Capítulo 7

1.5K 111 204
                                    

14 de setiembre de 2021, Madrid, 4:30 a.m.

Miriam

- ¿Miriam?- dijo tras de mí una voz por la que me giraría toda la vida.

Una voz que tenía tatuada en mi memoria. Una voz que llevaba grabada a fuego. Me giré rápidamente y allí estaba. Sonreí y mis ojos se inundaron de lágrimas. No podía creerlo. Se acercó a mí, cerré los ojos y las lágrimas caían por mis mejillas sin control.  

- Estás aquí.-dije con la voz rota.

- Siempre estuve aquí.-respondió sonriente.

Estaba exactamente igual que aquella última vez en el puerto. Resoplé apartándome las lágrimas. Estaba feliz, muy feliz. Cuánto había necesitado aquel momento.

- No te vayas.-supliqué en un susurro mientras me abrazaba a ella.- No vuelvas a irte.

Le abrazaba con fuerza, tratando de impedir que se volviera a alejar de mí, con ansia, con necesidad.

- No puedo quedarme más.-dijo susurrando.

- No, no, no puedes irte.-dije apretando el abrazo con más fuerza.

- Miriam, no puedo quedarme, me toca marchar.-respondió haciendo fuerza para separarse de mí.

- No, no, no, me niego.-me quejé forcejeando.

- Me tengo que ir, déjame irme.-dijo clavando su mirada en mis pupilas.

Mis ojos volvieron a humedecerse. Aquella mirada fue clavada a la última mirada. La felicidad inicial se había tornado en un llanto desesperado, inconsolable. Volvía a instalarse ese dolor pesado sobre mi pecho como una losa. Negué con la cabeza, no, podía volver a irse.

- Me voy y tú tienes que dejarme ir, tienes que seguir.-dijo separándose de mí con una radiante sonrisa que se clavaba en mi pecho como un puñal.

Se quedó un instante de pie, mirándome a los ojos, volviendo a clavar en mí aquel recuerdo. Traté de hablar pero no podía, no me salía la voz. Balbuceaba sin poder articular ninguna palabra. Cada vez sentía más dolor en el pecho e impotencia. 

Se giró y empezó a andar alejándose de mí, cada vez más lejos, cada vez se fundía más con el horizonte y yo estaba ahí, en cuclillas abrazando mis rodillas, llorando desconsoladamente. Un llanto que cada vez era más descontrolado, más fuerte, más arrasado. 

- Miriam, Miriam.-escuche una voz de fondo.

Abrí de golpe los ojos, mi pecho subía y bajaba con violencia, tenía un sudor frío empapando mi frente. Noe acunaba mi cara con nerviosismo y temor.

- Miriam, ¿estás bien?-preguntó preocupada.

Le miré, miré a mi alrededor y una lágrima cayó por mi rostro. No estaba. Había sido todo un sueño. Un tortuoso sueño. Tras esa lágrima vinieron muchas más sumiéndome en el dolor que deja el portazo de la realidad.

- Ey, Miri, Miri, ¿Qué pasa, mi niña?-preguntó nerviosa acariciándome con delicadeza.

- So-Soñé con...-no pude seguir, mi voz rota y el llanto me lo impidió.

- Con ella...-siguió ella dejando un beso en mi frente.

Acto seguido me abrazó con fuerza. Me aferré a sus costillas, en ellas solía encontrar tierra firme. Esos brazos me habían rescatado tantas veces... Cogí aire y con la ayuda de Noe pude reencontrarme con mi respiración y la calma.

- Se despedía de mí.-dije tragando saliva.- Me dijo que... que siempre había estado aquí pero... pero que... tenía que irse, que debía irse, que debía dejarla irse y... y se marchó.-dije con la voz temblorosa de nuevo.

Que hablenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora