus brazos -Quédate quieta- ordeno con tono firme y demandante, ella dudó por un momento, pero obedeció.

Owen amarró sus muñecas hasta conectarlas con la fría barra de metal de las escaleras, sintió como la sujeción a la que la estaba sometiendo la dejaba inmovilizada y tragó saliva sin saber qué más podría hacer aquel hombre que hasta hace unos momentos se veía tan enfadado.

Él desapareció por un momento al subir al lugar donde descansaba su cama en esa espaciosa suite reconstruida y ajustada a su gusto y a él le encantaban los espacios amplios y las segundas alturas, por lo cual había ordenado esa habitación se convirtiera en un espacio de dos ambientes como si se tratase de un apartamento abierto.

Martina escuchaba que él movía cosas, como si buscara algo, hasta que finalmente bajó con paso firme y sin premura. Se acercó a ella

-Abre la boca- le ordenó y ella volvió a dudar, pero de nuevo obedeció.

Owen introdujo una toalla más pequeña enrollada para que ella la mordiera y alrededor de su boca amarró otra corbata hasta dejarla en silencio.

Aquello asombraba a Martina, pero de alguna forma se sentía más excitada al desconocer qué era lo que él pretendía hacerle. Pensó en que quizás se estaba volviendo loca, pero quería que él hiciera lo que quisiera con ella, de alguna forma su cuerpo bullía en deseo por él, no importaba qué, quizás eso era producto de haberse enamorado.

El castaño mostró una sonrisa ladeada y pareció agradarle la forma en la que ella se encontraba, atada de manos con brazos extendidos y la boca sellada evitando de ella saliera algún sonido. Se acercó y fue directo a sus pezones, halándolos y pellizcándolos sin contemplación, mientras ella se removía pero no podía alejarse de su toque.

Las manos grandes y fuertes se deslizaron por el contorno de su cuerpo, y se detuvieron en la cadera para girarla tan rápido que de un momento a otro se vio mirando la barra de metal a la que estaba atada. Ahora las manos recorrían su espalda, como si dibujaran el escote que antes ahí exhibía, se deslizaron lentamente hasta bajar por su columna y detenerse en sus nalgas.

De pronto sintió una cachetada en su descubierta nalga derecha que la hizo respingar ante la inesperada brusquedad, luego, sintió el mismo golpe con la mano extendida en la nalga izquierda volviendo a mover su cuerpo en respuesta

-Quieta- advirtió Owen, quien se paraba detrás de ella tan grande como acuerpado era, sentía su presencia más imponente que nunca.

Otra nalgada resonó en la gran habitación, y luego otra y otra más, éstas caían en sus nalgas haciendo que su piel se sintiera poco a poco más sensible, quería hablar y quejarse pero era inútil, la toalla en su boca se lo impedía por completo.

Martina en busca del ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora