Despedida

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Faltaba una semana para que comenzara el curso. Desde que recordó todo el sueño, cada día hasta ese mismo momento, no había dejado de plantearse muchas cosas. Una idea la inquietaba tanto que pensaba llevarla a cabo. Ya lo habló con Paula y David, quienes poco convencidos, creyeron que al fin y al cabo no era tan disparatado lo que pretendía hacer. Precipitado, puede, una locura, quizás, pero una mala idea, en absoluto. Ahora sólo quedaba hablar con su madre, el hueso duro de roer, que tampoco lo era tanto.

— Mamá, tengo que contarte una cosa —dijo seria y precavida.

— ¿Qué sucede hija? —preguntó preocupada.

— He estado dándole muchas vueltas... No ha sido fácil tomar esta decisión pero has de saber que lo necesito....

— No te entiendo

— Estos años he trabajado mucho para tener las mejores notas y conseguir becas...

— Sí, y estoy muy orgullosa por éso. ¿Qué quieres decirme?

— Voy a tomarme un año sabático —anunció, su madre se quedó catatónica— a Estados Unidos —recalcó.

Como veía que no contestaba insistió.

— Mamá después de todo lo que he trabajado me lo merezco, y sobretodo lo necesito. Por favor, ¡entiendelo!

Antes de contestar, su madre se fue a su habitación. Al volver traía algo en la mano. Cuando se acercó más pudo distinguir un marco con una foto.

   >Fíjate —dijo su madre enseñándole la foto donde salía ella antes del accidente— esta chica de aquí no se merecía un año sabático, aun no había trabajado lo suficiente como para merecerlo, en cambio la chica que tengo en frente, ya es una mujer y puede hacer lo que quiera porque es toda una luchadora.

Al entender que tenía su bendición se abalanzó sobre su madre para abrazarla con fuerza.

— ¡Gracias mamá! Eres la mejor.

— Sólo prometeme que no harás ninguna tontería, tienes que volver a casa de una pieza. Para acabar la carrera.

— Te lo prometo mami.

— ¿Cuándo habías pensado irte, hija?

— El martes, dentro de cinco días.

— ¿Y por qué has tardado tanto en decírmelo?

— Porque hace poco que se me ha ocurrido —se excusó.

Beatriz se dispuso a hacer la maleta, más bien a apuntar en una lista todo lo que tenía que llevarse a Boston. Ropa de invierno y ropa de entretiempo, en caso de necesitarlo compraría allí lo que fuese. Calzado escaso, botas timberland, converse blancas, botines deportivos negros y unas Nike air azul oscuras. Artículos básicos de higiene personal, cepillo de dientes, peine etc. Qué más... Ah sí, dos vestidos por si acaso. Y por último todos los documentos que tenía que llevar y claro está el móvil y el cargador. A un día de irse, ya se había despedido de todos, su madre la regaló una cámara de fotos. Esa era de echo su primera cámara de fotos.

— Esto es para tí, quiero que inmortalices todo —exigió.

— Muchas gracias, lo haré —contestó sonriente.

Ya eran las seis de la tarde así que se fue a dormir porque tenia que coger el avión a las cinco de la mañana y para eso tenía que irse a la una. El aeropuerto estaba a una hora de su ciudad y como era un vuelo internacional tenía que estar tres horas antes, así y todo llegaría pronto. Efectivamente eran las dos menos veinticinco y ya estaba allí, casi media hora antes de lo previsto. Durante todo el trayecto había estado repasando con su madre todo lo que llevaba para que nada se la olvidara. Estaba segura de que todo estaba en orden puesto que su ordenada madre la había ayudado a hacer la maleta. Esperó con su progenitora hasta poder facturar, luego de eso se despidió de ella ya que tras pasar el control su madre no tenía acceso.

— Cuidate mucho cariño mío por favor —suplicó su madre aguantando el lloro, tenía que resistir para demostrar que confiaba en su hija.

— Lo haré mamá, y tú también tienes que cuidarte, ¿vale?

— Estaré con el abuelo —dijo dando a entender que estaría bien.

— Adiós mamá. Te quiero.

— Te quiero mucho hija, pásalo bien.

Pasó el control y se despidió de nuevo de su madre moviendo su mano.

— ¡Buen viaje! —gritó la madre.

— ¡Gracias!

Ahora ya estaba sola. El temor y la emoción la invadían y para colmo quedaban dos horas para que pudiera embarcar. Con el tiempo más nervios salían a flote y poco podía entretenerse en las escasas tiendas del aeropuerto. Se compró una revista de ciencia para pasar el tiempo, hablaba sobre universos paralelos, un tema realmente fascinante. Así mató el tiempo hasta que embarcó. Una vez se acomodó en el asiento del avión se puso unos cascos para amortiguar los ruidos y se durmió. Si tenia que pasar tantas horas en el aire rodeada de tanta gente prefería no enterarse, por eso se fue con Morfeo. Lo único que la disgustaba era la escala en Londres, una pena que no hubiera vuelos directos en esa fecha. Aun así por unos 400 euros merecía la pena.

Un Sueño Vivido. II © (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora