Capítulo 19

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Mimi

- Es una niña.-dije rápidamente.- Mercedes, tiene una hija.-repetí con serenidad y dulzura.

Clavé mi mirada en sus ojos. Me miró y tragó saliva con dificultad.

- ¿Y qué hago?-preguntó desorientada.

- Ayudarle a ser feliz, Mercedes. Solamente eso. Hable con ella sin miedo y sin presiones. Nosotras, si usted lo necesita estaremos a su lado para ayudarle a acompañarla, pero primero debe mirarla sin miedo y hablar tranquilamente con ella.-dije acariciando el dorso de su mano.

- Pero ¿Cómo lo hago?-preguntó de nuevo Mercedes.

Un recuerdo vino a mi mente y sonreí con ternura.

- Pues se sienta con ella en su camita y le dice que le quiere y le aprecia, tal como es.-dije tras tomar aire.- Y le demuestra que es así, llamándole tal como ella necesita que le llame, tratándole con el amor que estoy segura que siente.-añadí emocionada.- Solo eso.

Mercedes, visiblemente emocionada, no apartaba la mirada de mis ojos. Noté sobre mí la mirada de Miriam. Suspiré mientras ensamblaba una sonrisa. La mujer a la que había acariciado el dorso de la mano, se secó las lágrimas y retomó la conversación.

- Es que... Me encantaría hacerlo pero...-hizo una pausa para secar con rabia una lágrima que descendía por sus mejillas.- Pero Marcos y la comunidad... Podemos vernos en una situación muy complicada.-añadió con dificultad.

Se me erizó la piel. Un dardo en el centro de mi pecho. Un recuerdo que volvía a mí como un boomerang, un clavo candente que abrasaba mi piel. Agaché la cabeza y tomé aire con dificultad.

- ¿Qué necesita?-preguntó Miriam rápida y directa, en mitad de mi silencio.

Su actitud denotaba seguridad, firmeza y calidez. Apretaba con fuerza la mano de la mujer y su mandíbula estaba tensada. Se había puesto el traje de mujer valiente.

- Seguridad.-reconoció la mujer.

- Hablaremos con la psicopedagoga y la profesional de servicios sociales que nos asesora, si usted lo desea, les consulto y concertamos una entrevista con ellas para que les brinden a ambas todo lo que necesiten para estar bien.-respondió Miriam con dulzura.- Nosotras les ayudaremos.-añadió con una amplia sonrisa.

La entrevista terminó con un sabor amargo. Por un lado, sabíamos que Mercedes ya no percibía a su hija como un monstruo. Pero por otro lado... tenía miedo de Marcos y la comunidad ultra católica en la que estaban sumergidos. Literalmente, con la iglesia habíamos topado.

Miriam

La mujer se marchó y en aquella aula se formó una densa niebla de silencio. Estábamos pensativas, asimilando todo lo sucedido entre aquellas cuatro paredes. Cerré la puerta del aula con lentitud, mientras mi mente no paraba de orbitar sobre la situación que se nos había abierto a raíz de esa conversación. 

Me giré sobre mis talones una vez empujé la puerta y vi a Mimi profundamente abstraída. Estaba apoyada en el marco de la ventana, mirando hacia el bosque, nuestro bosque. Me puse a su altura e imité su gesto.

- ¿Cómo estás?-pregunté sin apartar la mirada del bosque.

Soltó el aire con pesadez.

- Estoy, pero bueno, ahora la importante no soy yo, ¿podremos cumplir lo prometido?-preguntó desviando la atención de ella.

- Por supuesto.-respondí frunciendo el ceño.- Yo lo que digo, lo cumplo.-dije confusa por la pregunta.- Esta tarde hablaré con Rosa y moveremos los hilos que sean necesarios para protegerlas.-añadí seria.

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