Martina reía mientras masajeaba el cabello de Owen con toda la espuma que el jabón había producido para quitar restos de helado que no sabía cómo habían llegado hasta ahí, aunque ella no podía decir que había salido muy limpia de ese encuentro. Así que mientras ella se encargaba del cabello de él, quien se inclinaba para darle más acceso, Owen utilizaba sus manos para enjabonarla y ayudarle a deshacerse de los restos de helado que se habían quedado en su piel. Aunque sin duda, aquel estaba aprovechando la oportunidad para tocar más que para limpiar.
-Tu piel es suave pero firme, no puedo creer que hayas estado embarazada, no hay ninguna evidencia- afirma él tocando su abdomen, el cual así como el de él estaba marcado gracias al ejercicio del cual Martina disfrutaba hacer todos los días en compañía de Cariño.
-Si estás buscando una evidencia, mira aquí, señaló una pequeña estría en su seno izquierdo
-¿qué es esto?- deslizó su dedo por aquella línea blanquecina.
-Es una estría, evidentemente, ¿acaso nunca habías visto una?
-Creo que sí, pero en el vientre de mamá, pero tú no tienes ninguna ahí y ¿por qué sí tienes aquí?
-No me salieron en el abdomen porque mi madre me untó cuanta crema existía para que no sucediera y así no perdiera mi encanto femenino, y aquí me salió una, de forma inevitable, créeme que amamantar no es un chiste, los senos crecen tanto que parecen pelotas de futbol- dice riendo un poco al ver la expresión atenta que aquel le ofrece.
-No se nota y aunque sea perceptible no se ve mal en ti- aseguró él deslizando ahora la yema de sus dedos con suavidad por aquel lugar, de una forma tan lenta, acompañada de una mirada seductora que sólo la hizo morderse los labios ante la excitación que en ella volvía a nacer. De acuerdo a su experiencia aquello le parecía increíble, el cómo aquel hombre detonaba su excitación a su antojo, como si Owen con un poder oculto y mágico pudiera ponerla a mil en un segundo.
-Entonces me veo bien a pesar de ser una mamá de un chico de 16 años- afirmó con una pequeña sonrisa que él contempló de forma atenta porque adornaba el precioso rostro de una mujer no sólo hermosa por fuera, sino valiente y capaz de sobreponerse a la adversidad que sufrió desde tan temprana edad. Él no podía sentir más que admiración por aquella mujer, si hubiese estado en su lugar, de seguro se habría derrumbado o simplemente no sabría cuál hubiera sido su respuesta.
Definitivamente Martina era una mujer única, y él empezaba a atesorarla cada día más. Debía ser un hombre fuerte para protegerla y especialmente para liberarla de las ataduras que le impusieron años atrás y que al parecer aún no la dejaban ser completamente feliz. Owen pudo verlo en sus ojos, en su rostro y expresiones corporales cuando hablaba de su pasado, de aquel hombre, Alejandro, el nombre se le hacía despreciable y ya lo asociaba con un oscuro y detestable ser.
-Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida- dijo sin ningún reparo ni vergüenza, porque definitivamente para él así era, no estaba inventándolo sólo para seducir o encantar a una mujer, lo expresaba porque así lo pensaba y sentía.
-Si sigues siendo así me vas a abrumar- dijo aquella más que sonrojada, no estaba acostumbrada a los cumplidos o por lo menos no a recibirlos del hombre que le hacía latir tan rápido su corazón.
-Abrúmate todo lo que quieras, porque para mí eres perfecta- se acercó y la abrazó de forma protectora haciéndola sentir que ya no estaba sola. Estaba tan feliz que no sabía si todo esto se trataba de una ilusión, quizás un sueño de esos que tu mente te proporciona para calmar tu alma, pero el contacto con la piel era real, podía sentir su temperatura, sus latidos llegaban hasta su oído y parecían acompañarse con los propios.
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Martina en busca del O
ChickLitMartina Risso, años atrás su vida no fue sencilla después de quedar embarazada y ser obligada a casarse como consecuencia, para convivir con alguien que nunca la satisfizo sexualmente ni la amó. Pero ahora, como adulta y alejada de su familia es una...