Cenizas

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Escucho voces confusas a mí alrededor, alguien dice mi nombre repetidas veces y yo quiero responder, pero las palabras no salen de mi boca. Y quedo en silencio una vez mas y cuando siento que estoy cayendo en un profundo agujero, despierto.

Abro repentinamente los ojos y encuentro a Peeta con la mirada de pánico frente a mí, estoy tirada en el suelo del salón. Y él tiene una pinta de desesperación, con el cabello alborotado, me llevo la mano a la cabeza, porque comienza a dolerme. Y el respira aliviado

- Que paso? –pregunto suavemente-

- No recuerdas lo que te paso?

- Pues no...

- Bueno, nosotros tampoco sabemos, Haymitch vino para hablar contigo y ya estabas tirada aquí. Effie se quedo al cuidado de la niña y el fue a buscarme. –me ayuda a levantarme- Te encuentras bien, que te paso?

- Creo que me desmaye, estaba entrando en un estado de ansiedad por... -y de pronto me acuerdo, la invitación- Discúlpame. –me alejo de él y subo las escaleras, debo refugiarme, aquí viene de nuevo la punzada de dolor-

- Hey, Katniss... que pasa? –me llama desde abajo, pero yo no respondo- Puedes quedarte con ella? –le pregunta a alguien, no creí que hubiera alguien con nosotros, no escucho su respuesta pero ya puedo escuchar a Peeta en los escalones- Gracias. –dice el-

Entro en el baño, sin preocuparme por ponerle seguro a la puerta, porque sé que es capaz de derribar la puerta si no le abro. Me meto en la regadera y abro la llave para que caiga el agua fría sobre mí, no me importa haber abierto la llave equivocada, me quedo ahí abajo aun con la ropa y zapatos puestos. Y por fin, comienzo a llorar, a llorar de verdad, entre sollozos y sonidos extraños... y cuando el dolor parece estar quemándome, grito, me siento frustrada. Hoy es uno de estos días en los que no podre recuperarme, en el que no podre disfrutar de nada. Peeta entra, y tira de mí para quitarme del flujo de agua... y yo dejo que él me acune en  sus brazos, me arropa con una toalla y guarda silencio. Yo lo aprecio, el sabe que ahora mismo necesito esto, que no diga nada. Simplemente me mece y me aparta el cabello mojado de la cara. Cuando estoy algo más calmada, me carga y me lleva a la cama, pero yo aun en mi estado, me quedo profundamente dormida.

Abro los ojos cuando la oscuridad reina en la habitación, estoy acostada y arropada en la cama, con las pijamas puestas... Peeta debió de haberme cambiado. El no está a mi lado a pesar de que parece ser muy tarde. Me pongo de pie y bajo para buscarlo, recorro la casa entera en su búsqueda y cuando mis opciones se agotan, se exactamente donde está. Subo de nuevo y me dirijo a aquella habitación que rara vez he abierto, la de los cuadros de Peeta. Me detengo dudosamente frente a la puerta, tomo una respiración profunda y entro para confirmar que Peeta está allí, sentado mientras contempla lo que creo es un cuadro de nuestra primera arena. Al verme se sorprende y se pone de pie, pero a medida en que yo me acerco, se relaja y se sienta otra vez.

- Sé que no te gusta entrar aquí, lo siento... -me dice-

- Está bien, debo superar mis miedos. –le respondo pero no lo veo a los ojos y poco a poco me acerco a la ventana solo para evitar ver el resto de las pinturas-

- Quieres hablar sobre lo que paso? –puedo escuchar sus pisadas detrás de mi-

- Si, supongo leíste la invitación, eso me altero. –hay un silencio largo-

- Por qué? –dice dudosamente después de un rato-

- Entiendo que la libertad sea un motivo de celebración, pero que hay de las vidas que se perdieron? Yo no podría pararme allá con un vestido diseñado para la noche, cenar y beber vino blanco... cuando esta libertad me costó la vida de mi hermana. –le suelto-

- Y a mí la de mis padres... la de Finnick, Boggs...

- Ahí lo tienes. –me cruzo de brazos aun sin verlo-

- Pero, la guerra, ni siquiera la muerte nos roba a nuestros seres amados... al contrario, nos los guarda e inmortaliza en el recuerdo. La vida si que nos los roba muchas veces y definitivamente. –jamás me había puesto a pensar en esto, pero es cierto, Prim jamás ha muerto, al menos no para mi... porque la muerte no existe, las personas mueren solo cuando son olvidadas, es por eso que Prim siempre está viva en mi recuerdo, porque jamás la olvidare, ni a Finnick, ni a Boggs, ni a Cinna, mucho menos a Rue- Tu misma lo dijiste, debes superar tus miedos.

- Tienes razón. –me vuelvo para verle a los ojos- La tienes.

- Vamos a dormir, ambos estamos cansados. –me toma la mano-

- Donde esta Nadia?

- En casa de Haymitch, Effie insistió. –se encoje de hombros-

- No me gusta lo que le hago a mi hija, mis trastornos siempre provocan que se la deban llevar.

- Es aún muy pequeña para saber que sucede. –cierra la habitación-

- Aun así, yo si soy consciente de lo que hago. –llevo mi mirada hacia mis dedos-

- Hey –me toma por la barbilla y me hace levantar el rostro- no te sientas mal, mejor piensa en que Effie y Haymitch son felices de tenerla en su casa, les encanta que ella pase la noche allá, me lo han dicho. Y mira, se que han sucedido muchas cosas en el último año, pero estamos aquí. Yo tengo un miedo atroz de que cuando ella crezca y se dé cuenta de mis episodios, me odie. Pero intentare... -lo interrumpo-

- No te odiara, no lo hará. –niego con la cabeza y el agacha la mirada- Mírame –le ordeno y él me ve tímidamente- Jamás nadie podría odiarte, eres el hombre más dulce, encantador, divertido y sincero sobre este mundo, nunca nadie podrá odiarte aun cuando lo intentaras.

- Vaya Sra. Mellark, está intentado seducirme? –se que esta intentado cambiar el tema, pero le sigo el juego.

- Probablemente. –me meto en la cama-

- Pues lo ha logrado. –se quita los zapatos-

- Me alegro mucho, ahora me siento orgullosa de mi misma.

- Y yo también estoy orgulloso de usted. –se mete bajo a las sabanas- Pero ahora, a dormir.

- A la orden. –suelto una risita-

- Me encanta que rías, es un sonido precioso. –murmura cuando me abraza por la espalda-

- Tu voz es un sonido precioso.

- Uhmm. –suena adormilado-

- Peeta?

- Si?

- Lo decía en serio, sobre que nadie podrá odiarte. –tensa el brazo que tiene a mi alrededor-

- Te creo. –susurra-

Y así termina nuestra conversación, el cae en un sueño profundo de inmediato, mientras yo pienso en mi vida. En como todo ha cambiado, y todo gracias a Peeta. No cabe duda que ser amado por alguien te da fortaleza, y amar profundamente a alguien da valor. Prim se atraviesa por mis pensamientos, y es que yo la amo profundamente a ella, pero ahora, como dice Peeta, está guardada en mi interior. Aunque eso no cambia, que su muerte sea una herida muy presente en mi. Dicen que el tiempo cura las heridas, pero no estoy de acuerdo, las heridas perduran. Con el tiempo la mente, para proteger su cordura, las cubre con cicatrices y el dolor se atenúa, pero nunca desaparecen. Es por esto que jamás se irá esta punzada de dolor que siento cada vez que pienso en Prim.

A veces cuando la mente ha soportado mucho, se esconde en la locura. A veces cuando la realidad es solo dolor, y para escapar de ese dolor la mente debe dejar atrás esa realidad. Y esto es lo que pasa con nosotros, la mente de Peeta se escondió en la locura por un tiempo, como ahora lo hace de vez en cuando. Y yo quise dejar atrás esta realidad, pero me di cuenta que es inútil, resulta diez veces más doloroso querer escapar de algo que ya es parte de ti. Pero ahora mi realidad es diferente, tengo algo a lo que aferrarme. Una familia, algo que temo me sea arrebatado de un día a otro, es por eso que mi miedo nunca se va.

Y no lo hará jamás.   


SiluetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora