Capítulo 40 - EPÍLOGO

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19 de junio de 2026, Colegio La Cabaña, Madrid, 12:51 a.m.

Entre unos incipientes aplausos la música fue marchando en un fade out sobrecogedor. Cerré los ojos por un momento y me dejé llevar por las sensaciones que sacudían mis sentidos. Una suave brisa fresca acarició mi rostro, llevando hasta mis fosas nasales un aroma de lo más veraniego.

Era finales de junio y apenas quedaban unos días para la noche del solsticio. Para la noche mágica.

Al abrir los ojos de nuevo me encontré con una de las estampas más bonitas que la docencia te puede regalar. Todas y todos los alumnos de Mimi se abrazaban a ella con fuerza, haciendo una piña en el centro de la pequeña arboleda donde habían hecho la representación teatral.

En el suelo descansaban los carteles que segundos antes habían sostenido un grupo reducido alumnos. 

La escuela hace visibles nuestros vínculos.

No lo dudé, desbloqueé mi teléfono e hice una de las fotografías más bonitas que había hecho nunca.

Aquel año era el último del mandato de Mimi en la dirección, aunque no el último. Pocas semanas antes volvió a salir escogida en el concurso de dirección. Así que pronto empezaría su segundo mandato. Mantenía las ganas intactas y la ilusión seguía desbordándole por los ojos.

Aquel año decidió repetir la obra teatral del Hilo invisible a modo de despedida de aquel primer mandato tan especial. Incluso invitó a los y las exalumnas que representaron aquella obra cuatro años atrás. La mayoría había pasado al instituto que había justo al lado del colegio, así que costó muy poco coordinarse con el centro para hacer viable la invitación. Ninguna quiso perderse la cita.

En primera fila en los cojines de color morado allí estaban Mikel, Hiba, Aisha, Luís, Lucas, Lola, Lucía, Alberto, João, Sara, Said, Laura, Iván, Itziar, Claudia, Daniel, Shams, María, Óscar y Miriam. Los Wonder al completo.

Estaban mucho más mayores, en plena adolescencia. Esos pequeños granos de acné decorando algunos de los rostros, esa revolución hormonal típica de la etapa y esas vestimentas en tendencia entre los adolescentes.

Sonreí con ternura al ver cómo pese al tiempo, mantenían aquella forma tan genuina de cuidarse los unos a los otros. En sus rostros se apreciaba una suave capa de emoción mientras que sus manos estaban entrelazadas los unos con los otros.

No pude evitar sentir paz. Nuestra faena impactaba significativamente en la vida de los alumnos y de alguna forma, impactaba en la sociedad. Desde ese poder se pueden hacer dos cosas: trabajar desde el inconformismo para impactar de forma positiva o resignarte a que no se pueden cambiar el orden de las cosas y generar un impacto más bien negativo.

Por suerte resignarnos nunca fue una opción. Por suerte aquellas ganas de comerte el mundo con las que sales de la facultad nos duraron más que al promedio y conseguimos hacer de la valentía algo contagioso.

Entre el público se encontraba una Ana totalmente distinta después de aquel año de excedencia. Tras la derrota en el concurso de dirección la canaria decidió tomarse un respiro, volver a su Tenerife natal durante un año, reflexionar y reencontrarse consigo misma. A la vuelta, se mostro más introvertida, silenciosa y muy observadora. Hizo una transición similar a la de Alba, necesitó silencio y calma para poder asimilar el giro de guion que había dado su vida.

Necesitó tiempo y un baño de humildad. Todas en algún momento de nuestras vidas lo necesitamos. 

Y allí estaba. De pie junto a su grupo de alumnos aplaudiendo la función de la tutoría de Mimi. La granadina pese a ser la directora, no quiso renunciar a tener una tutoría. Según ella no quería perder el contacto con la realidad del resto de docentes. La versión real de aquella decisión era que no podía desprenderse del huracán de emociones que le proporcionaba llevar una tutoría.

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