Capítulo 11

1.3K 114 181
                                    

20 de setiembre de 2021, Madrid, Colegio La Cabaña, 9:42 a.m.

Miriam

Durante el trayecto desde la escuela hasta el Centro de arte no cruzamos demasiadas palabras, ninguna más allá del ámbito profesional. Aunque el contacto visual no cesó. Miradas fugaces y mayoritariamente de reojo que se encontraban casi sin quererlo.

Mimi, pese a todo, parecía relajada, como si nada hubiera pasado, como si no se hubiera marchado de mi casa prácticamente huyendo sin ningún tipo de explicación. Como si todo lo que sucedió aquella noche hubiera sido reducido a un polvo post-fiesta más.

Eso era justamente lo que me tenía tensa, porque muy a mi pesar, yo no podía hacer como si nada ni podía reducirlo todo a un polvo sin más. Aunque me costara imperios reconocerlo, con ella me pasaba algo más, algo que no sabría definir del todo o no me atrevía a ponerle nombre. 

Pero aún habiendo percibido en su mirada que no fui la única que lo sintió, no le reclamaba eso. Tan solo necesitaba una explicación para comprender aquella abrupta marcha. Al fin y al cabo éramos compañeras y nos veríamos muchísimas horas al día, no hubiera estado de más enviar un mensaje para evitar la situación tensa que se formó.

Cuando llegamos al Centro de arte, María nos recibió con una cálida bienvenida. Los niños dejaron sus mochilitas en la entrada del centro, no sin antes coger sus libretas y lápices para poder desarrollar las diferentes dinámicas que haríamos junto con María tal como habíamos pactado.

- ¿Está todo bien?-preguntó María mientras los alumnos cogían sus lápices y libretas.

- Sí, sí, todo perfecto, ¿por qué?-pregunté sonriendo tratando de ocultar el nervio que me provocó aquella pregunta.

- Nada, nada, solo que os notaba algo... nerviosas. Pero bueno, supongo que es normal, es muy atrevida la apuesta.-respondió la pelirroja con una sonrisa.

- Claro, siempre da algo de vértigo dar este tipo de saltos.-mentí tratando de alejar de mí aquella conversación.

- Bueno, estad tranquilas, estamos aprendiendo, ¿no?-resolvió María acariciándome con cariño el brazo.- Además, con vuestra fuerza y valentía seguro que este proyecto será maravilloso.-añadió con una mirada dulce.

- Por supuesto.-respondí asintiendo devolviéndole el gesto.- Y gracias por ayudarnos y colaborar.-añadí con una sonrisa.

Aquella visita no era la típica visita a un museo o centro de arte, sino que aquella visita formaba parte del proyecto que estábamos haciendo. Fue idea de Mimi vincular el arte contemporáneo al proyecto y habíamos tenido la suerte de encontrarnos con María que nos facilitó muchísimo las cosas.

Mimi me miró desde la distancia, aquella actitud relajada pareció resquebrajarse un poco con una mirada que no supe descifrar del todo.

Los niños se alejaron de donde ella se encontraba y rodearon a María, quien empezó a presentar la exposición. Mimi, pensativa, acortó un poco la distancia entre ambas, aunque todavía continuaba siendo significativa.

María, fue explicándoles con muchísimo entusiasmo las obras a los alumnos y nosotras íbamos haciendo comentarios para vincular aquellas obras a lo que nos estaba sucediendo en el proyecto. Los alumnos poco a poco empezaron a ver más allá gracias al arte.

Llegamos a una sala con una única entrada de luz, la obra. La obra era una escultura en relieve negativo que presentaba el cuerpo yacente de Cristo. La obra mostraba una contraposición entre lo místico y lo terrenal. Una barra de luz horizontal situada detrás de la obra atravesaba verticalmente la escultura de forma fría y mecánica. Ese movimiento de la barra de luz ejercía un efecto hipnótico que me llamó especialmente la atención.

Que hablenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora