Capítulo 31

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Capítulo 31

 

Tuvimos una reunión en la casa de Maite, con Debby, Robb, Bran y, por supuesto, Finn. Pero nada fuera de lo común pasó. No conté nada sobre lo leído, por ahora. Cuando me quise ir, llovía, haciendo que Finn se niegue a dejarme ir así. Me temblaron las piernas.

Le pidió el auto a Bran, prestado, y se propuso llevarme lo más cerca posible a casa, ya que él no podía entrar al bosque. Ya solos entramos al auto y nos dispusimos a llegar al destino, pero, antes de arrancar, Finn habló.

— ¿Tienes hambre? —preguntó.

—Sí—sonreí.

—Puedo comprar algo a unas cuadras de aquí, algún sándwich de esos elaborados.

Iba a hablar, pero él me detuvo.

—No, no vas a pagar.

—Pero…

—No.

—Finn…

—Ya basta—sonrió de lado, haciendo que me quede mirando sus labios en una milésima de segundo.

— ¿Sigues trabajando en la librería? —pregunté.

—Lo dejé hace un mes y me sirvió bastante, cuando termine esto, ya sabes—me miró—. Espero conseguir uno mejor.

Asentí.

Él arrancó y se dirigió al lugar de comida rápida. El camino fue silencioso, pero acogedor. Y si hablábamos, no parábamos. Al fin, estacionó enfrente de una casa y me miró.

— ¿Todo bien? —frunció el ceño.

Asentí. En realidad, no. Le tenía que contar algo, pero no era el momento. Le tenía que contar del libro.

— ¿Segura? —se acercó un poco más a mí, haciendo que se me erice la piel.

— ¿Por qué no estarlo?

—Tú dímelo.

Negué.

—No pasa nada, en serio.

—Magui…

Al oír mi nombre hizo que me trabe por completo, entrando en un trance.

—Estabas muy callada—lo miré—, aunque eso no es raro…

Troné uno dos dedos de la mano izquierda, haciendo que su mirada bajase a mi regazo, observando mis manos.

—Hey—me detuvo—, no hagas eso.

—No empieces…

Me troné todo el resto de la mano, haciendo que la suya la tocara, enviándome choques de electricidad de la mano hasta los pies. ¡Me estaba tomando de la mano! ¡Ay!

—Promete que no lo harás.

—Es algo que hago hace mucho—levanté mi mirada, encontrándome con un Finnegan muy cerca. Tragué—, es difícil dejarlo de la noche a la mañana.

Ahora él levanto la mirada y tragó.

—Por lo menos no lo hagas mucho, evita un poco.

Asentí. Su mirada bajó a mis labios, y la mía a los suyos. Pronto, dejé de pensar, y no sabía cuánto era dos más dos. Se acercó un poco más a mí, y yo también a él.

Pero se detuvo y se fue para atrás, dejándome como una tonta mirándolo. Me reincorporé.

Se aclaró la garganta y habló, mirando al frente:

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora