Capítulo 4

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Miriam

Fruncí el ceño. Inicialmente no sabía a qué papel se refería. Pero en cuanto me acerqué a la mesa y vi aquella letra, rápidamente me acordé. Era el número de la psicóloga. Lo miré y suspiré. Debía dar aquel paso cuanto antes. Después de lo de la bañera me sentía en la necesidad de avanzar. Aquel dolor profundo que había inundado cada parte de mi ser, debía salir, debía dejarme avanzar.

Lo guardé en el bolso, junto a la cartera para evitar que se volviera a perder.

- Gracias.-musité mientras ponía a recaudo el consejo de mi amiga.- ¿Te leíste las propuestas?- pregunté tratando de desviar la atención.

- Bueno, no me ha dao' mucho tiempo a leérmelo to', has sío muy rápida.-respondió con una sonrisa.- Aunque si quieres... puedes explicármelo tú.- añadió con una sonrisa más pícara.

¿Estaba coqueteando conmigo? Pero, ¿Qué diablos le pasaba a la rubia? Después de la discusión del día anterior, aquella actitud no era la que esperaba en ella, obviamente. De hecho, después del día que pasé, no había ido al colegio con demasiada simpatía, seguía algo fuera de juego.

Aunque no podía negarlo, me puse nerviosa ante aquella rápida respuesta de la granadina. En sus ojos verdes se había posado un brillo de sensualidad que me atrapaba. Aunque quisiera, no podía retirar la mirada de ellos. Tragué saliva.

- Bueno... Emmm... Es que no recuerdo a la perfección todo lo que puse, léelo mejor y... y ya me dices si tienes dudas.-respondí nerviosa.

Me miró de arriba a bajo sabiéndose victoriosa por mi inquietud. Aparté la mirada en cuando ella bajó la suya hacia el papel. Tratando de esconder aquella sensación, volví hacia el bolso, saqué el papel y guarde el número de teléfono en la lista de contactos de mi teléfono. Llamaría aquella misma tarde.

Guardé el papel de nuevo y metí el teléfono en el bolsillo trasero de mi vaquero. Miré fugazmente a Mimi la cual leía atenta el papel. Su semblante estaba relajado con una pequeña sonrisa en sus labios. Parecía que aquello que leía, le gustaba.

Terminó de leer, dejó el papel sobre la mesa y se quedó mirando el pupitre con una sonrisa en los labios. Suspiró y volvió a mirarme con una penetrante mirada.

- ¿Tú no vas a rendirte, no?-dijo mientras su sonrisa se ensanchaba.

- Es que ahora en serio, ¿Tú has visto esos libros? ¿Tú podrías aprender algo de verdad pasando página tras página?-pregunté alzando las cejas mientras me apoyaba en el pupitre de enfrente de la mesa de la tutora.

Resopló y negó con la cabeza.

Mimi

No. No iba a rendirse. Claro que había visto los libros y obviamente no, no podría aprender nada (o casi nada) de manera significativa siguiendo a ciegas esas páginas. 

- A ver.-dije mordiéndome el labio inferior pensativa.- Si es que yo quiero que entiendas una cosa.-continué suspirando.- No es que yo, Miriam Doblas, quiera seguir esos libros. Es que la directora exige que se sigan esos libros.-añadí tratando de hacerle entender que no era yo la que quería seguir esos libros.

- Vale, perfecto, y después de leerte mi propuesta, tú, Miriam Doblas.-dijo parafraseándome.- ¿Qué opinas?-añadió con una pizca de chulería y clavando su mirada en mis pupilas.

Lejos parecía aquella Miriam nerviosa por un leve coqueteo.

- Qué opino...-repetí negando con la cabeza.- Opino que... es muy buena idea pero no puedo echarme al equipo directivo en contra.-dije suspirando.

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