Capítulo 26

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9 de noviembre de 2021, Madrid, Colegio La Cabaña

Miriam

Entreabrí los ojos con dificultad y miré el despertador, aún era temprano para abandonar la cama. Me revolví entre las sábanas, disfrutando del suave tacto de las mismas y el placer que genera poder retomar el sueño. 

Inhalé con fuerza contra la almohada, que desprendía ese olor a vainilla tan propio de la rubia que había puesto patas arriba mi vida. Sonreí automáticamente al reconocer el olor. Fue en aquel instante en que percibí la calidez de su brazo rodear mi cintura. 

Me giré quedando frente por frente con ella. Estaba profundamente dormida, tenía los labios ligeramente entreabiertos y en su rostro angelical se leía paz. 

Las yemas de mis dedos paseaban libremente por los recovecos de su cara, configurando en ella senderos que me conducían a un mismo punto: le quería.

Aquella fue la primera vez que mi mente lo verbalizó, en mitad de la noche después de un día rarísimo donde lo único positivo fue afrontarlo juntas. 

Le quería y eso conllevaba consigo de forma inherente una duda: ¿Y ella? ¿Qué sentiría ella? ¿Latiría su pecho con fuerza como latía el mío cada vez que ella merodeaba cerca de mí? 

Sentí cierto vértigo cuando mi cabeza empezó a formularse todas esas preguntas. Sentí cierto miedo. Me acurruqué en su abrazo, regodeándome en el contacto de su piel y la mía, queriendo olvidar por unos instantes esas dudas. 

Ella, aún en fase REM, afianzó el agarre, ronroneando ligeramente contra mi clavícula. Así, entre la calidez de sus brazos y su natural olor a vainilla, dejé en el desván los miedos y volví a recuperar el sueño.

Mimi

El estridente sonido del despertador me arrastró de un dulce y placentero sueño a la realidad. Palpé la mesilla de noche hasta dar con el aparato, de un golpe seco pulsé el botón que detuvo el ruido. Era martes y tocaba afrontar un nuevo día en el colegio. 

Abrí los ojos con dificultad y sentí un vacío justo a mi lado. Clavé el codo en el colchón y busqué a Miriam con la mirada, pero tan solo encontré las sábanas revueltas.

Sentí una oleada fría sobre mi pecho. Me incorporé en el cabezal de madera de la cama contrariada, ¿Se había marchado? ¿Por qué se había marchado? 

El frío comenzó a extenderse por todo mi cuerpo, sembrando miedos e inseguridades por toda mi extensión, ¿Qué había ido mal? Con esfuerzo intenté recordar la noche anterior en busca de algún error, de algún fallo que hubiera podido pasar por alto.

De pronto la puerta se abrió despacio y una melena ondulada seguida de una esbelta figura atravesó con sigilo el umbral de la puerta. Suspiré soltando en un soplido todo ese frío glaciar que habitó en mí. 

Pese a la penumbra de la habitación, vislumbró mi figura y se acercó a mí con un paso más firme hasta llegar al borde la cama. Gateó desde el final de la cama hasta mí con una lentitud agónicamente sensual, quedando a escasos centímetros de mi cara. Podía notar su respiración chocar contra contra mis mejillas.

En cuestión de segundos pasé de ver renacer el miedo a que mi temperatura corporal se viera disparada como si estuviéramos en plena ola de calor veraniega.

- ¿Dónde estabas?-pregunté con una voz aún ronca, alternando la mirada entre sus ojos y sus labios.

Una sonrisa ladeada se instaló en su rostro y se acercó aún más a mí. Nuestros labios se rozaban y mi capacidad de resistir a la tentación se vio en serios problemas. 

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