Capítulo 18

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Los días pasaron al igual que las semanas, y casi en un abrir y cerrar de ojos ya había pasado un mes desde que llegaron a un acuerdo para ser una especie de amigos sexuales. Ya se había establecido cierta rutina, que aunque algo extraña para ambos cumplía con los términos del convenio.

Owen pensaba sobre eso al contemplar a Martina dormida, detallaba sus perfectas facciones mientras sus ojos permanecían cerrados, toda ella era hermosa, su piel clara contrastaba perfectamente con su cabello oscuro, sus pestañas curvas y cejas perfectamente delineadas le daban ese toque tan femenino y exquisito que a él le agradaba y al ver sus labios no podía evitar querer morderlos como tantas veces antes, incluso ya había perdido la cuenta de cuántas veces habían estado juntos, porque era casi inevitable al sentirse cerca, sus cuerpos reaccionaban como si entre ellos hubiera una fuerza magnética que los obligara a estar en permanente contacto.

Pasó días explorando su cuerpo, grabando en su mente la sensación de sus manos al recorrerlo por completo, incitándola a mostrarse como lo que realmente era, como una hermosa diosa del placer. Habían tenido algunas conversaciones en la que ella decía que antes no había sentido ni vivido lo que él provocaba, y eso le hacía sentir tan bien, tan especial, y aunque no habían tenido conversaciones más profundas, sabía que alguien importante había pasado por la vida de aquella mujer dejándola profundamente herida, y eso le molestaba en gran medida, porque ella no merecía sufrir, sino ser siempre alegre y feliz, exhibir sobre su rostro la sonrisa perfecta que dejaba salir cuando bajaba sus barreras y se permitía disfrutar.

Owen se recostó boca arriba no sin antes admirar el cuerpo de Martina desnuda envuelto en sus sábanas, aquello era algo de pocas horas, no demoraría en despertar y marcharse a su casa y aquello realmente le molestaba. Miró el reloj en su muñeca y sabía que más temprano que pronto esa magia que ella irradiaba estaba por apagarse para quedar de nuevo solo.

Él no se había permitido enamorarse de nuevo, ya lo había hecho una vez, incluso en esta misma ciudad, aquella había sido una chica dulce a sus ojos, lo había vuelto loco haciéndole creer que compartirían toda la vida hasta llegar a la vejez, pero aquello había sido falso, tan sólo una mentira que lo había lastimado, porque por primera vez se había sentido importante para alguien, pero sólo había sido una simple ficha en un juego de ajedrez y aquello no sólo lo lastimó, sino que de nuevo lo dejó como el peor miembro de la familia, llenando de desconsuelo a su madre, de burla en sus hermanos y la profunda decepción en la mirada de su padre.

Desde ese momento se había prometido no volver a confiar en una mujer y mucho menos en el amor. Aquello sólo le traía problemas, por eso sin pensarlo mucho había propuesto tal acuerdo con la mujer que yacía a su lado, pensando en que sólo sería por unos cuantos días, pero para él era casi impensable alejarla ahora, sentía como si no tuviera suficiente de ella y esto lo confundía en gran medida.

Nunca había querido ser cruel con ella, sólo no quería sufrir de nuevo, por eso se había mostrado algo frío y aun así Martina lo había aceptado, no le pedía más, sólo se contentaba con lo poco que él le ofrecía y últimamente sentía que la estaba perdiendo, se veía un poco más distante y no tan solicita como al principio.

Se preguntaba qué pasaba por su mente, pero no se atrevía a preguntar temeroso en que fuera a decir un adiós, porque si era sincero con alguien debía ser con él mismo y aquella mujer le gustaba más de lo que él mismo quería reconocer, incluso a pesar de que uno de los acuerdos era tener la posibilidad de tener sexo con otros, ninguna otra mujer le despertaba ese deseo como ella, así que aunque habían surgido oportunidades, él se había mantenido reservado sólo para ella, pero la idea de que aquello no fuera recíproco le hacía arder por dentro.

Martina en busca del ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora