Llegada a Boston.

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Tuvo un vuelo bastante tranquilo, exceptuando la escala y el chico hablador que se sentó a su lado en el segundo avión. Paula y David la habían ayudado a escoger el piso de alquiler y planificaron juntos el trayecto del aeropuerto a casa. Ahí estaba el problema, en llegar al apartamento. Cogió un taxi y le dió la dirección pero la dejó en frente de un hospital. Supuso que el portal estaría enfrente pero ante la duda y perderse aún más de lo que estaba, o de lo que creía estar, entró al hospital para preguntar. Casualmente era la hora de las visitas y sin saber cómo una marabunta de mujeres sobretodo y algún hombre también la llevaron a la planta de pediatría.

Cansada del viaje y perdida se sentó en una de las sillas libres del pasillo principal y se derrumbó. Qué pretendía hacer allí sola, sin conocer a nadie, como si fuera tan fácil encontrar a Chris Evans que ni siquiera estaría en Boston. Entonces una niña pequeña que vio llorar a Beatriz se acercó a ella.

— Hola, ¿por qué estás triste? —dijo amablemente.

— Por nada —para qué contárselo a una niña de unos siete años si no entendería nada.

— Y, ¿por qué estás llorando? —insistió la pequeña.

— Es que acabo de llegar, estoy cansada y no se donde está mi apartamento —contestó ante la insistencia de la niña.

— Alguien que conozcas te podrá ayudar, ¿no?

— No...

— Yo te puedo ayudar si quieres —dijo ilusionada.

— No hace falta —afirmó con una sonrisa para despreocupar a la niña.

— Yo creo que si, ven mi mamá seguro que te ayuda —la tomó de la mano y se la llevó "a rastras" a una especie de salón donde había más niños y algunos padres.

Se fijó mejor y se dió cuenta de que muchos niños llevaban gorros, pañuelos o estaban calvos. Eso significaba que, ¿tenían cáncer? Y la niña seguramente también porque llevaba puesta una bonita gorra. Se sintió enormemente avergonzada por su anterior ataque de frustración sabiendo que esa niña se apiadó de ella cuando estaba peor.

— Mamá te prestento a... No sé cómo te llamas.

— Soy Beatriz

— Ala, qué nombre tan chulo —exaltó la pequeña con asombro.

La madre de la niña la miraba curiosa, pero amable.

— Alice, ve a jugar cariño —ordenó la madre.

Espero a que la niña estuvo distraída jugando con los otros niños para hablar con Beatriz.

— Soy Amanda —se presentó y luego miró a su hija— la caes muy bien.

— Y ella a mi, es muy resuelta para ser tan pequeña —contestó.

— Así que necesitas ayuda, ¿qué te ha pasado?

— Nada es sólo que... —se interrumpió al sentir un nudo en la garganta, sin embargo mantuvo la compostura y siguió— acabo de llegar, no conozco a nadie aquí y no se dónde está mi apartamento, sólo se que está por aquí cerca.

— Yo vivo en este barrio, dime la dirección y te acompaño, si quieres.

— No quiero molestar...

— No es molestia, además te hace falta. Queda media hora para que nos echen de aquí, quédate y luego te acompaño.

— Está bien —contestó más contenta.

Amanda se despidió de Alice y esta se acercó a Beatriz.

— ¿Vendrás aquí alguna vez más?

Beatriz miró a Amanda quien asintió.

— Claro, cuando quieras.

— Qué bien —exclamó muy alegre y la abrazó, ese gestó enternecedor provocó que Beatriz quisiera mucho a la pequeña Alice.

— Nos vemos pronto —dijo para despedirse y se fue con Amanda.

Una vez fuera del hospital Beatriz le dió las señas del apartamento a Amanda.

— Está aquí mismo, a la vuelta de la esquina.

Beatriz cogió la pesada maleta de nuevo y se fueron hasta el apartamento. Amada permaneció con la española, mientras le pedía las llaves al casero y la acompaño hasta el piso.

— Muchas gracias Amanda, me has salvado la vida.

— No ha sido nada.

— Te invitaría a entrar pero... —señaló el vacío apartamento.

— Entiendo —se rió— no importa, ya me invitarás otro día.

— Claro

— Respecto a Alice, la haría muy feliz que fueras a verla —insinuó.

— Iré todos los días que pueda, esa pequeñaja me ha robado el corazón.

— Alice es así de buena... —murmuró con la mirada triste y perdida.

— Ojalá salga de esto.

— Rezo por ello todos los días, bueno será mejor que me vaya. Ya nos veremos.

— Vale, adiós Amanda, y gracias otra vez.

Cerró la puerta, se apoyó contra esta y se dejó caer hasta sentarse en el suelo. Había sido un duro y largo día pero ya estaba en su nueva y temporal casa. Así permaneció un rato hasta que su estómago rugió. Se fue al baño para darse una ducha relajante, el casero se había ocupado de limpiar todo antes de su llegada, menos mal... Abrió la maleta y comprobó que todo estaba en su sitio, se puso ropa limpia y bajó a comprar algo de comer. En esa calle había un McDonalds así que fue allí, pero antes compró agua, leche, cereales, y champú. El minibote de un uso acababa de gastarle. El resto de cosas lo compraría al día siguiente. Pidió su cbo para llevar, tenía ganas de comer tranquila. El resto del día lo pasó descansando, ya tendría tiempo de ordenar todo y comprar.

Un Sueño Vivido. II © (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora