Capítulo 12

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La ambulancia había llegado rápidamente, los paramédicos habían entubado y subido a Owen a la camilla y ella se había ido con ellos en la ambulancia hasta el hospital, allí había visto cómo lo atendían y le suministraban medicamentos vía intravenosa.

Martina temblaba ante toda la situación y las lágrimas no habían dejado de aparecer, no sabía a quién debía llamar, aunque muchos se dieron cuenta de que algo malo había pasado con el Director y seguramente no pasaría mucho tiempo hasta que empezaran a aparecer quien preguntara por él, sin embargo, se sentía demasiado responsable, debió preguntar, por algo estaba en rojo en la lista, no todo se trata de caprichos y egos.

Se regañó todo lo que pudo, pero aun así no lograba disminuir su sentimiento de culpa, casi había matado a un hombre y sólo porque quería darle una lección, en ese momento se preguntaba lección de qué, ¿de humildad?, en ese caso ella también debería recibir una, la cual sin duda estaba haciendo en este momento.

Las horas pasaron y el personal médico le informó que él ya estaba fuera de peligro, en ese momento sintió cómo si le hubieran quitado una gran roca de encima, porque por lo menos no moriría, y decía por lo menos, porque sabía que en cualquier momento llegaría la policía a arrestarla, porque aunque no había sido su intención casi muere por su culpa.

El tiempo siguió transcurriendo y nadie llegó, pero ella no sabía a quién debía llamar, no tenía ni siquiera el número de Anna, antes desde la suite de Owen sólo se llamaba a una extensión en la que ella contestaba, pero ahora no tenía el número de contacto de nadie que pudiera ser su familiar o pudiera informarles.

Él se encontraba dormido y sólo Martina lo acompañaba en la habitación que le habían designado, miraba su cuerpo ahora cubierto por una bata de hospital color verde claro y abrazado por una sutil sábana blanca que desprendía olor a cloro. Su mano izquierda recibía suero y su aspecto había mejorado, se acercó más para verlo de cerca y observó cómo sus pestañas eran largas, abundantes y doradas, no dudó en acercar su propia mano para acariciar sus facciones, sin duda el hombre era realmente atractivo, a pesar de su temperamento y comportarse como un niño haciendo una rabieta, nadie le podía negar que sería la delicia de cualquier mujer.

Miró sus labios y éstos ya no estaban hinchados, acercó sus dedos y sutilmente los acarició, luego llevó la mano hacia su cabello claro que parecía tener dos tonalidades y lo acarició. Las lágrimas no demoraron en aparecer otra vez, suspiraba y sollozaba mientras se disculpaba.

-Lo siento, lo siento, de verdad lo siento- dijo cerca de su oído al colocar la cara cerca apoyándose en la almohada y abrazándolo suavemente. Al lado de la cama había una silla y en ella se acomodó sin dejar de mirar y acariciar su rostro, el cual ahora le parecía más bello y solitario, porque aún nadie llegaba a saber de su estado, lo que la hizo pensar que quizás nadie se había dado cuenta y sólo ella podría cuidarlo hasta que la policía llegara a arrestarla. Debía llamar a su hijo para que no se preocupara, debía encargarle a Calíope que administrara su casa, y entregarla Cariño a Isabela.

Después de lo que había hecho no escaparía de su responsabilidad y lo único que le importaba en este momento es que él se recuperara para que continuara con su vida, quizás el hombre sólo había tenido una desafortunada casualidad de la vida al encontrarla y su suerte mejorara una vez ella saliera de su camino.

-Lo siento, lo siento- siguió susurrándole al oído apoyando su cabeza al lado de la de Owen en una extraña e incómoda posición, mientras lo abrazaba como queriéndole dar de su propia fuerza y protección. Lloró y se disculpó hasta que se quedó dormida.

Owen abrió lentamente sus ojos, mientras la luz de la habitación le hacía sentir incómodo, miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en un hospital, en ese momento sus recuerdos aparecieron y sabía que había tenido una reacción alérgica por comer chile. Miró a su lado derecho y ahí la encontró, Martina estaba dormida, en su rostro se vía el rastro de lágrimas que habían regado el rímel de sus pestañas y ofrecían un aspecto nada agradable, se sintió molesto con aquella mujer, casi lo había matado, pero también se había asustado, no lo había hecho con mala intención, él debía reconocer que no había sido amable con ella.

Martina en busca del ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora