𝘐 𝘉𝘦𝘨 𝘠𝘰𝘶 𝘚𝘪𝘯𝘨 +¹⁸ «𝐉𝐞𝐨𝐧 𝐉𝐮𝐧𝐠𝐤𝐨𝐨𝐤»

23) Seúl en invierno

Aproximadamente serían las nueve de la noche de un martes. Quedaban dos semanas para volver a la rutina, las clases, los trabajos, las investigaciones, los exámenes, los apuntes, las sesiones de estudio, siendo todos los anteriores totales acaparaciones de tiempo. Podía ir despidiéndome de mi tiempo libre a diario. Tenía que ponerme al día para no sentirme estresada y abrumada en los meses finales, porque es importante recalcar que me gradúo este año, sin contar un último cuatrimestre lleno de prácticas antes de soltarnos al mundo laboral.

Empujaba suavemente, produciendo el desliz de las cuchillas sobre el hielo mientras esperaba a que mi mejor amiga terminara de atarse los cordones lo suficientemente fuerte como para cortarse la circulación de ambos pies. Podía verla desde el punto en el que me encontraba, sentada en el banco frente a la entrada de la pista. Giré hábil en su dirección para apoyarme en la valla metálica que limitaba el recinto.

— Eres más lenta que el caballo del malo — me hizo burla y repitió la lazada por octava vez, seguro porque "no garantizaba que no se le fuese a salir el patín".

— Ya voy — comprobó su equilibrio y camino a zancadas hasta mí.

La tendí mi mano para que no tropezara y, sin mucha más complicación, nos adentramos en la pista, tan concurrida como todos los inviernos. Seúl es así.

Los altavoces dentro del techado de cristal cantaban canciones populares en estos días y, sin querer, canté una parte de la que podía escuchar. No era la primera vez que me sucedía. Desde que Jungkook me animó a soltarme y no ser tan obcecada respecto al canto, mis labios hablan solos sin pedir permiso a mi cerebro, o quizás sea un efecto secundario de esos de los que hablaba Seokjin.

Seguí el ritmo de Taehul, pues yo era mucho más mañosa en esto que ella y debía tener piedad. Guardé mis manos en los bolsillos y miré el cielo estrellado por medio de la bóveda diáfana. Jeon me dejó claro que aún no era su hora cuando escuché como cantaba la misma estrofa que yo había canturreado anteriormente, entonces la repetí, empezando un juego de ida y vuelta, con efecto de pelota de ping-pong.

— ¿Qué haces? — por su cara, me está catalogando como bicho raro.

— Estoy jugando con Jungkook — respondí con la misma sonrisa que me había producido escucharle seguirme el royo.

— Definitivamente me tienes que contar qué pasó en su casa. Noto que ahora estáis más unidos —me codeó—. ¿Tienes pensado presentarnos algún día?

— No es el momento para eso —la adelanté unos centímetros—. Sobre lo de la semana pasada, gracias por cubrirme — la eché una mirada rápida.

— Mi pregunta es, ¿cómo llegaste hasta su casa? —ladeó la cabeza y fijó los ojos en el hielo rasgado por las cuchillas que habían pasado por su superficie— Se suponía que venías en autobús hacia la mía.

— Si, pero tenía que ir a devolverle su libro. ¿Te acuerdas? Me prestó un libro —gesticulé con las manos de forma obvia, sabiendo que no podía desmentirme aquello—. Quise pasar primero por su casa, dárselo e ir hacia la tuya, sin embargo, empezó a nevar tanto y tan fuerte que los autobuses dejaron de circular. Por eso tuve que quedarme allí —concluí. Me miró y suspiró, como si fuese un caso perdido—. ¿Qué esperabas? ¿Una noche de pasión donde me pedía que me escabullera de nuestros planes para quedarme en su cama? — me puse frente a ella, tomándola de la mano, esta vez patinando hacia atrás un poco más rápido.

— Sinceramente, cuando me enteré, sí pensé eso — chasqueé la lengua incrédula.

— ¿Por quién me tomas? — alcé las cejas.

— No te hagas la santa. Ya te conozco como si fueras mi hermana.

Yo me reí por la visión que tienía de mí, bien encaminada parcialmente. Se escuchó, o mejor dicho, escuché, otro intento de Jeon por llamar mi atención y retomar el vaivén de hace unos minutos, al cuál sonreí, sin razón desde el punto de vista de la morena.