El trayecto del vuelo le pareció realmente corto, aunque no sabía si esa sensación se debía a que efectivamente no había muchos kilómetros de por medio o porque al hacer lo que uno menos quiere el concepto de tiempo simplemente desaparece. Lo cierto era que ya había llegado, se había instalado en el hotel y muy a su pesar había contactado a Alejandro, quien ahora la esperaba sin cita previa, lo cual le pareció algo extraño, puesto que pensó estaría renuente y le haría perder tiempo antes de concederle una reunión.
No obstante, aprovecharía esta oportunidad para finiquitar las cosas, quizás él también deseara resolver su situación y por eso había aceptado verla tan pronto lo llamó. Aquella idea le sumaba ánimo y gran esperanza, porque no había motivo para continuar con un matrimonio de papel tan falso como una moneda de cuero.
Se dio un baño refrescante y revitalizador que le quitara no sólo el polvo, sino cualquier sentimiento repulsivo que evitara su cometido. El agua se deslizó por su piel, pero a diferencia de otras ocasiones no hubo música acompañándola, aquella parecía haber quedado en la otra ciudad aguardando para celebrar su éxito y celebrar junto a su amor.
Las palabras de los padres de Owen aún resonaban en su cabeza, era injusto su trato hacia él y más que se aprovecharan de su actual situación para hacerlo sentir mal de nuevo, no quería ser el motivo de una nueva y desagradable comparación, él no lo merecía, él era bueno, muy bueno ante sus ojos y no era justo que eso no fuera apreciado por sus progenitores.
Una hora y cuarenta minutos después en la parte trasera de un taxi se dirigió a ese lugar, mientras tanto, en el camino observaba las personas fuera de la ventana, algunas felices, otras presurosos, otras con expresión neutra, personas que daban cuenta de una vida, y que así como ella debían resolver problemas, porque no era la única en el mundo con una situación que debía enfrentar, pero de ella dependía su resultado, de su firmeza y fuerza. El taxi se detuvo y así como le sucedió con el trayecto del avión, éste también le pareció demasiado corto, tanto que creía había perdido de verdad la noción de tiempo. Se bajó y caminó por el sendero que conducía a la propiedad.
Entró a la gran casa, muy a su pesar él aún vivía en aquel lugar, uno que al atravesar sus puertas cual hechizo hizo que su mente se inundara de recuerdos tan vívidos como en el momento mismo en que sucedieron. Algunos eran alegres, porque se relacionaban con su hijo pequeño, otros tristes cuando era maltratada por aquel, y otros que deseaba jamás recordar cuando no recibía el apoyo que tanto anhelaba por parte de su familia.
Suspiró profundo y caminó tras la empleada, quien con su uniforme negro con delantal blanco le guiaba hasta la sala de estar de invitados. Aquella mujer seguramente había empezado a trabajar en la casa después de su partida, por eso no hubo ninguna reacción ante su presencia, contrario a las caras extrañadas de algunos otros miembros del personal, entre esos uno de los vigilantes, un par de guardaespaldas y el jardinero, quienes no pudieron evitar su enorme sorpresa al ella pasar.
— ¿Cómo se encuentra la señora Britman? — le preguntó a la mujer al pisar la pequeña sala en comparación con otras de la mansión, pero más grande que la sala de la casa que compartía con Cariño, la pregunta sorprendió a la mujer.
— ¿Acaso la señora conoció a la anterior cocinera?— Se atrevió a preguntar rompiendo el protocolo.
—Por supuesto, pero... si dice anterior cocinera, supongo ya no trabaja en esta casa—. Esperó respuesta.
—No, la señora Britman falleció hace algún tiempo, lamento informarle esa noticia.
—Oh, qué triste, ¿qué le sucedió? —. Indagó curiosa a sabiendas que la cocinera era una mujer mayor, pero no tanto como para que hubiese fallecido.
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Martina en busca del O
Chick-LitMartina Risso, años atrás su vida no fue sencilla después de quedar embarazada y ser obligada a casarse como consecuencia, para convivir con alguien que nunca la satisfizo sexualmente ni la amó. Pero ahora, como adulta y alejada de su familia es una...