Capítulo 21

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Mimi

El tiempo y el mundo se detuvieron tras aquellas palabras. Ricky se marchaba. Ricky, mi Ricky, se marchaba, alzaba el vuelo y volaba lejos. Tragué saliva con dificultad, ¿era aquello real? ¿Estaba soñando? Quería que fuera un sueño, una pesadilla de la que te despiertas con el pecho agitado pero que quedaba en eso, en un escenario onírico.

Pero no. Aquello era real como la vida misma. Sin darme cuenta, mis ojos se humedecieron. Las lágrimas acumuladas en mi lagrimal, nublaron mi vista. Me alegraba por él, era su sueño, pero no podía evitar sentir un fuerte dolor en el pecho. No podía evitar echarlo de menos antes de que se fuera.

Ricky había estado siempre ahí. Nos conocimos en uno de esos puntos de inflexión que marcan tu vida, en uno de esos días en los que aguantas la respiración mientras esperas que todo pase rápido.

1 de agosto de 2016, Madrid, 4:30 p.m.

No sabía cuántas horas llevaba sentada en aquella silla, esperando alguna noticia. Prácticamente me había mimetizado con ella y la sala de espera. Apoyé la cabeza en la pared. No me había levantado ni para comer. Tampoco tenía hambre. Estaba demasiado nerviosa.

A mi lado se sentó un chico moreno, alto y bastante musculado. Se removió el tupé con la mano y trató de acomodarse en la silla.

- Joder, esto está más duro que una piedra.-se quejó entre dientes.

Sonreí. Sí, la silla era profundamente incómoda, aunque yo tenía el cuerpo entumecido de tantas horas de espera y ya ni lo notaba.

- Toma.-dije ofreciéndole el cojín que tenía guardado en la bolsa que me había preparado.

Me miró algo desubicado.

- ¿M-Me lo dejas?-preguntó con el ceño fruncido.

- Sí, claro, cógelo, anda.-insistí acercándole el cojín.

- Muchas gracias.-dijo cogiendo el cojín con una sonrisa sincera.- No sé cómo puedes aguantar más de un minuto sentada en esta piedra.-añadió con un toque de humor.

- ¿Por qué no me lo has dicho esta mañana?-pregunté con un hilo de voz.

Apretó los dientes, marcándosele la mandíbula. Tenía los ojos hinchados, había estado llorando.

- Porque no sé despedirme de ti.-dijo mientras una lágrima caída por su mejilla.- Porque es el sueño de mi vida pero me hubiera encantado vivirlo sin que eso implicase marcharme tan lejos de ti.-añadió con una sonrisa agridulce.

Las lágrimas recorrían mi rostro con total libertad. Fui hacia él y me lancé a sus brazos. Nos fundimos en un cálido abrazo.

- Prométeme que vas a disfrutarlo.-dije separándome de él y acunando su cara con mis manos.

Asintió mientras se secaba las lágrimas con el dorso de su mano derecha. Estuvimos unos instantes más abrazados.

- Bueno, basta ya de tanto lloriqueo, que al fin conozco a la rubia que te pone de un pesao' insoportable.-dijo Ricky con una pequeña carcajada.

Me giré, ahí estaba ella, apoyada en el marco de la puerta, algo sonrojada por las palabras de mi amigo.

- Acércate mujer, que no muerdo.-dijo Ricky.- Esta igual sí, pero bueno, no creo que te moleste eso demasiado.-añadió ganándose una colleja por mi parte.

Miriam, cortada, saludó a Ricky con dos besos.

- Nos conocemos justo cuando me voy, pero me vale-dijo Ricky sonriente.- Ahora entiendo muchas cosas.-añadió dedicándome una mirada cómplice.

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