Adiós

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Voy a mi casa en medio de un abatimiento emocional y una parte de mi perdida, si él no está conmigo, una parte de mi no vive. No está consciente, no funciona. Es como si todos estos años que he pasado a su lado, de un día a otro ya no existieran. Y mi mente haya olvidado cómo vivir sin él. El chico del pan no estaba aquí para recordarme a ver el lado positivo de las cosas, aun cuando no hubiera lado positivo. No estaba aquí para limpiar mis lágrimas, ni acurrucarme en sus brazos mientras hacía que todo se volviera mejor.

Entro en nuestra habitación con un agujero enorme en mi pecho y un miedo atroz que me desbarataba el alma. No tengo cabeza para nada, solo quiero acostarme a llorar. Preparo a Nadia para dormir y justo después de tomar su biberón, se duerme. Me recuesto en el lado de la cama de Peeta y comienzo a sollozar en silencio. No sé cuánto tiempo pasa, pero me quedo dormida.

‘’Mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa cuando me doy cuenta de que estas a mi lado’’ en mis pesadillas, recuerdo la vez que Peeta me dijo eso en el tren, pero a su vez experimento su perdida en sueños y me encuentro viviendo en un mundo sin él, lo he perdido, se siente como cuando te golpean el estomago y pierdes el aire, buscas desesperadamente el alivio, buscas desesperadamente volver a respirar normalmente, pero yo me encuentro sin aire. Y he perdido mi cura. 

Despierto sobresaltada y allí está el, sentado en una silla frente a la cama, su mirada es intensa, pero no normal. Aunque es difícil distinguir en la oscuridad, no dice nada, solo me ve con sigilo, vagamente me pregunto por qué no ha venido a ayudarme con mis pesadillas. Pero debo concentrarme en preguntarle donde ha estado todo el maldito día.  Su expresión no cambia, su mirada fija en mi francamente me atemoriza, pero me armo de valor y finalmente susurro.

- Donde has estado?

- En el bosque. –responde lentamente, como calculando sus palabras-

- Te perdiste? –pregunto confusa-

- No –dice fríamente-

- Y entonces? –pasan segundo que parecen horas y no responde- Peeta, que paso?

- Katniss, no estoy bien. Los fantasmas han vuelto. –dice en una sola frase y mis miedos se vuelven realidad mientras se burlan de mi- Pase todo el día allá intentando pensar en algo que hacer, quise huir, que fuese como si nunca hubiese existido. Pero no puedo dejarte. –no puedo creer lo que está diciendo, no es verdad- Pero tampoco podemos estar juntos… al menos, no por ahora. Tengo miedo de mí, no puedo estar alrededor de ti. –no es verdad, esto no está pasando-

- Peeta de que hablas?

- De mis demonios Katniss, de eso hablo. –sube el volumen de su voz- Lo mejor será que yo me vaya a vivir a tu casa, siento mucho esto, de verdad lo siento. Pero no lo hiciera si no creyera que fuera necesario. –me sentía mareada y me costaba concentrarme, sus palabras daban vueltas y vueltas en mi cabeza, procure regular mi respiración, necesitaba concentrarme y hallar la forma de salir de esta pesadilla, pero solo conseguí llorar. 

Pase todo el día imaginándome lo peor, pensando en que alguien pudo haberlo asesinado, que se había perdido en el bosque y algún animal lo ataco, pero jamás me paso por la mente que el viejo truco de Snow para separarnos, haya vuelto. Me parecía irreal que después de tanto tiempo juntos, aun sus recuerdos siguieran persiguiéndolo. Me abrace a mi misma y agache mi cabeza en busca de despertar de mi pesadilla, pero no era algo de lo cual pudiera despertar. Era mi realidad y no estaba preparada para enfrentarla. Finalmente me llevo las manos a la cara y comienzo a llorar sin detenerme, escucho como Peeta se levanta de la silla y se encamina a la puerta. «Como si nunca hubiera existido»  me retumba su voz en la cabeza. Después de un rato en el cuan no logro calmarme, Peeta me dice ‘’Adiós’’ y se va.

No duermo solo eso se, pero no estoy consciente de que hice durante la noche. Llorar, es lo más probable, pero no me explico cómo olvide lo que paso durante esas horas. En cualquier caso, no importa, porque si recuerdo que Peeta se ha ido. Sin saber si su estado podría ser eterno o algo pasajero. De nuevo, debía prepararme para vivir la pesadilla vuelta realidad. Una vez más debía enfrentarme sola a la adversidad. Una vez más debía soportar este dolor que me ahogaba, las oleadas de dolor, que apenas habían rozado hasta este momento, se alzaron y barrieron mi mente hundiéndome con fuerza. Y no salía  a la superficie. 

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