Capítulo 27

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9 de noviembre de 2021, Madrid, Colegio La Cabaña, 10:59

Mimi

— Rocío, ¿tienes un segundo? —pregunté entrando en su aula.

La joven de pelo cobrizo y gafas redondas se encontraba abstraída mirando por la ventana mientras desayunaba un bocadillo vegetal. 

Observé el aula con detalle. Un hilo rojo se extendía de punta a punta del aula a media altura. Era un hilo que actuaba a modo de tendedero, de él colgaban decenas de producciones de los niños, dada la altura a la que se encontraban, los alumnos llegaban sin dificultad. En una de las paredes había un gran mural, donde el alumnado estaba construyendo una especie de mapa conceptual. 

Fruncí el ceño con una sonrisa, más allá de las palabras, ¿Rocío también se había declarado en rebeldía metodológica? ¿Habría alguien más desarrollando otro tipo de propuestas? 

No mentiré, me sentí reconfortada cuando vi aquella aula. No estábamos solas en aquella guerra.

— Sí, claro, bonita, dime —se giró sonriente y despreocupada.

— Verás... Primero gracias por lo de esta mañana —dije con una sonrisa nervios. 

No sabía cómo encarar aquella conversación, pese a saber que la probabilidad de hallar terreno hostil en Rocío era ínfima. 

— Ya ves tú —respondió chasqueando la lengua y haciendo un ademán con la mano.

— Esas llevan aquí años metidas en la dirección y se creen diosas por ello, pero son las que más tienen que callar, —dijo con resquemor.— Y más en ese ámbito—añadió negando con la cabeza.

Aquellas palabras no pasaron desapercibidas en mi mente. Ya era la segunda vez que Rocío dejaba caer aquello. En el tiempo que llevaba allí me había dado cuenta de cómo Alba iba detrás de Ana, pero más allá de eso, no había podido observar nada, ¿Rocío se refería a un posible affair entre ambas o yo me estaba perdiendo algo?

— Bueno, ¿Y qué te trae por aquí? —preguntó risueña frente a mí.

No había escapatoria. Confieso sentir un cosquilleo en el vientre y el vértigo en el pulso, aquella iba a ser la primera vez que compartiría con alguien que no fuera Miriam o Ricky, mi proyecto.  Tragué saliva con dificultad puesto que tenía la boca reseca y el corazón acelerado.

Cerré la puerta a mis espaldas y me acerqué a ella tratando de ocultar el nervio que me reconcomía bajo la piel.

— Sí... Verás... bueno, sobre lo que dijiste esta mañana del cambio... —titubeé nerviosa. — Llevo tiempo preparando un proyecto de dirección y creo que tu visión podría ayudarme a terminar de perfilar algunas ideas —dije de carrerilla.

Se hizo el silencio. No dijo nada durante unos segundos que a mí se me antojaron eternos, ¿No le gustaba la idea? ¿Me había precipitado al contarle aquello? ¿Era mala idea presentar la candidatura? Las dudas aterrizaron en mi mente a la velocidad de la luz y si mi pulso ya estaba acelerado, durante ese silencio pareció latir desbocado.

— ¿Y cómo es ese proyecto? —preguntó algo escéptica. 

— Es algo muy distinto a lo que plantea la actual dirección —dije mientras abría el portátil tratando de mostrarle el documento que estaba elaborando.— Es algo que creo que puede gustarte y no se aleja demasiado de lo que creo que estás desarrollando —añadí señalando el hilo rojo.

En sus ojos intuí cierto recelo, no terminaba de confiar y no la culpé por ello. Apenas llevaba tres meses en el colegio y ya había desarrollado un proyecto de dirección, con lo que eso conllevaba dadas las circunstancias particulares del colegio: iniciar una guerra. 

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