Hogar, agridulce hogar.

646 58 4
                                    

— ¿Paula? No esperaba tu llamada.

— Hola Bea, yo también te quiero —dijo sarcásticamente.

— No seas mala, acabo de llegar del trabajo, estoy cansada, no me lo tomes en cuenta —pidió.

— Está bien, no pasa nada.

— Cuenta, ¿por qué llamas? No será el por algo malo —enunció asustada.

— Relájate, te llamaba para recordarte las horas y fechas del vuelo, para que no te hagas líos.

— ¿Vuelo?  —murmuró— ¡MIERDA! No me acordaba...

— Tienes la cabeza muy dispersa, ya hablaremos cuando vengas que estas llamadas cuestan una pasta pero para que no te preocupes todo va bien.

— Vale dímelo rápido

— El lunes de la semana que viene, el día nueve a las 3:45 pm horario de Boston. El resto igual que al ir.

— Gracias por recordarmelo. Un beso para todos y hasta pronto.

— Adiós Bea, besos.

Había olvidado por completo que tenía que volver a España, y no era justo que Chris hubiera aparecido justo cuando la quedaba una semana. Pero, ¿qué es la justicia? La justicia es como el viento, sabes que está ahí, lo notas y te hace falta pero no siempre sopla hacia el sentido que necesitas. Durmió plácidamente después de todo el cansancio acumulado del día y ese descanso la ayudo a ordenar sus ideas.

El lunes quiso que todo fuera normal, necesitaba su rutina inalterada antes de recordarle a Amanda que se marcharía pronto y de tener que despedirse de sus hermanos ahora que los que peor estaban parecían mejorar. Ya casi se había gastado todos los ahorros de los que dispuso para vivir por ese tiempo en Boston y su sueldo de camarera era insuficiente para comprar algo a los niños y a Amanda. Así que se la ocurrió hacer algo a mano, algo especial. Bueno, ya pensaría qué hacer más adelante. Lo que ahora la urgía era seguir como siempre. Al final del día Beatriz invitó a su amiga a tomar algo. Una vez en el restaurante Beatriz se dispuso a hablar.

— Amanda, recuerdas que te dije que debía irme, ¿verdad? —dijo con la cabeza gacha.

— ¿Cuándo te vas? —preguntó a sabiendas de la respuesta.

— Dentro de una semana —contestó a tiempo de llenar sus ojos de lágrimas que ansiaba brotar pero se mantenían retenidas.

— Ojalá no tuvieras que irte, Alice te echará muchísimo de menos, todos lo haremos —afirmó Amanda.

— Yo si que os voy a extrañar —y se rió por no llorar.

— Cambiemos de tema —soltó con brusquedad, Amanda no soportaba los momentos tristes, ya tenía suficiente con lo suyo.

Beatriz se quedó un poco cortada pero no se molestó, además cambiar de tema era una buena idea.

— Después de que te fueras ayer del bar, pasó algo...

— Cuéntame —pidió Amanda con gran curiosidad.

— Sólo si prometes no reírte.

— Lo intentaré pero no te prometo nada —aseguró.

Beatriz vaciló con esta respuesta, así y todo decidió proseguir y contarle a Amanda su encuentro con Chris. Como era de esperar la madre de Alice no tuvo ningún reparo en liberar unas cuantas carcajadas, sobretodo cuando Beatriz también se estaba riendo tanto que se puso colorada.

— Bea, lo tuyo no tiene remedio... —concluyó Amanda.

— Me pongo muy nerviosa y no puedo evitar hacer el ridículo, es espantoso. Debe pensar que estoy pirada.

— Puede que lo estés, un poquito.

— Gracias —agregó con notable sarcasmo— seguro que no quiere volver a verme —musitó triste.

— Seguro que no —bromeó.

— Desde que estas con John te has vuelto un poquitín borde.

— Oh no me hables de John, tengo más sueño que otra cosa —se quejó, pero decía más de lo que podría parecer.

— Vale, no pienso preguntarte —aseguró Beatriz.

— Pues si te vas a ir creo que deberías decírselo a Chris.

Tras dirigir una mirada fulminante a Amanda, Beatriz contestó.

— A parte de que no pienso hacerlo porque sería muy raro, ¿cómo voy a encontrarle?

— John es amigo suyo, ¿no? —la guiñó un ojo.

— Déjalo, es mejor para los dos que no volvamos a vernos.

Y sin más novedades llegó el domingo. Se despidió de todos y les regaló unos cómics a los niños. Estaban personalizados y no eran nada del otro mundo. Se trataba de una hoja y la historia estaba personalizada de tal forma que los niños eran los protas y cada uno hacia lo que más le apasionaba. Al fin y al cabo la intención es lo que cuenta. Ese día no trabajó pero sí fue a despedirse con la esperanza de encontrarse a Chris, sin embargo no ocurrió. Ya era martes, acababa de llegar al aeropuerto. Paula y su madre la esperaban con un cartel con su nombre. En cuanto las vio se abalanzó a abrazarlas. Pasaron todo el viaje hasta casa hablando, aunque Beatriz no quiso decir nada de Chris. Paula se quedó a dormir aquella noche y hablaron, tanto que amaneció.

— No me has dicho nada de David, ¿está bien?

— Rompimos —soltó Paula del golpe.

— ¿Qué? Lo siento mucho Paula —la abrazó.

— Tranquila, es mejor así.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes?

— No quería que te preocuparas.

— No tenia que haber ido a Boston, tu me necesitabas y yo fuera...

— Tenías que ir y lo sabes además David y yo no teníamos futuro...

— ¿Qué pasó para que digas eso?

— Simplemente nos distanciamos.

— Nunca lo habría adivinado, se os veía genial.

— C'est la vie —concluyó encogiendose de hombros.

Dos semanas después llegó una carta a nombre de Beatriz, eso la recordó el día en que encontró la nota de Chris y una sonrisa tonta se dibujó en sus labios.Entonces abrió la carta, era de la universidad. Dado a que no había acabado la carrera y sus buenas notas los cursos anteriores la pedían volver y tenían una plaza reservada para ella. Quién más se alegró fue su madre. Todo volvería a ser igual, o quizás no, la vida da muchas vueltas y nunca se sabe.

Un Sueño Vivido. II © (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora