En la lluvia

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Palidezco.

- Pasa –le digo y el entra con elegancia natural- Quieres algo de beber?

- No, gracias.

- Bueno, entonces vayamos a sentarnos. –apunto con la mano hacia el sillón sintiéndome ridícula, lo conduzco por su propia casa-

- Haymitch me llevo una nota… -comienza a decir mientras se sienta-

- Sí, yo le pedí el favor de que la llevara.

- Entonces, ya tomaste una decisión? –noto el dolor en su voz-

- Así es. –suspiro-

- Suéltalo, prefiero todo el dolor de una vez. –su voz se quiebra al final de la palabra-

- Bueno, no sé exactamente como comenzar. –me rasco suavemente la frente- Veras, he decidido que separarnos no es lo mejor, ni nuestra última opción. –me tomo un segundo para ver como su rostro cambia totalmente y la luz asoma en sus ojos, parece menos dolido- Me han hecho ver muchas cosas que esta mañana intente no ver, no quería que los recuerdos me detuvieran de hacer lo que yo creí era lo correcto, de hacer algo que me sentía capaz de hacer sin tener idea de que la sola idea de perderte me causa un agujero en el pecho… -sus ojos comienzan a inundarse y de pronto mi voz comienza a fallar- Peeta, no puedo ni siquiera imaginar la vida sin ti. –se acerca a mí de pronto y toma mi rostro entre sus manos con desesperación-

- Oh Katniss, he pasado las últimas horas pensando en que me ibas a abandonar… No sabes el calvario que he pasado. -su voz suena aliviada- 

- Quizás lo sé… –digo en un hilo de voz-

- Ya, te necesito Katniss. Todo este tiempo sin ti ha sido infernal, todos mis instintos me dicen que te deje marchar, que no te merezco. Y ahora te veo sentada aquí y veo tu dolor… es duro saber que he sido yo quien te ha hecho sentir así.

- No tendrías que estar sin mí si quisieras, no tienes que huir Peeta, ya sabes que cuentas con mi apoyo en todo. Porque siempre te alejas de mi cuando más me necesitas?  

- Por miedo a mí mismo, miedo a no poder controlar mi mente. Y porque tú no tienes porque cargar con esto.

- Eres mi esposo Peeta, yo cargo tu mundo y tu dolor… tu cargas el mío. Recuerda que ahora solo somos uno, los problemas que tenemos debemos afrontarlos juntos como se supone que debería ser. Yo te amo, y no necesito que salgas corriendo cada vez que las nubes asechan. Necesito que seas mi marido, que seas un padre… un amigo. Amo tu luz y todas tus sombras.

- Dios, te amo. –me sorprende con un beso intenso lleno de necesidad- Te. He. Extrañado. –dice entre besos-

Y así pasamos un momento que me parece durar menos de lo que realmente dura, mi necesidad y deseo estalla por todo mí ser y respondo a sus besos con idéntico ardor, entrelazo los dedos en su cabello y tiro de él. Vierto toda la angustia en el beso y en ese momento de pasión ciega, me doy cuenta de que él hace lo mismo.

- Por favor ya no te marches –susurro cuando nuestros labios se separan y el toma mi cabeza con ambas manos-

- Te lo prometo, ya no me iré…. Sin importar cuán feas se puedan poner las cosas, no te dejare otra vez.  

- Es que yo… yo no puedo volver a vivir algo como esto…

- Y no lo harás, ¿Cómo hago para que me creas? –su mirada refleja la misma tristeza que la mía- Ven aquí –abre sus brazos y yo me acurruco en su pecho, mientras dejo fluir todo el dolor de mi interior- No llores mi amor, ya paso. Aquí estoy, no me iré. No sabes lo encantadora que eres, lo siento, lo siento por dejarte. –pasa su mano por mi cabello cariñosamente- Dime tus secretos y hazme tus preguntas, volvamos al comienzo.

- Te amo. –digo apenas audiblemente-

- Te puedo preguntar porque me citaste a medianoche?

- Porque hace años… ya sabes, fue una promesa que no pude cumplir.

- Tu mente ha estado vagando, verdad?

- Mucho… -me limito a decir-

- -me besa en la cabeza y con voz de bálsamo me dice- Cumpliste la promesa.

Y entonces me quedo profundamente dormida, después de un largo día lleno de emociones y sentimientos encontrados, por fin parece que ser que la marea se ha calmado y he encontrado a Peeta en la lluvia bajo el cielo azul.

   

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