Tensión.

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— ¿De dónde has sacado esa pulsera? —inquirió acelerado.

— Me la dieron...

— ¿Quién?

— Qué más da.

— Esa pulsera me la robaron hace cuatro años y ahora la tienes tú.

— ¿Cómo que te la robaron?

— Tú no puedes tenerla —amenazó.

De esta forma Beatriz se enfadó y se quitó la pulsera.

— Si tanto la quieres, toma... —se la tiró, y llena de furia y confusión se esfumó de allí.

Mientras tanto, Chris recogió la pulsera y después de observarla anonadado, la guardó en uno de sus bolillos del pantalón. Se odió a sí mismo por haberse comportado así con Beatriz, sin embargo le dolió más haberla mentido. Recordó el día en que la encargó para regalársela a su madre el día de la madre, valga la redundancia. Sin embargo, nunca llegó a ver esa pulsera hasta que soñó con ella. Beatriz estuvo distante el resto de la jornada, y procuró mantenerse fuera de la vista del actor. Lo último que la apetecía era verle después de su enfado sin sentido. Además estaba descubriendo que no era el hombre del que se había enamorado en un sueño.

Pensar eso, finalmente, la convenció de que nada místico la unía a Chris, y que creer que el universo o el destino los quería juntos había sido una total pérdida de tiempo. Encima era el tipo de hombre que más coraje le daba con su cabello claro, ojos azules, piel pálida, musculado. Cuando era pequeña ese era el estereotipo del hombre ideal y creció con la norma de no ser atraída por hombres de tal aspecto, seguramente por eso despreciaba tanto sentirse atraída por Evans. Era incapaz de negar que era físicamente perfecto y, además, que le gustaba. Ahora estaba apunto de acostarse en la cama que iba a compartir con Paula dos noches, como amiga directa de Amanda tuvo el lujo de alojarse en la propia casa de los padres de John.

— Bea, me duele verte así, voy a matar al imbécil de Chris Evans —dijo con convicción (recordemos que Paula era una de sus mayores fans).

— ¡Maldita sea! Cómo hago para que deje de gustarme...

— Haré que parezca un accidente —susurró Paula imitando a un mafioso, así que Beatriz rió sin remedio— ¡Eh, te hice reír!

— Te odio.

— Sí yo también me amo.

— No me hagas reír, se supone que debo estar enfadada.

— Se supone que debo hacerte reír cuando estas enfadada, querida.

— Se supone que de las dos la graciosa soy yo.

— Has perdido práctica —concluyó Paula encogiendose de hombros.

— Será eso...

Luego de divulgar un rato se quedaron dormidas y de no ser por la intrusión de Amada en el cuarto se hubieran quedado con Morfeo alguna que otra hora más.

— ¡Tapaos las vergüenzas chicas!

Las dos amigas durmientes despertaron entre queridos murmurados.

— Arriba, venga que el desayuno os espera. Tenéis quince minutos.

— Buenos días, ¿eh? —dijo Paula.

— Os veo abajo —exclamó cuando salió de la habitación cerrando la puerta.

— ¡Mierda Paula! Date prisa que solo tenemos veinte minutos.

— Son quince —corrigió.

Paula se puso una camiseta verde que realzaba sus ya despampanantes encantos con unos shorts negros y vans del mismo color. En cambio Beatriz optó por algo menos llamativo, la camiseta gris de AC / DC que Paula la regaló el verano pasado, unos leguins negros de verano y sus Nike blancas y grises. En esto que transcurrió el cuarto de hora y a Beatriz aunque la faltaba repasar su cabello con las planchas.

Un Sueño Vivido. II © (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora