Bonus Track

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—D-Déjenme en paz...

—¡El marica cuatro ojos va a llorar!

Un Hongjoong de ocho años lloraba desconsoladamente sobre la nieve mientras estaba siendo acosado.

Ya que él era un niño bajito y con una complexión delicada como el de una chica, era un blanco fácil para ser víctima de los niños más grandes de su escuela.

Y según sus padres, como él era un "hombre" debía defenderse solo. Así que si llegaba a casa con un ojo morado no presentaba problema alguno.

Desganado y sin querer alargar más aquella pelea, Kim agachó su rostro, preparándose mentalmente para la paliza de su vida.

Pero, como si aquellos deseos mentales de ser salvado fuesen escuchados, un cuerpo más grande se posicionó frente a él, alzando sus manos hacia los costados y bloqueando el paso hacia el más pequeño.

—¿No escucharon? Dijo que lo dejaran en paz —dictó el extraño con autoridad.

—¡Tsk! Vámonos chicos —mencionó uno de los bully, alejándose con sus amigos.

Hongjoong miró con admiración al chico castaño que lo había defendido.

Y cuando este se dió la vuelta, rápidamente el contrario le acomodó su bufanda, poniéndole además sus guantes para que entrara en calor.

Kim estaba anonadado. Nunca antes había visto a ese chico, pero podía jurar que su corazón no había latido de esa peligrosa manera con nadie más antes.

—¿Estás bien? ¿Te han lastimado? —preguntó el castaño, sacando de su trance al más bajito.

—N-No, estoy bien. Muchas gracias por eso... —respondió nervioso el pequeño.

—¿Cómo te llamas?

—Hongjoong... Soy Kim Hongjoong, ¿y tú?

—Mi nombre es...

Y entonces, Hongjoong despertó.

Los rayos del Sol apenas comenzaban a colarse por su ventana.

Se sentó torpemente en la cama, mirando con una gran sonrisa el resplandeciente anillo en su dedo y a su chico a su lado.

Aquello no había sido un sueño, había sido un recuerdo.

¿Cómo es que había olvidado algo tan importante?

—Con que eras tú, ¿eh? —susurró Hongjoong agachándose hacia el rostro de su esposo y dejándole un pequeño beso en la frente —. Volviste a encontrarme...

Soltó una carcajada al pensar en la manera en la que el destino había jugado con ellos todo ese tiempo, pero sabía que toda la espera había valido la pena ya que cinco años ya habían pasado, y estaba seguro de que pasarían el resto de sus vidas y las siguientes juntos.

Sintió como Mingi abrazó con cuidado su cintura, mirando luego cómo el castaño volvía a cerrar los ojos sobre su hombro, acariciando con cariño su vientre.

—Buenos días, cariño. ¿Te desperté? —saludó Hong acomodando los desastrosos mechones del menor.

—Buenos días, bebé... Está bien, ya iba a levantarme también —respondió el castaño.

—Hoy haré el almuerzo y después de eso podemos irnos juntos al trabajo, ¿qué te parece?

—Suena perfecto.

Y antes de abandonar su cama, ambos chicos se dedicaron a darse sus merecidos besos mañaneros.


Y antes de abandonar su cama, ambos chicos se dedicaron a darse sus merecidos besos mañaneros

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