Capítulo 16

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¡Hola mundo! Wow, cuanto estoy actualizando. Es que, así se debe señores, así se debe. 

Les quiero pedir perdón este capítulo tiene solo 815 palabras D: Lo lamento, pero quería subirlo porque es muy importante. Mejor corto y preciso que largo y aburrido ;) 

Recuerden pasarse por mi blog.

Eso es todo.

Besos y fuera, 

Camila.

Capítulo 16

 

—Tenemos que irnos.

Ambos giramos la cabeza y nos encontramos con Stwart, cruzado de brazos. Miró a Finn.

—Ahora—dijo firme.

—Sí—miré a Finnegan. Se le tensó la mandíbula—, claro.

Stwart se alejó, luego de lanzarnos una última mirada. Finn y yo nos levantamos.

— ¿Pasó algo? —pregunté, mirando por donde mi profesor se había ido.

—No, nada—murmuró Finn.

Pasó una semana y estaba sentada en la cocina de Finn, sentada en un taburete. Rossie, la madre de Jack, Jack y yo estábamos hablando.

Mi madre sabía que no me hablaba con Bella. Me ´preguntó varias veces por qué, pero dije una estupidez.

—Vamos, dime, ¿por qué están enojadas? —insistió Rossie, graciosa.

—Mamá—insistió Jack, de espaldas.

Estaba haciendo unas tostadas.

—Nada importante, en serio—sonreí.

El sonido del timbre hizo que mi vista se fijara en la puerta.

—Debe ser Daniel—dijo Rossie—. Yo iré arriba, nos vemos, Magui.

Asentí, sonriendo. Fijé mi vista en la mesa y luego en Jack acercándose a la puerta. Fruncí el ceño.

—Daniel es tu hermano—razoné—. Tiene llaves de la casa, estoy segura. ¿Quién es, Jack?

Me paré. Él abrió la puerta, dándome una visión de Bella. Me quedé ahí, boquiabierta. Ella iba a saludar pero, al verme, suspiró.

—Eres un idiota—dijimos, las dos juntas.

—Esto va a ser difícil—murmuró.

—Me voy—dijo Bella.

—No, quédate—me dirigí hacia la puerta—. Estoy más cerca.

—Está bien, ya me voy—dijo ella.

—Dios, ayúdame—rogó Jack—. Tienen que arreglarse, son insoportables.

—Yo no hice nada malo—replicó.

—Ah, ¿yo sí? —la miré.

Rodó los ojos y se fue. Jack se recostó sobre el marco de la puerta, mirándome.

— ¿No vas a ir a buscarla? —preguntó.

—Ella tendría que disculparse—dije—. Adiós.

Era sábado por la tarde y me encontraba recostada en el árbol frente a mi casa, pensando. Mi padre asomó su cuerpo fuera de la casa.

—Necesito café—me sonrió.

Abrí la boca, protestando.

—Puedes traer helado, si quieres.

— ¿Me estás chantajeando? —alcé ambas cejas.

—Tal vez, ahora ve—entró  a la casa—. ¡Y rápido! —gritó.

Entre a la casa, tomé dinero y fui al supermercado.

Terminé de cruzar el bosque y sentí como una piedra chocaba contra mi cabeza. Me caí, pero sin perder el sentido. Frente a mí se encontraba Hamilton, arrastrándome desde los tobillos. Inmediatamente me alejé con fuerza y lo pateé en el estómago.

Comencé a correr camino al bosque. Lo perdí de vista enseguida, o eso creía. Se tiró arriba mío, chocando todo mi cuerpo contra el piso. El dolor que me produjo no se comparaba. Se tensó un segundo. Me tapó la boca con una mano mientras con la otra sujetaba mi cabeza. Tomó mi cuerpo y sostuvo mis manos con sus rodillas. Intenté gritar y moverme, pero era imposible. Le mordí la mano.

—Tú no eres humano—susurré.

—No digas eso, Magali—murmuró Hamilton.

Empecé a gritar pero él me tapó la boca nuevamente. Lo mordí pero este no hizo ni siquiera una mueca de dolor.

—Yo no quiero lastimarte—susurró—. Tengo que cuidarte, déjame hablar.

Me estaba volviendo loca, totalmente loca. Esta persona era un demente, un criminal. Y, ahora me dice, que quiere cuidarme. El día en la biblioteca, tenía un arma. ¿Cuidarme? ¿Con un arma? Él no era quien yo creía. Si fuese una persona común lo podría vencer con una mínima fuerza, pero no. Hamilton no era un simple humano.

Sacó su mano de mi boca.

— ¿Cuidarme? —pregunté—. ¡Suéltame maldito bastardo!

—Magali Dudley, cálmate.

— ¡Fuego! —grité.

Me tapó la boca nuevamente.

—Si te quisiera lastimar, ya lo hubiera hecho, Magali—susurró.

Tal vez eso era verdad, pero Finn siempre estaba ahí para hacer algo.

—Magali, tengo una misión junto a unos colegas—dijo—. Sé quién eres, tu nombre, edad, vivienda, familia y sé que eres una loba raza blanca.

Se me heló la sangre. ¿Y si era del gobierno y querían llevarme? Comencé moverme más aún.

—Pero, tranquila—dijo—. No le diré a nadie y no te lastimaré.

Sacó su mano de mi boca.

—Pues yo si a ti—dije.

Me corrí hacia un lado, tirándolo al piso. Me levanté y lo pateé tres veces en el estómago. Lo levanté y lo estampé contra un árbol. Lo agarré de la camisa que llegaba y lo miré fijamente. Agradecí que esté débil.

—No sé quién eres o qué eres—le pegué en la cabeza—. Pero déjame en paz, porque no quiero saber nada de ti—mi puño se dirigió a su estómago—. Llamaré a la policía y no me verás más en tu vida.

Lo solté y lo pateé nuevamente en el estómago. Saqué mi teléfono pero su voz me detuvo.

—Solo…solo aléjate—balbuceó.

Saqué la vista de mi celular y lo miré.

— ¿De qué? —pregunté.

—De Finnegan McQueen. 

Black and WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora